Nadar
Nada hay m¨¢s parecido a un templo que una piscina, ni a un concilio eclesi¨¢stico que un campeonato de nataci¨®n. Toda la sensualidad del cuerpo abultado y semidesnudo, y el relente de su humedad, quedan condonados por las abluciones de la pila. La nataci¨®n es la anulaci¨®n de la carne. En una consideraci¨®n popular todo deporte es una pl¨¦tora del cuerpo, pero nadar es la tesis del m¨²sculo puro y la liquidaci¨®n del sexo. Inmersos en la piscina, los participantes de estas interminables escenas televisadas se desvisten de pasi¨®n y ocupan un lugar indeciso sobre una especie helada en lo epiceno. Los nadadores o nadadoras son deseados, pero carecen de deseo. Han abolido la lujuria y sus molestos enjambres. Cualquier anfractuosidad, toda estribaci¨®n del cuerpo, estorba su destino de hendir m¨¢s f¨¢cilmente el estilo del agua. Son cuerpos al fin pulimentados y duros como la esmaltada iconolog¨ªa del santoral. Tienen tambi¨¦n su atractivo de distancia y perfecci¨®n. Vol¨²menes cerrados y deslizantes cuyos poros jam¨¢s son perceptibles y su transpiraci¨®n no consta. Tambi¨¦n, como los altos habitantes del altar, no hablan. S¨®lo se exponen, y han de ser adivinados por el devoto, que tiende a relacionarse con ellos en una laguna m¨ªstica. Su solipsismo es total. Se calzan sus anteojos para seguir una l¨ªnea recta y su mirada s¨®lo cubre las dimensiones del plano. El horizonte del agua es su techo y su meta. Ausentes de cualquier comunicaci¨®n con otros relieves y tempestades. Seducidos por su propia seducci¨®n y ah¨ªtos de su alianza con la abstracci¨®n de la velocidad y el silencio de los fluidos. En su universo nadie ingresa sin haber antes perdido la ignominia. M¨¢s all¨¢ de todas las dem¨¢s pr¨¢cticas deportivas que terminan con la llegada del ba?o o de la ducha, la nataci¨®n empieza con ellos y reniega de este mundo. Frente al jogging que ocup¨® los ¨²ltimos a?os del sudoroso deporte com¨²n, la sociedad est¨¢ eligiendo ahora el arte de nadar. Una hora de nataci¨®n al d¨ªa acompasada a la voluntad del agua hace que la mente se a¨²ne a la beatitud y el cuerpo al metacrilato. Especie de muerte ¨¦sta tan asimilable a una salud transparente que cualquier ciudadano deber¨ªa apuntar en su diario.
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