Los 'mochileros'
QUIEN HAYA estado una vez en Venecia no podr¨¢ olvidar nunca el esplendor de sus facturas. Para personas de baja econom¨ªa es una ciudad prohibida. Muchas de estas personas resolv¨ªan el problema llevando sus bolsitas de comida y sus sacos de dormir. Pero Venecia no desea amantes pobres. Intent¨® vender la entrada a la ciudad, pero era anticonstitucional. Ha decidido prohibir que se coma y se duerma en la v¨ªa p¨²blica, seg¨²n ordenanzas para la limpieza de la ciudad (aunque sus habitantes no tengan una especial habilidad para conseguirla). En realidad, se trata de una lucha contra el turismo pobre y, esencialmente, contra los mochileros, que son los muchachos y muchachas que se desplazan por Europa cargados con la mochila de lo imprescindible que les permite viajar con presupuestos moderados. Otras ciudades se han sumado a la campa?a, incluso algunas espa?olas.Sin embargo, son una tradici¨®n, y ciudades abiertas los acogen con entusiasmo desde hace muchos a?os; incluso algunas de sus manifestaciones espor¨¢dicas -el ba?o en la fuente monumental un d¨ªa de calor, el grupo en torno a la guitarra o la arm¨®nica en una escalinata hist¨®rica- se acogen con la alegr¨ªa con que se recibe el regreso de las cig¨¹e?as, y sus fotos se publican en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Significan algo: un verdadero europe¨ªsmo, una forma de cultura, una manera por la cual los j¨®venes conviven entre s¨ª y conocen a los dem¨¢s.
Pero es un turismo que cuesta dinero a quien lo recibe. Hay albergues para ellos, municipales o estatales, donde se les da cama y comida por un tiempo limitado, y en muchas ciudades espa?olas est¨¢n, seg¨²n dicen ellos, los mejores; y se ponen a su disposici¨®n mapas y gu¨ªas; y hay puntos en los que se les dan breves cursillos de la cultura local, cuyos monumentos les est¨¢n abiertos; y monitores en sus idiomas que les informan y les aconsejan. Estas ya antiguas iniciativas se debieron a la conciencia de la riqueza latente que suponen estos primeros viajes, y de la idea quiz¨¢ abstracta, pero muy defendible, de que el conocimiento de todos por todos evitar¨ªa, en el futuro, muchos nacionalismos. dram¨¢ticos.
La enemistad al mochilero es de ahora. No puede tener m¨¢s origen que la nueva mezquindad frente a lo gratuito: se desea al turista-objeto con cheques de viaje. La riqueza inmediata. El turista es una fuente que sufraga la econom¨ªa de las industrias de temporada y que aparece contabilizado en los cap¨ªtulos de las exportaciones invisibles. En torno a esta operaci¨®n hay una cobertura conservadora. de la que forma parte la nueva imagen negativa de la juventud, el rechazo a la promiscuidad, la sospecha del delito o la droga, la incomodidad que produce en las viejas clases ver a muchachos -sobre todo a muchachas- que se mueven con su libertad propia y seg¨²n su decisi¨®n. La idea de que la belleza y la armon¨ªa de la ciudad se destruyan por su presencia es insensata. Hay personas que de todas formas prefieren ese paisaje humano de los j¨®venes andarines a la belleza de una ruina abandonada. No se sabe por qu¨¦ el equilibrio de. las piazzetas venecianas -o de cualquier otro lugar- resiste bien las mesas al aire libre de los restaurantes caros -rodeados muchas veces, eso s¨ª, de mendigos aut¨®ctonos- y se estropea por la pareja de estudiantes que come su bocadillo. La capacidad de poluci¨®n depende muy relativamente de pobreza o riqueza. Lo que arrojan los borrachos que salen del Harry's Bar -por seguir con Venecia- no es una materia ¨¢urea, aunque haya sido originada en d¨®lares o marcos.
La riqueza del mochilero es inmaterial. El que no es capaz de apreciarla en la presencia fisica de los chicos y chicas que llegan a raudales podr¨¢ meditarla en lo que supone de un futuro quiz¨¢ mejor, quiz¨¢ m¨¢s internacionalista, m¨¢s franco y abierto que el internacionalismo de mercados que buscamos ahora.
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