'Oficialistas' y 'cr¨ªticos' se enfrentan en Alianza Popular en torno al liderazgo de Manuel Fraga
Alianza Popular (AP), el principal partido de la oposici¨®n, vive un serio riesgo de confrontaci¨®n interna entre sus principales dirigentes, tras haber superado la prueba de la ruptura de la Coalici¨®n Popular con la salida de hecho de la misma del Partido Dem¨®crata Popular (PDP), de ?scar Alzaga. " batalla por la colegiaci¨®n de las decisiones, emprendida por un sector al que ya comienza a denomin¨¢rsele cr¨ªtico, y en el que se incluyen dos vicepresidentes del partido y el secretario general, supone, en opini¨®n de no pocos oficialistas, un primer ataque al liderazgo de Manuel Fraga, undiscutido hasta las pasadas elecciones del 22 de junio. El proceso que se abre en los pr¨®ximos meses en el partido conservador producir¨¢ "cambios impresionantes" en el mismo, seg¨²n fuentes de ambos sectores.
Una transformaci¨®n, imperceptible para la opini¨®n p¨²blica, pero muy significativa, se ha ido produciendo de manera gradual en las l¨ªneas fundamenales de actuaci¨®n de AP a ra¨ªz de los insatisfactorios resultados obtenidos por la Coalici¨®n Popular en las pa.sadas elecciones legislativas. El per¨ªodo de "reflexi¨®n" abierto por Fraga desde entonces, especialmente a ra¨ªz de los primeros s¨ªntornas de "alejamiento definitivo" del PDP, experimentar¨¢ un giro imprevisible cuando, el pr¨®ximo martes, se re¨²nan en torno a Fraga los presidentes provinciales del partido, adem¨¢s de los vicepresidentes nacionales y el secretario general.Con esta reuni¨®n, casi un minicongreso, Fraga -que, durante todo el mes de agosto, "meditar¨¢" en su retiro de Perbes- pretende demostrar a sus creci ente mente radicales cr¨ªticos que ¨¦l sigue apoyado por la base del partido.
Jorge Verstrynge, secretario general, aliado en el bando cr¨ªtico junto con los vicepresidentes Alfonso Osorio y Fernando Su¨¢rez, as¨ª como con los miembros del comit¨¦ ejecutivo Gabriel Camu?as y Carlos Ruiz Soto, presidente de la organizaci¨®n de Madrid, y con el empresario Luis Olarra, tambi¨¦n cree contar con las riendas provinciales del partido. El enfrentamiento de todos ellos con el tambi¨¦n vicepresidente y, portavoz parlamentario, Miguel Herrero Rodr¨ªguez de Mi?¨®n, parece, a estas alturas, irreversible.
Herrero, que apoya incondicionalmente a Fraga y cuenta, a su vez, con el apoyo de ¨¦ste, est¨¢ asimismo respaldado por los miembros m¨¢s activos del grupo parlamentario, como los secretarios generales adjuntos Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, Rodrigo Rato y Juan Ram¨®n Calero, adem¨¢s de por el hist¨®rico Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Gallard¨®n.
Este enfrentamiento ha determinado que las dos ¨²ltimas reuniones del comit¨¦ ejecultivo de AP, los d¨ªas 14 y 21 de este mes, registrasen fuertes tensiones, la m¨¢s importante de ellas derivada de la decisi¨®n de Fraga de establecer una comisi¨®n gestora que concluyese la situaci¨®n de rebeli¨®n en Valencia, lo que desagrad¨® profundamente a Verstrynge, quien, sin embargo, acab¨® cediendo.
Partido unificado
El equilibrio de poderes establecido en el VII congreso nacional del partido -en el que, por ejemplo, a Verstrynge le fueron impuestos sus tres adjuntos, ninguno de los cuales contaba con su confianza-parece estar en el origen de algunos de estos enfrentamientos. Las discrepancias tradicionales se agravaron por la decisi¨®n de Fraga de ceder a las presiones de sus socios democristiano y liberal y predicar la abstenci¨®n en el refer¨¦ndum sobre la permanencia de Espa?a en la OTAN.
Tanto Osorio como Su¨¢rez y Verstrynge manifestaron, a posteriori que ellos hubiesen apoyado el s¨ª, pero que acataron la decisi¨®n de abstenerse por disciplina de partido.
As¨ª, enemigos antes irreconciliables, como Osorio y Verstrynge, o como Su¨¢rez y el secretario general, se aliaron en un mismo bando frente a Herrero, uno de los m¨¢s firmes partidarios de la abstenci¨®n.
