Oscar AIzaga y el PDP

Como ciudadano poco ducho en avatares, pol¨ªticos y seguidor remoto de tales acontecimiento, siempre a trav¨¦s de la Prensa peri¨®dica, semanal o diaria, no acierto a comprender la actitud exculpatoria mostrada por determinados columnistas pol¨ªticos hacia las intrigas, agrupadas en otros medios bajo el t¨¦rmino eufem¨ªstico de operaci¨®n, consumadas por don Oscar Alzaga en el seno de la coalici¨®n dirigida por cierto orondo l¨ªder gallego.Tales exculpaciones, fundamentadas en la pretendida existencia de una elevada estrategia pol¨ªtica tendente a enriquecer, mediante un fino desmarque progresista respecto al hombre del tirante rojigualdo, el debate dentro de la derecha, a la vez que: se ofrecen mayores alternativas al electorado, obvian el considerar la lectura m¨¢s simple de la cuesti¨®n, es decir, la que nos dice que tal desmarque, pretendidamente debido a criterios pol¨ªticos, no se hubiera producido de haber ganado Coalici¨®n Popular las pasadas elecciones y que la futura estrategia no ser¨¢ otra que la habitual: otear el futuro mapa pol¨ªtico para iniciar una lenta pero eficaz aprox¨ªmaci¨®n a la fuerza pol¨ªtica que se perfile como triunfadora en los comicios de 1990.

Comparar esta supuesta marginaci¨®n parlamentaria con la sufrida por los disc¨ªpulos de Gerard¨ªn me parece francamente ofensivo para estos ¨²ltimos, pues los izauierdistas unidos constituyeron ina opci¨®n inequ¨ªvocamente diferenciada en la! ¨²ltimas elecciones, y se expusieron como tal al refrendo de un electorado que les otorg¨® su confianza en proporci¨®n nada desde?able, siendo, por el contrario, di¨¢fano el hecho de que los democristianos del pedep¨¦ se valieron de Fraga para obtener una representaci¨®n parlamentaria. ficticia, y que sus sufragios, de haber concurrido en solitario al circo electoral, hubieran ascendido como mucho a la mitad de los alcanzados por el pragm¨¢tico l¨ªder catal¨¢n hom¨®nimo de los saneamientos.-