Crecer, una consigna olvidada
LAS AUTORIDADES monetarias de Estados Unidos han decidido reducir en medio punto el tipo de descuento con vistas a acelerar la tasa de crecimiento de la econom¨ªa norteamericana, que, seg¨²n los resultados provisionales de la primera parte del a?o, es m¨¢s baja de lo inicialmente previsto. Los bancos privados han seguido el movimiento y han reducido sus tipos preferenciales en la misma proporci¨®n.La decisi¨®n de la Reserva Federal norteamericana no ha sorprendido; al conocerse los resultados de los primeros meses del a?o, la mayor¨ªa de los observadores predijo una decisi¨®n de este tipo, ya que el crecimiento registrado en el primer semestre -alrededor del 2%- se encuentra bastante lejos de las previsiones oficiales, que apostaron por un 4% de aumento del producto interior bruto (PIB) para el conjunto del a?o. Visto desde Europa, resulta reconfortante que, en un pa¨ªs como Estados Unidos, las autoridades econ¨®micas consideren una tasa de crecimiento del 2% como inaceptable y busquen los medios de alcanzar ese 4% que la Comunidad Econ¨®mica Europea no conoce desde hace m¨¢s de un lustro. Nuestras mentes est¨¢n instaladas en la crisis econ¨®mica y todo sucede como si la posibilidad de alcanzar crecimientos del PIB claramente superiores al 3% en t¨¦rminos reales hubiese desaparecido del horizonte del pensamiento europeo. En cualquier caso, los motivos de la decisi¨®n de la Reserva Federal constituyen una primera lecci¨®n sobre la que merece la pena meditar.
Tambi¨¦n es ¨²til reflexionar sobre lo sucedido inmediatamente despu¨¦s. Las autoridades norteamericanas hab¨ªan esperado conseguir la solidaridad de los grandes pa¨ªses industrializados para que los bancos centrales de estos pa¨ªses redujesen simult¨¢neamente sus tipos de descuento. Pero ni los japoneses ni los alemanes occidentales han seguido el movimiento, a pesar de que la Rep¨²blica Federal de Alemania cuenta con una tasa de desempleo del 9%, un fuerte excedente en sus intercambios de mercanc¨ªas y servicios, un reducido d¨¦ficit p¨²blico y una estabilidad pr¨¢cticamente absoluta de sus precios. No deben, pues, extra?ar los agrios comentarios del secretario del Tesoro norteamericano, Baker, reprochando a estos pa¨ªses su actitud. La econom¨ªa norteamericana ha desempe?ado el papel de locomotora del crecimiento mundial durante m¨¢s de tres a?os consecutivos y ahora ha llegado, seg¨²n las autoridades de aquel pa¨ªs, el momento del relevo. ?ste, sin embargo, no parece querer ser asegurado por quienes, en principio, podr¨ªan asumirlo; y si en las condiciones actuales de estabilidad de los precios los principales pa¨ªses europeos son incapaces de relanzar sus econom¨ªas, cabe preguntarse qu¨¦ pasar¨¢ cuando se agoten los efectos ben¨¦ficos de la ca¨ªda del d¨®lar y de la reducci¨®n de los precios del petr¨®leo y las materias primas. Parece como si el Viejo Continente se hubiese condenado de una vez por todas al estancamiento econ¨®mico en aras de un eterno y riguroso proceso de ajuste.
Asimismo, la actitud de los grandes pa¨ªses industrializados ha puesto de manifiesto las lagunas de la reciente cumbre de Tokio. En aquella reuni¨®n se decidi¨® actuar concertadamente en materia de tipos de cambio, con objeto de evitar que las principales divisas sufriesen alteraciones bruscas en sus cotizaciones. De haberse aplicado estrictamente lo convenido entonces, los bancos centrales de los pa¨ªses que realmente est¨¢n en condiciones de hacerlo deber¨ªan haber reducido simult¨¢neamente sus tipos de descuento. No ha sido as¨ª, y como consecuencia, el d¨®lar ha sufrido una nueva depreciaci¨®n en los mercados de cambio, atenuada, es cierto, por el escepticismo de los operadores en materia de cooperaci¨®n internacional: los mercados apostaron por la reducci¨®n del tipo de descuento norteamericano y el mantenimiento de los tipos de inter¨¦s de las otras monedas fuertes, en lo cual el tiempo les ha dado la raz¨®n.
Todos estos acontecimientos no constituyen buenas noticias para Espa?a. El menor crecimiento de la econom¨ªa norteamericana y la actitud cautelosa de los principales pa¨ªses industrializados significan que nuestros mercados no crecer¨¢n en lo que queda de a?o tanto como estaba previsto. Y aunque estemos inmersos en una zona de bajo crecimiento econ¨®mico, tal vez convenga tener presente que existen en el mundo pa¨ªses m¨¢s ricos y poderosos que el nuestro, cuyos dirigentes consideran inaceptables unas tasas de crecimiento a las que nosotros nos hemos acostumbrado con demasiada rapidez.
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