C¨®mo sobrevivir en agosto
Pasaban las horas del mediod¨ªa y el calor tenaz y denso del domingo de agosto propiciaba viajes a ninguna parte, como el definitivo ensimismamiento estival. Conven¨ªa rastrillar los rastrojos; hab¨ªa que afeitarse; urg¨ªa leer los peri¨®dicos o cualquiera de aquellos libros que durante el a?o destinamos a los d¨ªas de agosto. En esas horas viv¨ª un extra?o solipsismo de hamaca. Con la tristeza en sus ojos humedecidos, incapaces de reproches ante la desidia humana, el perro yac¨ªa :mientras el verano palpitaba en el cigarral. Colgada de un pino y un acebuche, la hamaca tropical constitu¨ªa la ¨²ltima posibilidad de un gran mediod¨ªa de belleza, orden, lujo y quietud. Observ¨¦ la actividad monocorde del hormiguero que apareci¨® hace unos d¨ªas y que no conoce el precepto dominical: la s¨²bita excitaci¨®n general pod¨ªa significar que las hormigas exploradoras hab¨ªan hallado una nueva, fuente de alimentos. Las otras hormigas pronto trazar¨ªan sus trayectorias en la tierra del jard¨ªn y volver¨ªan acarreando provisiones, record¨¢ndonos el agobio de nuestros pasos en los hipermercados y la muchedumbre con carritos met¨¢licos abarrotados de grandes paquetes de pa?ales, sillas plegables y cerveza en lata.Pronto iba a echar la curiosidad por la borda. Todo estaba all¨ª presente, en el mediod¨ªa t¨®rrido y espeso, sin encrucijadas. Luego se aquietar¨ªa la ansiedad de lo cotidiano y me olvid¨¦ de la memoria. S¨®lo en el tiempo es posible el remordimiento y por eso el olvido cruza, gratificante, esos d¨ªas de vacaciones en los que vivimos prolongados letargos de indecisi¨®n, tal vez porque suponemos que la vida no puede avanzar a golpe de decisiones. Poco cuesta entonces abandonar tambi¨¦n la iron¨ªa -el florete con el que nos empe?amos in¨²tilmente en cortar el nudo gordiano-. Uno se aproxima ya a aquel estado vegetativo que habr¨¢ de culminar con el no hacer nada que nos lleva -como dijo un experto- a no ser nada.
En silencio refulgi¨® la panza de un Boeing en el cielo: el piloto avizoraba unas nubes tenues y las azafatas repart¨ªan peri¨®dicos y zumos de naranja. Todo pudiera, en este caso, ser necesario: el tronco del pino que gotea resina, el cangrejo en las rocas de la costa, el Boeing silencioso, el jaspe, las uvas maduras, el reloj de cuarzo o el coraz¨®n inquieto; pero viajando en la hamaca todo nos parec¨ªa definitivamente innecesario. Todo es, ciertamente, una disipaci¨®n de la energ¨ªa. Crepitaban los incendios en las faldas de los montes y la mente del hombre ingeniaba nuevas formas de terror mientras que otros seres humanos perd¨ªan su tiempo rememorando las ilusiones perdidas en las ocho d¨¦cadas de este siglo. Junto a la piscina alguien supon¨ªa haber inventado un nuevo modo de amar: todo era tan posible como in¨²til.
Por fortuna, en la hora atardecida, despu¨¦s de la siesta m¨¢s larga, uno vuelve a la hamaca y como por un efecto de simetr¨ªa especular recupera la curiosidad, la iron¨ªa y la memoria. Ese nuevo castigo ya no es estrictamente vegetal y consiente espor¨¢dicas burbujas de actividad intelectual. Uno puede quedarse ah¨ª hasta que las luci¨¦rnagas de agosto nos lleven a la celebraci¨®n de la noche. Pero, mientras tanto, nuestros semejantes ir¨¢n regresando a sus casas y ciudades despu¨¦s de un domingo en la playa. Mientras viaj¨¢bamos en hamaca ellos estaban en la playa pululante de hombres y mujeres semidesnudos, entre las olas tibias o tumbados de cara al sol, entre ni?os malcriados que levantan tempestades de arena, novelas boquiabiertas sobre la toalla arrugada y el, fragor de radios inoportunas. A vista de p¨¢jaro, aquella concurrencia multitudinaria tambi¨¦n se asemejar¨ªa a un hormiguero, sin color ni diferencias.
A estas horas el pir¨®mano ya saborea su obra maestra y se acuesta con la ilusi¨®n del crimen de ma?ana mientras que alg¨²n balandro anda perdido en alta mar y los que quedaron en la ciudad deciden salir a tomar una copa. Las playas han quedado vac¨ªas. Se pregunta Lewis Thomas en La medusa y el caracol si las hormigas -que aglomeradas integran un animal ¨²nico- no son un mensaje de altruismo frente a las apolog¨ªas del individuo solitario y ego¨ªsta: si aquellas hormigas aglomeradas se constituyen en una criatura ¨²nica y enorme y esa criaturapiensa, ?qu¨¦ es ese pensamiento? Francamente, desde una hamaca que en las horas del crep¨²sculo resguarda de la desaz¨®n y del vac¨ªo, cualquier forma de pensamiento que pueda darse en el hormiguero de las playas se me antoja del todo deleznable.
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