Reagan, contra la droga
EL PRESIDENTE norteamericano, Ronald Reagan, ha declarado la guerra a la droga. Exhorta a la naci¨®n norteamericana a enrolarse en una movilizaci¨®n general contra la droga y sus alcahuetes y env¨ªa soldados a tierras lejanas para perseguir al estupefaciente all¨ª donde brota de la tierra.La lucha contra la droga debe ser una leg¨ªtima y grave prioridad de los Gobiernos del mundo occidental, por lo que cualquier iniciativa que bregue por sensibilizar a la opini¨®n de un mercado tan importante como el norteamericano no dejar¨¢ de tener alg¨²n efecto positivo. Otra cosa es la forma de plantearse la cuesti¨®n. Hay que preguntarse por qu¨¦ el presidente norteamericano mand¨® a sus soldados a la busca del vellocino de la droga, pisoteando el orgullo boliviano, que se encontr¨® con esa bienintencionada invasi¨®n sin preaviso de cortes¨ªa ni una clara idea de qu¨¦ pod¨ªa conseguir deambulando por la selva a la caza de jaur¨ªas de camellos.
La lucha mundial contra la droga parece que habr¨ªa de apoyarse en una acci¨®n coordinada en varios frentes, de los que uno se halla en las propias zonas productoras, y, otro, en los mercados receptores.
Los grandes pa¨ªses productores de la planta de la que se extrae una u otra sustancia destructora no son de ordinario importantes consumidores, al menos en el sentido que se da en Occidente al t¨¦rmino, y, movilizados por intereses conectados con los grandes circuitos internacionales de la droga, producen de una manera muchas veces m¨¢s remota que clandestina casi exclusivamente para atender a esa exportaci¨®n paralela. Perseguir hasta la devastaci¨®n esas dispersas ¨¢reas productoras, adem¨¢s de pol¨ªticamente complejo y materialmente arduo, causar¨ªa un grave perjuicio a econom¨ªas casi de subsistencia como la boliviana o la birmana, que tienen un vigor en sus circuitos negros del que carecen en la econom¨ªa a flor de tierra. M¨¢s eficaz parece que ser¨ªa, por el contrario, un plan de vasto alcance concebido casi como una subvenci¨®n de Occidente a una parte del Tercer Mundo, que desincentivara esas producciones ofreciendo medios alternativos de supervivencia. Por supuesto que un plan as¨ª no le envidiar¨ªa nada en envergadura al rescate de la deuda exterior de los pa¨ªses desprivilegiados, y es comprensible que sea m¨¢s f¨¢cil hablar de ello que ponerlo en pr¨¢ctica.
Al mismo tiempo, la acci¨®n sustitutoria de los cultivos en tierra productora ha de verse suplementada por una acci¨®n en casa propia, en la que parece mucho m¨¢s efectivo combatir a los grandes intereses que se lucran del tr¨¢fico que hacer redadas callejeras o intoxicar a camadas de, perros esnifando droga en los aeropuertos. Esta ¨²ltima, tarea, aunque deba redoblarse, s¨®lo podr¨¢ ser un parcial¨ªsimo disuasor, puesto que el beneficio de los camellos no es lo que mantiene pujante el negocio, sino rentabilidades mucho m¨¢s sustanciosas que no se obtienen en la calle.
El presidente Reagan ha formulado su declaraci¨®n de guerra, desde una perspectiva dram¨¢tica. Por el momento, ese gesto se limita a responder a una sensibilidad neoconservadora que mete en un mismo saco la oraci¨®n en la escuela, la oposici¨®n a toda forma de aborto, la presunta proliferaci¨®n de la pornograf¨ªa, al tiempo que aboga por un rearme moral contra esas maldiciones. Lo de la droga, sin embargo, es otra cosa y se merece algo m¨¢s que un gesto, poco m¨¢s que uno de aquellos carteles que en los antiguos tranv¨ªas anunciaban ejemplarmente que se prohib¨ªa la palabra soez.
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