Falange Espa?ola: vendavales y fidelidad
Me parece ocioso decirle a usted que, a estas alturas, estoy ya curado de espanto por lo que se refiere a cualquier clase de tergiversaciones, deformaciones o desviaciones maliciosas en la narraci¨®n e interpretaci¨®n de los hechos angulares de nuestra historia. Por lo que ata?e a nuestra m¨¢s reciente guerra civil y a sus antecedentes, el juego historiogr¨¢fico a base de cartas marcadas tambi¨¦n hace ya mucho tiempo que ha agotado todas mis reservas de estupefacci¨®n y de irritaci¨®n. Pero, sin embargo, quedan todav¨ªa algunos casos de insidia hist¨®rica, con tales peculiaridades de tahurer¨ªa argumental que hacen inevitable la reacci¨®n de categ¨®rico rechazo.Como modelo de tal tipo de falacias flagrantes podr¨ªa ser se?alada la que atribuye a la Falange el repudio impecable de "una Espa?a que tachaban de faldicorta". Tal aseveraci¨®n est¨¢ contenida en un enf¨¢tico art¨ªculo que lleva la firma de Juan Luis Cebri¨¢n y que con el t¨ªtulo de La memoria hist¨®rica apareci¨® en EL PA?S el 18 de julio ¨²ltimo.
S¨®lo una mal¨¦vola fantas¨ªa delirante puede, se?or director, cargar sobre los hombros hist¨®ricos de la Falange una atribuci¨®n de ese tipo, que choca frontalmente con aquel objetivo de transformaci¨®n social que Jos¨¦ Antonio expres¨® p¨²blicamente cuando dijo: "Queremos una Espa?a alegre y faldicorta". Esa aspiraci¨®n genuinamente revolucionaria que Jos¨¦ Antonio manifest¨® sin tapujos y con lenguaje desenfadado, est¨¢ en la historia de nuestro credo y forma parte de su dial¨¦ctica vertebral. Ignorar esa pretensi¨®n renovadora y las palabras con que fue proclamada es grave; pero tergiversarlas y exhibirlas en un c¨ªnico antagonismo dial¨¦ctico es mentir con todas las circunstancias agravantes.
Para quienes, pese a todos los vendavales, permenecemos fieles a la doctrina y el estilo originales de la Falange, no hay sorpresa en ciertas actitudes de falseamiento y descalificaci¨®n. Desde la derecha, tanto como desde la izquierda, ha habido siempre un terco empe?o en presentarnos adulterados y mixtificados. De ah¨ª nuestro af¨¢n de liberarnos de tales polarizaciones, que son ajenas -a la derecha y, a la izquierda- a nuestra idea radical de una Espa?a que seguimos queriendo joseantonianamente alegre y faldicorta. -
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