El apoyo de la afici¨®n a la URSS protagoniz¨® la mejor jornada
Drazen Petrovic y el resto de la selecci¨®n yugoslava acogieron de muy mal talante la derrota ante la URSS (91-90) en las semifinales, en el encuentro que lleg¨® a provocar las mayores dosis de fervor del p¨²blico madrile?o, que estuvo apagado con la selecci¨®n espa?ola, se anim¨® con la norteamericana, lleg¨® a variar su apoyo hacia la remontada de los brasile?os y termin¨® alcanzando el ¨¦xtasis con los sovi¨¦ticos. La situaci¨®n alcanz¨® detalles curiosos, como el de aficionados con banderas nacionales con el emblema del anterior r¨¦gimen que gritaban "?Rusia!, ?Rusia!" en los primeros minutos del 18 de julio.Petrovic fue duro con los espectadores en manifestaciones posterires al partido, pero m¨¢s lo fue Arapovic, que sugiri¨® que el p¨²blico merec¨ªa que los tanques sovi¨¦ticos invadieran Madrid. Cosic culp¨® a los periodistas espa?oles por haber creado un ambiente en contra. El p¨²blico fue el protagonista de la semifinal.
Los espectadores llegaron a discernir, a la hora de las presentaciones iniciales, entre unos jugadores y otros. Aclamaron a Sabonis desde un principio y abuchearon sonoramente a Petrovic. Sin embargo, el p¨²blico aplaudi¨® a Dalipagic, jugador yugoslavo que milit¨® en el Real Madrid, y el integrante de la selecci¨®n yugoslava que m¨¢s esfuerzos ha realizado por traer la concordia. Cada vez que Petrovic tomaba la posesi¨®n de la pelota, reaccionaba en contra. Pero hasta ese punto, la situaci¨®n nada vari¨® respecto a lo sucedido en las sedes de Tenerife y Oviedo.
La igualdad en el marcador, que dur¨® casi todo el partido, se quebr¨® por un momento a falta de cinco minutos para el final. El p¨²blico se mostr¨® agresivo contra los ¨¢rbitros, que hab¨ªan sancionado en exceso algunas acciones de los sovi¨¦ticos y estaban permitiendo que los yugoslavos desenterraran su arsenal de tretas. Petrovic, en esos momentos, se tiraba al suelo sin pudor intentando provocar a Valters o a Kurtinaitis, Sabonis hab¨ªa tenido un peque?o altercado y Petranovic intent¨® agredir a Tijonenko. El p¨²blico asimil¨® estas escenas cargando su agresividad con los yugoslavos y con la pareja arbitral. Lleg¨® al punto de provocar la suspensi¨®n moment¨¢nea del partido durante varios minutos, arrojando abanicos de papel, naranjas y alg¨²n bote de refresco. A partir de ah¨ª, reanudado el partido, los colegiados favorecieron a los sovi¨¦ticos.
Faltaba un minuto y la diferencia era de nueve tantos. Petrovic ya hab¨ªa tenido el detalle de aplaudir al p¨²blico; los yugoslavos empezaban a celebrar su clasificaci¨®n con abrazos nerviosos. Pero un triple de Sabonis, seguido de otro de Tijonenko acercaron a la URSS al empate. A 26 segundos, Jomicius cometi¨® una personal absurda, por lo que los yugoslavos ten¨ªan tiempo de sobra para entre-, tener la pelota sin necesidad de tirar. Pero el joven Divac cometi¨® una violaci¨®n -hizo dobles- y los sovi¨¦ticos dispusieron de 12 segundos para reaccionar. El p¨²blico estaba entregado a ellos de una. forma absoluta y Valters consigui¨® otro triple y empat¨® el partido a 85.
Tras la victoria final, numerosos aficionados hicieron in¨²til el cord¨®n policial para abrazarse a los, jugadores sovi¨¦ticos, que se hab¨ªan encontrado, de forma insospechada, con un ambiente tan favorable que romp¨ªa las experiencias que han vivido incluso en su propio territorio. Sabonis se fund¨ªa en abrazos con los aficionados. Jomicius se acercaba a la grada, ¨¢ igual que Tijonenko, que buscaba el calor de los aficionados. Sabonis, un poco antes, se hab¨ªa acer cado al banquillo yugoslavo para propinar un par de cortes de manga. Ya lo hab¨ªa hecho igualmente antes de comenzada la pr¨®rroga Los yugoslavos, abatidos, recibieron toda esa descarga sin reaccionar; los m¨¢s j¨®venes se tiraron al suelo y lloraban.
El espect¨¢culo tuvo otra vez tiente en los s¨®tanos del Palacio de Deportes. All¨ª, en la peque?a sal de Prensa, el t¨¦cnico Cosic recib¨ª la recomendaci¨®n de los periodistas yugoslavos de no hacer decl, raciones a la Prensa espa?ola, presunta culpable, seg¨²n el t¨¦cnico del ambiente en contra con que hab¨ªa encontrado su selecci¨®n. La situaci¨®n fue violenta aunque finalmente acept¨® a una m¨ªnima declaraci¨®n. Admiti¨® la culpabilidad de Petrovic, pero se centr¨® en los excesos de la cr¨ªtica espa?ola.
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