La moda en ideas del pr¨®ximo oto?o
Las ideas, como los; trapos, tienen su temporada, aunque duren m¨¢s, de momento. Del entorno europeo llegan avisos de que estamos a finales de temporada. Est¨¢n de saldo grandes corrientes de pensamiento que en los ¨²ltimos tiempos han condicionado h¨¢bitos culturales, influido en la pol¨ªtica y, por supuesto, animado el cotarro intelectual.Del marxismo, por ejemplo, se discute sobre si su prolongada crisis; es un eclipse o el crep¨²sculo. Los m¨¢s animosos investigan sobre el lugar y hora del descalabro: ?fue en la China posmao¨ªsta o en el Vietnam desmistificado? Tampoco cabr¨ªa excluir al socialismo mediterr¨¢neo tras su llegada al poder. Nadie duda de que el marxismo, en su mejor parte, es ya patrimonio universal. Y se cita aquello de "que la esencia del hombre es el trabajo", idea que Marx atribu¨ªa con toda raz¨®n a Hegel.
Del estructuralismo no queda ni la nostalgia. El empe?o de privar al hombre concreto de toda realidad en provecho de los elementos intrasist¨¦micos o estructurales resulta hoy un atentado imperdonable contra el hombre.
Los nuevos fil¨®sofos son ya insoportables veteranos. De las ciencias sociales pende el sambenito del simplismo: despreciar las grandes cuestiones filos¨®ficas para decretar, por ejemplo, que la verdad cient¨ªfica es el puro producto de las relaciones de fuerza entre investigadores no parece de recibo.
Claro que como no hay desolaci¨®n que 10 a?os dure, se avisa al lector que ya est¨¢ emergiendo lo nuevo de entre tanto escombro. La novedad es el hombre, que reclama su papel de sujeto, harto de tanto af¨¢n desmedido por estructuras, sistemas, ideales inalcanzables y destinos hist¨®ricos. Como prueba de lo que se avecina se se?ala el hecho incuestionable de que hoy moviliza m¨¢s, tambi¨¦n en la izquierda, la referencia a los derechos humanos que la solidaridad proletaria.
El reencuentro con el hombre como protagonista de la escena cultural, social y pol¨ªtica resulta tranquilizador. Al fin y al cabo, ?no es ¨¦se el gran descubrimiento del pensamiento moderno europeo? Todo el progreso occidental en las artes, en las letras o en el arte de la pol¨ªtica tiene que ver con esa revoluci¨®n del pensamiento. Con raz¨®n dec¨ªa Hegel, comentando el descubrimiento cartesiano de que toda verdad se tiene que asentar en la libertad. del sujeto, "que estamos en casa. y el vig¨ªa puede gritar: '?Tierra a la vista.'".
Pero, ojo, ese hombre que vuelve a su casa es nuevo y viene: de lejos. No es el hombre comprometido que ha caracterizado al progresismo, sino el hombre de la diferencia. No es el sujeto de tareas hist¨®ricas, sino de asuntos dom¨¦sticos. Ese hombre renuncia a presentarse como principio legitimador del poder porque desconf¨ªa de su utilidad, as¨ª como de las virtualidades reguladoras del inter¨¦s.
Si triunfa esta moda filos¨®fica -sea porque refleja la realidad, sea porque acabe configur¨¢ndola a su imagen y semejanza- asistiremos a cambios de enfoque espectaculares: contemplaci¨®n del orden social desde la libertad individual, inter¨¦s por el sentido de la historia desde el destino personal, valoraci¨®n de la fuerza del sistema desde la tolerancia al disidente, ubicaci¨®n de la legitimidad de lo p¨²blico en su capacidad de garantizar lo privado...
A la ortodoxia del progresismo tal planteamiento puede resultar una inaceptable herej¨ªa. A ello contribuye la ma?a que se ha dado el mundo conservador en apropiarse esta sensibilidad bajo el se?uelo del neoliberalismo. Valdr¨¢ la pena, cuando llegue el oto?o, discutir qu¨¦ tiene que ver la libertad con el liberalismo y el hombre con el humanismo. Estos ismos han solido confundir la libertad con propiedad en hect¨¢reas y al hombre con su fuerza de trabajo. S¨®lo han reconocido al hombre que ya era libre y due?o de sus actos; por eso llenaron la sociedad de barricadas, para defenderse de los hombres que no eran todav¨ªa sujetos y que, precisamente por eso, exig¨ªan condiciones materiales para el ejercicio de los derechos humanos. Aquel liberalismo era Fiel a la m¨¢xima de Romero Robledo: "Los conservadores deseamos conciliar los intereses de la libertad con los intereses de la propiedad". De ese darwinismo social no parece que se ha, a apeado el neoliberalismo.
El desaf¨ªo es sobre todo para quienes, a la vista de aquellos liberalismos, vieron en lo colectivo la defensa de lo individualmente indigente. El objetivo era, sin duda, el hombre concreto. Pero la indigencia individual obligaba a una mediaci¨®n colectiva. Nacieron teor¨ªas y proyectos pol¨ªticos reivindicativos, cuya eficacia salta a la vista en las leyes sociales de cualquier pa¨ªs moderno. No hay duda, sin embargo, de que la moda de oto?o ofrece otro dise?o y habr¨¢ que ver si s¨®lo en la forma o tambi¨¦n en el fondo.
Las modas, ya se sabe, pertenecen al g¨¦nero fr¨ªvolo. Justificada ser¨ªa, por tanto, una ben¨¦vola consideraci¨®n ir¨®nica. Una iron¨ªa que no deber¨ªa ahorrar siquiera al an¨¢lisis de los patrones cl¨¢sicos no sea que un exceso de ortodoxia merezca la cr¨ªtica que hac¨ªa Pascal de los devotos de su tiempo, "que muestran m¨¢s celo que ciencia".
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