Celestino Buhigas
Madrile?o de Lavapi¨¦s, es el delegado papal para el sur de L¨ªbano
Celestino Buhigas, ex alumno de Comillas (Santander), residente durante d¨¦cadas en Francia, donde trabaj¨® con refugiados espa?oles de la guerra civil, es ahora el delegado especial del papa Juan Pablo II para el sur de L¨ªbano, un pa¨ªs que conoce y ama desde 1972. Pero si el t¨ªtulo es sonoro, su ¨²nico poder es el de una personalidad arrolladora.Buhigas es ante todo un cura espa?ol de esa especie tranquila, socarrona, amistosa, fuerte, que da grandes palmadas en la espalda, que gusta del buen comer y beber, y cuyos raros enfados pueden ser temibles.
Hace unos 10 meses, el Papa le envi¨® a Jezzine, el ¨²ltimo reducto cristiano en el sur de L¨ªbano, una comarca de unos 30.000 habitantes, la mitad de ellos refugiados de guerra. Jezzine es una tierra mediterr¨¢nea con un mont¨®n de olivos y vi?as, a 74 kil¨®metros en l¨ªnea recta de Beirut y a 30 de la frontera internacional de Israel. Llegar hasta all¨ª desde la capital l¨ªbanesa es acceder a un territorio sitiado. Israel¨ªes, palestinos, shi¨ªes y drusos cercan la comarca, y s¨®lo estos ¨²ltimos le permiten una v¨ªa de entrada y salida a trav¨¦s de su feudo de Chouff. Son dos excursiones semanales, dos largos convoyes de coches y camiones que tardan cinco horas en recorrer el camino a Beirut.
Cuando el Vaticano le envi¨® all¨ª, Buhigas s¨®lo recibi¨® una instrucci¨®n: "Dar aliento a estas gentes, impedir que desesperen, mantener su apego a una tierra que ha sido suya durante siglos", dice con su voz gruesa y suave, entre sacerdotal y campesina.
Como provisi¨®n de fondos para su tarea recibi¨® 1.800 d¨®lares, y desde entonces no ha visto ni un duro m¨¢s procedente de Roma. Pero a fuerza de labia, y "con lo que me cae del cielo", Buhigas se ha hecho con un presupuesto para sus obras sociales, un cuarto en el hotel Wehber, que le sirve de residencia y oficina, y un coche BMW con ch¨®fer, al que ha colocado una matr¨ªcula diplom¨¢tica vaticana.
Buhigas es hoy por hoy una autoridad. Le adoran los cristianos de Jezzine y tambi¨¦n los pocos musulmanes que quedan en el ¨¢rea, a los que protege casi con m¨¢s celo que a sus correligionarios. Se le cuadra el general Antoine Lahad, el hombre fuerte de Israel en el sur de L¨ªbano. Walid Jumblatt, el l¨ªder feudal druso, le recibe en su palacio y le devuelve ?conos que hab¨ªa negado a reintegrar a Roma. Mientras, el diario beirut¨ª L'Orient-Le Jour informa de sus andanzas en primera p¨¢gina.
El delegado papal es un hombre de rostro ancho y gafas de montura met¨¢lica, que viste clergyman, fuma sin parar cigarrillos americanos bajos en nicotina y bebe whisky como si fuera agua y como tal le sienta el licor escoc¨¦s.
Es, dice, "un gran t¨ªmido" que teme que se le presente como "un cruzado, un m¨¢rtir o un santo". No lo es. El padre Buhigas es uno de esos curas de pueblo que toman chatos en las tabernas y luego se llevan los ateos a misa.
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