La diferente valoraci¨®n que unos y otros hicieron de los resultados de las elecciones del 22 de junio constituy¨® otra piedra en el camino de la reconciliaci¨®n. Mientras Fraga trataba de hacer aparecer como satisfactorios tales resultados, los cr¨ªticos no se recataban, en privado, de calificarlos como "desastrosos", en se?alar que "as¨ª no se puede seguir" y en predicar la necesidad de "acabar con los modos autoritarios", aline¨¢ndose en esto con las tesis del democristiano Alzaga, con quien, por otro lado, tampoco parecen unirles otros puntos de contacto.
Todos se quedaron estupefactos cuando Osorio, director del gabinete de estrategia del partido y el m¨¢s firme valedor hasta el momento de la necesidad de mantener, e incluso ampliar, la Coalici¨®n Popular, apareci¨®, en la reuni¨®n de la junta directiva nacional del partido, celebrada el 30 de junio, alabando las excelencias de ir hacia un partido unificado.
Seg¨²n la tesis de Osorio, democristianos y liberales no aportaron un solo voto en las elecciones, probablemente porque el electorado no crey¨® el mensaje de centroderecha transmitido por la coalici¨®n. Por ello, lo mejor ser¨ªa caminar hacia un solo partido, de corte popular, con el que se sienta inequ¨ªvocamente identificado el voto conservador.
La propuesta de Osorio alcanz¨® un amplio eco en la directiva aliancista, aunque gran parte de sus miembros no dejaron de extra?arse de que fuese precisamente ¨¦l quien sugiriese un viraje tan radical en las tesis hasta ese momento imperantes en el partido. El propio Fraga, que identifica su querida idea de mayor¨ªa natural con la de Coalici¨®n Popular, hubo de asumir la contradicci¨®n y comunicar a sus socios, dos d¨ªas despu¨¦s, la invitaci¨®n a integrarse, de una u otra manera -puso como ejemplo la actual Federaci¨®n de AP, en la que figuran grup¨²sculos dispares y casi unipersonales, como la Reforma Social de Manuel Cantarero o S'Uni¨® de Abel Matutes-, en AP.
Naturalmente, los coligados no aceptaron: Alzaga dar¨ªa, d¨ªas despu¨¦s, el portazo de pasar al Grupo Mixto, y el presidente de? Partido Liberal (PL), Jos¨¦ Antonio Segurado, reaccion¨® con un comunicado insistiendo en la independencia del PL y en la vigencia de la CP.
Operaci¨®n Chirac
Sin embargo, una vez desaparecido de hecho el PDP del panorama de la coalici¨®n -dando satisfacci¨®n as¨ª a no pocos dirigentes de AP-, la tesis del partido unificado cobra nuevas fuerzas, amenazando seriamente las posibilidades de independencia del PL. Parece descartada una renovaci¨®n de los pactos entre AP y el PL para las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas y municipales de mayo de 1987. Estos pactos se har¨¢n, en todo caso, "provincia a provincia, y no globalmente", seg¨²n opinan varios dirigentes de AP.
El panorama con el socio liberal puede complicarse a¨²n m¨¢s si se tienen en cuenta las aspiraciones de Segurado de convertirse en el candidato popular a la alcald¨ªa de Madrid, y que tales aspiraciones chocan con otras, como las del propio Herrero de Mi?¨®n, quien quiere as¨ª iniciar su propia operaci¨®n Chirac. Los rivales de Herrero en la organizaci¨®n madrile?a de AP preparan ya la batalla para impedir su candidatura.
Las trece elecciones auton¨®micas y as municipales que tendr¨¢n lugar dentro de diez meses ser¨¢n decisivas en el futuro de AP, como lo han sido ya para precipitar la ruptura con el PDP: Alzaga hizo notar que Coalici¨®n Popular no mejor¨® sus resultados el 22 de junio en ninguna de las trece autonom¨ªas en las que se celebrar¨¢n elecciones en 1987. Y todos admiten ahora en AP que el ya contestado liderazgo de Fraga no resistir¨ªa un nuevo fracaso electoral el a?o pr¨®x¨ªmo.
