Elena Obraztsova, en espa?ol y ruso
ENVIADO ESPECIALLa presencia de la mezzosoprano sovi¨¦tica Elena Obraztsova en la plaza Porticada de Santander la noche del s¨¢bado y la de los Madrigalistas de Praga en el santuario de la Bien Aparecida, la tarde del domingo, fueron cap¨ªtulos principales del festival internacional.
Elena Obraztsova es magn¨ªfica por la belleza de sus medios vocales, la calidad de su arte y la temperatura de su vitalidad. Si sus versiones de ¨®pera rusa resultan inimitables, no estoy por la labor de negarle el pan y la sal a cuanto hace con el repertorio espa?ol, Granados y Falla en esta ocasi¨®n. Tampoco debe conced¨¦rsele la exclusiva de nuestros compositores a las voces nacionales, que no siempre aventajan versiones como las de la Obraztsova. Recordemos c¨®mo Falla divulg¨® buena parte de su obra a trav¨¦s de artistas extranjeras con las que, incluso, colaboraba al plano. Otra cosa es que al igual que tantas, de aqu¨ª y de fuera de aqu¨ª, Obraztsova apresure ciertos tiempos en un entendimiento nervioso de lo espa?ol bien distinto de su radical serenidad, lo que se evidenci¨® en la Seguidilla o en la canci¨®n basada en un tema granadino de Bamba o Tonada de columpio, que al tiempo que la escuchamos habr¨ªa dado en tierra con el cuerpo del pac¨ªfico balanceante meridional. En cambio, fue muy bella la Nana y de extraordinaria fuerza y buen sentido el Polo gitano, y aun exagerada de tiempo, deliciosamente despojada de jactancia, la Jota.
En cuant6 a las tres Dolorosas de Granados, est¨¢n asumidas con propiedad por la gran cantante. No en vano estas melod¨ªas tristes, de tan amplia tesitura, obedecen a una sincera voluntad rom¨¢ntica antes que a un goyismo dieciochesco, bastante convencional.
En los tres fragmentos de Rimsk?-Korsakov, en los de Mussorgski y Chaikovski, Obraztsova hizo prodigios; s¨®lo ech¨¢bamos de menos el sost¨¦n de la gran orquesta en lugar de un piano sobre el que Vazha Chachava, otras veces magn¨ªfico, se mostr¨® decididamente mediocre. Inolvidables las arias de Cilea, Mascagni y Puccini.
Merece la pena subir a la Bien Aparecida, en donde los 30 cent¨ªmetros de altura de una virgencita rodeada por un coro de ¨¢ngeles m¨²sicos barrocos contrasta con los incontables kil¨®metros de perspectiva en un paisaje absolutamente singular. Hasta all¨ª llegaron, la tarde del d¨ªa 17, los asombrosos Madrigalistas de Praga, que dirige Svatopluk Janys: una docena de cantores e instrumentistas dominadores y familiarizados en igual medida con los Madrigales guerreros y amorosos de Monteverdi, las Armon¨ªas morales de Gallus, las deliciosas Danzas de tabulatores de Jan de Lubl¨ªn, nuestro Cancionero de palacio o los grandes motetes de Crist¨®bal de Morales.
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