El maestro y la borrega
Buend¨ªa / Manzanares, Ni?o de la Capea, EspartacoToros de Joaqu¨ªn Buend¨ªa, bien presentados, aborregados y moribundos. Manzanares: estocada ladeada tirando la muleta (oreja); pinchazo y media atravesada baj¨ªsima (silencio). Ni?o de la Capea: pinchazo, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); bajonazo (silencio). Espartaco: estocada tirando la muleta (oreja); estocada ladeada recibiendo (oreja). Sali¨® a hombros.
Plaza de Bilbao, 21 de agosto. Quinta corrida de feria.
El toro sale grande y serio en Bilbao, seg¨²n la fama; menos cuando sale de risa, como ayer. El toro que ayer salt¨® a la negra arena del coso de Vista Alegre era borrega. Y como dispusieron que lo lidiaran maestros -eso dicen-, m¨¢s risa a¨²n. El maestro y la borrega: f¨¢bula.
La f¨¢bula del maestro y la borrega se estuvo repitiendo toda la tarde taurina y vizca¨ªna de ayer, excepto cuando actuaba Espartaco, que no presume de maestro ni nada e iba a lo suyo, que consiste en pegar muchos pases, all¨¢ penas como salgan, y resulta que algunos sal¨ªan buenos; en tirarse de rodillas y pegarlos al aligu¨ª, modalidad que transmiten singular emoci¨®n. Cuando gir¨®, naturalmente genuflexo, para dar uno de espaldas, provoc¨® el delirio.
El peque?ito y ya muy veterano diestro Damaso Gonz¨¢lez hace eso mismo todas las tardes, incluso durante el invierno, en el bar, a la hora del caf¨¦, y la gente no se le pone tan alterada. Claro que no suele hacerlo en Bilbao y en tardes triunfalistas como la de ayer. El triunfalismo desaforado del p¨²blico vizca¨ªno alcanz¨® momentos de tensi¨®n m¨¢xima y no llega a desbocarse merced a la actuaci¨®n del presidente, Carmelo Sanchez-Pando, que esa s¨ª fue seria; de lo poco serio que hubo en la f¨¢bula.
Aborregados estaban los toros, mas no al aparecer por el chiquero. Antes al contrario, en cuanto asomaban la cara a la negrura del redondel, lo cruzaban como centellas, fijos al cite; derrotaban violentamente en los burladeros, a veces estrellaban todo el cuerpo contra las tablas, y continuaban, veloces, codiciosos, potentes, en fiera persecuci¨®n de capotes, peones, maestros, una mosca que revoloteara por all¨ª, Y, de repente, !catapl¨²m!, les temblequeaban las patas, entraban en trance crepuscular, deambulaban como alma en pena, acud¨ªan cansinos a los enga?os, se metamorfoseaban en borregas, y algunos, traumatizados por esta inexplicable mutaci¨®n, se pon¨ªan a morir.
Los maestros les hac¨ªan maestr¨ªas. Generalmente las maestr¨ªas consist¨ªan en chasquear zapatillazos contra la arena. Ni?o de la Capea tiene bien ganado cr¨¦dito zapatillero (que ha exterminado las cucarachas de media Espa?a), pero Manzanares no le va a la zaga. Manzanares es de una zapatillez supina. Manzanares pega el zapatillazo y esconde astutamente el pie. Lo hace a la velocidad del l¨¢ser; por eso hay que fijarse. Quiz¨¢ no se le aprecia tanto pues torea al rev¨¦s: el pie zapatillero del Ni?o de la Capea y otros maestros del zapatillazo -un pie decente, segun mandan los c¨¢nones-, en Manzanares es el otro.
Al primer toro, Manzanares le bajaba mucho la mano, le templaba mucho su ya templada borreguez. L¨¢stima que abusara del pico y descargara la suerte. Al cuarto le dio derechazos y naturales incoloros, luego se desanim¨®, y se lo quit¨® de en medio de un sartenazo.
Ni?o de la Capea, entre zapatillazo y zapatillazo, hac¨ªa el oficio de guardabarrera: colocado fuera del carril, pon¨ªa el lienzo escarlata dentro del carril, y acompa?aba el borregu¨ªsimo caminar del toro. Si a eso lo llaman torear, es preciso a?adir que torea lent¨ªsimo, como nunca jam¨¢s en la historia de la tauromaquia; tan lento como caminaba el toro, jadeante, sumiso, a paso tortuga.
En realidad el toro se estaba muriendo de pena; recordaba aquella casta brava indomita que le estuvo bullendo en la sangre desde que la vaca madre lo ech¨® en los luminosos herbazales del mediod¨ªa, y le dur¨® hasta que lleg¨® a Bilbao y embisti¨® capotes. Acab¨® acost¨¢ndose, harto de vivir, resuelto a morir en paz. Pero no lo consintieron las cuadrillas, que mediante tracci¨®n banderillera, tirando esforzadamente de los cuernos y el rabo, lo pusieron de nuevo en pie. Al quinto, un precioso c¨¢rdeno que irrumpi¨® en la arena con muchos pies y tir¨¢ndose materialmente contra burladeros y capotes, le ocurri¨® lo mismo. ?ste, igualmente aborregado y moribundo aunque menos d¨®cil, se cay¨® pronto y Ni?o de la Capea lo remat¨®. Un bajozano descarado hubo de ser el ep¨ªlogo de la larga fabula del maestro y la borrega. A la gente, la verdad, le daba lo mismo f¨¢bula que historieta, y ni por esas se le agot¨® el triunfalismo. Lo del "toro serio de Bilbao" es de esas cosas que se dicen.
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