Mientras tanto, ya comienzan a prepararse operaciones recambio en algunos c¨ªrculos de AP, donde siempre se cita al comisario europeo Abel Matutes como "un hombre con futuro" en el panorama de la alternativa al socialismo. Pero otra de las hip¨®tesis que circulan en relaci¨®n con futuros recambios se basa en lo que algunos han llamado "desembarco en AP de gentes del SEU", como el ex vicesecretario general del Movimiento Jos¨¦ Miguel Ort¨ª Bord¨¢s, quien no logr¨® un esca?o en Valencia, pero fue repescado, gracias a los buenos oficios de Carlos Robles Piquer, como senador en representaci¨®n de las autonom¨ªas.
Este desembarco, de acuerdo con las citadas hip¨®tesis, estar¨ªa apoyado por el secretario general de CEOE, Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas, y pudiera tener como fin ¨²ltimo el ingreso en el partido de Fraga de Rodolfo Mart¨ªn Villa, quien hoy se considera que est¨¢ "inc¨®modo" en las filas del PDP.
La crisis de los 10 a?os
Cuando faltan pocos meses para que cumpla 10 a?os de existencia, Alianza Popular (AP) se enfrenta a la que posiblemente sea su m¨¢s decisiva crisis en su empe?o de crear una alternativa v¨¢lida al socialismo en las pr¨®ximas elecciones. Todos piensan que la crisis es en esta ocasi¨®n a¨²n m¨¢s grave que aqu¨¦lla de 15,79, cuando, tras conocerse los resultados, de las elecciones legislativas, Fraga pens¨® por primera vez en dimitir.La banca y, la organizaci¨®n empresarial, que tan generosamente apoyaron a Fraga a ra¨ªz de la victoria electoral de AP en las elecciones auton¨®micas gallegas de 1981 (el presidente del Banco de Santander, Emilio Bot¨ªn, promovi¨® incluso el regalo de un autom¨®vil marca Volvo a Fraga, y en este veh¨ªculo realiz¨® el l¨ªder conservador, desde entonces, sus campa?as electorales), piensan desde hace meses en una posible soluci¨®n de recambio, m¨¢xime ahora, tras el hundimiento de la operaci¨®n Roca. Hoy, los dirigentes de AP se han visto obligados a tomar una dolorosa decisi¨®n, que ilustra la situaci¨®n que vive el partido num¨¦ricamente m¨¢s importante desde el punto de vista de la afiliaci¨®n (215.000 militantes, seg¨²n cifras oficiales): hay que reducir los gastos en m¨¢s de un 40%, y ello significa prescindir de una parte del funcionariado existente en el cuartel general de la calle de G¨¦nova.
Solamente: tres personas de las que a finales de 1976 integraron Alianza Popular permanecen a¨²n en el partido, lo que da idea del grado de renovaci¨®n del mismo: el propio Fraga, Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Gallard¨®n, vicepresidente de la federaci¨®n de AP, y ?lvaro Lapuerta, encargado del comit¨¦ de listas en las pasadas elecciones, lo que le ha valido no pocas cr¨ªticas y disgustos tras el 22 de junio.
Descontento provincial
El intento de centrar el partido, confiri¨¦ndole una imagen de moderacil¨®n, y el af¨¢n por pactar con otras fuerzas (en 1979 se forma la Coalici¨®n Dernocr¨¢tica, con Alfonso Osorio y Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, antecedente inmediato de la Coalici¨®n Popular) fueron las caracter¨ªsticas constantes en la vida de AP. Influido por los esquemas organizativos de la CEDA, Fraga. intent¨® siempre aglutinar a todas las fuerzas del centro y la derecha en un frente electoral que ¨¦l llam¨® mayor¨ªa natural, y cuyos primeros frutos consistieron en anular electoralmente, a las fuerzas de ultraderecha. Hoy, solamente un total hundimiento de AP har¨ªa que el flamante renacimiento de Fuerza Nueva constituyese una preocupaci¨®n para las instituciones democr¨¢ticas.
La idea de unir a los no socialistas, tenazmente perseguida por Fraga a lo largo de 10 a?os, amenaza ahora con desvanecerse tras la salida del Partido Dem¨®crata Popular (PDP) de la CP y el consiguiente avance de la tesis del partido unificado. Los esca?os regalados a los partidos coligados han servido, adem¨¢s, para sembrar el des contento en numerosas organizaciones provinciales de AP, cuyos militantes han tenido que ceder puestos en las listas a democristianos o liberales. No resulta aventurado, por tanto, pensar que Fraga tendr¨¢ que escuchar numerosas quejas cuando, el martes, se re¨²na con los responsables de su partido en cada provincia.
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