Muerte en la mar
UN PESQUERO espa?ol ha vuelto a ser ametrallado y un marinero de 42 a?os ha muerto como consecuencia de un ataque procedente de una embarcaci¨®n Zodiac, a seis millas de la costa del S¨¢hara occidental. Los autores de la agresi¨®n no han sido identificados todav¨ªa, pero cuesta poco deducir que se trata de una acci¨®n del Frente Polisario. A s¨®lo unos 75 kil¨®metros de ese lugar fueron ametrallados en septiembre del a?o pasado el pesquero artesanal canario Junquito y la patrullera de la Armada espa?ola Tagomago.
Tras aquel asalto, en el que murieron dos espa?oles y fueron apresados seis marinos, el Gobierno espa?ol tom¨® la decisi¨®n, una vez liberados los rehenes, de expulsar a todas las personas identificadas como polisario y de clausurar las oficinas saharauis que funcionaban en "r¨¦gimen de tolerancia" en Espa?a. La reacci¨®n de las autoridades de la Rep¨²blica ?rabe Saharaui Democr¨¢tica fue virulenta y calific¨® la medida espa?ola como "un acto criminal contra los pueblos saharaui y espa?ol", anunciando que sus consecuencias expondr¨ªan "a centenares de pesqueros espa?oles a peligros sin precedentes".
?Sin precedentes? Es imposible saber si este ¨²ltimo ataque es el primer paso de una represalia consistente en acciones m¨¢s encarnizadas. En todo caso, no puede decirse que ni la agresi¨®n del Junquito ni la del martes pasado constituyan desgraciadamente una novedad. En conjunto, y desde 1977, han sido ametrallados o abordados un total de 17 barcos, uno m¨¢s hundido (el Cruz del Mar), 14 tripulantes resultaron heridos y 10 muertos. Ante esta sucesi¨®n de acontecimientos era obvio que el Gobierno espa?ol ten¨ªa que tomar alguna decisi¨®n respecto a una organizaci¨®n pol¨ªtica que se cree con derecho a asaltar nuestros barcos de pesca, a ametrallar nuestros buques de guerra y a matar a nuestros ciudadanos.
Esto dicho, y sin que suponga restar un adarme a la gravedad de la acci¨®n del Polisario, parece probado que el pesquero espa?ol v¨ªctima del ametrallamiento se encontraba en el temerario espacio que Marruecos considera ventana de seguridad o zona de guerra con la RASD, dentro de las 12 millas y en el tramo m¨¢s meridional del S¨¢hara occidental fuera del control alau¨ª. Aventurarse en esas aguas se considera tan arriesgado que, seg¨²n ha declarado el jefe de operaciones mar¨ªtimas de la Zona Militar de Canarias, el pesquero espa?ol fue conminado por la comandancia durante los tres d¨ªas anteriores, y con mensajes radiof¨®nicos cada dos horas, a abandonar urgentemente la zona.. El peligro puede estimarse mayor si se tiene en cuenta que los pesqueros de armadores espa?oles suelen enarbolar, por razones de conveniencia, bandera marroqu¨ª, ense?a de? pa¨ªs con el que el Frente Polisario se halla en guerra.
Convenir que este suceso -capaz de haber multiplicado sus v¨ªctimas- es s¨®lo una consecuencia de la violencia empleada por el Polisario o, sin m¨¢s, un efecto de la temeridad de la tripulaci¨®n ser¨ªa simplificar el fondo y la categor¨ªa de la tragedia. Algo m¨¢s all¨¢ de la. libre voluntad de los pescadores les presiona a faenar en lugares que se conocen por su marca de muerte. Y algo, adem¨¢s de las medidas de orden diplom¨¢tico, deber¨ªan hacer los responsables espa?oles, para impedir que el trabajo de la pesca se convierta con tan insoportable frecuencia en una cr¨®nica de muerte. Es preciso que el Gobierno tome medidas contra aquellos armadores que de forma temeraria env¨ªan sus barcos a pescar en aguas prohibidas. En cualquier caso debe garantizarse, mediante acuerdos internacionales, que quienes se dedican a un sector tan importante para nuestra industria como es el de la pesca no est¨¦n amenazados, adem¨¢s de por la peligrosidad de su oficio, por la belicosidad de estos agresores.
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