Una gran cantante para el 'lied' y la ¨®pera
La Quincena Musical de San Sebasti¨¢n es, sin discusi¨®n, el m¨¢s antiguo, festival de Espa?a, pues naci¨® en el teatro Kursaal el mes de agosto de 1939, impulsado por dos grandes mel¨®manos donostiarras desde su situaci¨®n administrativa en el Ayuntamiento: Jos¨¦ Joaqu¨ªn Casta?eda 3, Francisco Ferrer Damborenea. En su 472 edici¨®n., la Quincena que organiza el municipio con el patrocinio de los organismos culturales de la Diputaci¨®n y del Gobierno vasco mantiene su prestigio y ampl¨ªa su p¨²blico gracias al cultivo de los diversos g¨¦neros: desde el gran concierto sinf¨®nico y el recital hasta la m¨²sica contempor¨¢nea, los ciclos de ¨®rgano, los cursos de interpretaci¨®n o los sonetos de Garc¨ªa Lorca cantados por Amancio Prada.Tras la presentaci¨®n del pianista sovi¨¦tico Mikhatel Rudy en un programa rom¨¢ntico preferentemente dedicado a Franz Liszt, ha causado sensaci¨®n el recital de la mezzosoprano b¨²lgara Alexandrina Miltcheva, que en uni¨®n de su compatriota, la pianista profesora Protitch, ofrecieron en el teatro Victoria Eugenia una hora larga de verdadera m¨²sica.
Color de la belleza
Los madrile?os y los barceloneses recordar¨¢n, sin duda, el nombre de la Miltcheva, pues intervino en las temporadas de ¨®pera del Liceo y del teatro de la Zarzuela. En la capital cant¨® junto a Pl¨¢cido Domingo Sans¨®n y Dalila, de Saint-Sa¨¦ns. La voz de esta artista singular es preciosa por la belleza de su color, la igualdad en todos los registros y un mordente tan elegante como de irresistible impacto en la audiencia.
Pero, adem¨¢s, la voz y la t¨¦cnica de la cantante est¨¢n hundidas por un talento interpretativo verdaderamente admirable;.
La tierna, original y honda belleza de las Canciones de ni?os, de Moussorgsky, nos lleg¨® en visi¨®n interiorizada, sencilla y altamente po¨¦tica, sin asomo de ese amaneramiento tan, frecuente en los int¨¦rpretes al tratar el tema infantil. No menos ordenados y enaltecidos en su grandeza l¨ªrica los cinco lieders de Chaikovski descubrieron, gracias a la veracidad de las versiones, uno de los rincones mas bellos del compositor: aquel en el que su expresi¨®n se ensimisma para renunciar a cualquier tentaci¨®n pat¨¦tica.
Despu¨¦s, la ¨®pera: arias del Orfeo, de Gluck; Medea, de Cherubini; Sans¨®n y Dalila, de Saint-Sa?ns; Werther, de Massenet, y Adriana Lecouvreur, de Cilea. Fue una suerte de sint¨¦tico repaso a la historia del gran de rama l¨ªrico casi desde sus comienzos hasta la prolongaci¨®n del verismo. La gran liederista que hab¨ªamos 'escuchado antesse creci¨® en medios, posibilidades expresivas y, hasta en el gesto, para presentarse como convincente y gran mezzo lleatral, en la que incluso los momentos de m¨¢s fuerte dramatismo iluminan sus luces oscuras con la claridad de un lirismo noble y tenso.
Es ejemplar la l¨ªnea estil¨ªstica y el impulso human¨ªstico de Miltcheva, al cuya labor se ci?e la de la pianista Protitch con algo que es m¨¢s que precisi¨®n, verdadera creaci¨®n en compa?¨ªa.
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