Homenaje a Yiyo en el primer aniversario de su muerte
La feria de Colmenar (Madrid) empieza esta tarde. las cuadrillas har¨¢n el pase¨ªllo descubiertas y, a su t¨¦rmino, se guardar¨¢ un minuto de silencio en memoria de Jos¨¦ Cubero, Yiyo, el joven matador que muri¨® de una cornada, en esta misma plaza, hoy hace un a?o.De entonces ac¨¢, el torero ha permanecido vivo en el recuerdo, y al dolor de su p¨¦rdida se une la convicci¨®n, cada vez m¨¢s firme con el paso del tiempo, de que hab¨ªa en ¨¦l madera de figura. Pose¨ªa todas las cualidades que son indispensables para. el ejercicio del toreo, y con tan excepcional fundamento, que ese toreo le sal¨ªa f¨¢cil; en ocasiones, demasiado f¨¢cil para transmitir en toda su medida el dramatismo de la lidia.
Igual que le ocurri¨® a Joselito el Gallo -un diestro magistral que conoc¨ªa toda la ciencia de la tauromaquia-, esa tensi¨®n dram¨¢tica le llegar¨ªa a Yiyo una vez, en grado m¨¢ximo, para costarle la vida. El toro, de Marcos N¨²?ez, ya estoqueado de muerte, lanz¨® cuando menos se esperaba una cornada ciega que le parti¨® el coraz¨®n.
Tras la enorme conmoci¨®n por este suceso, la fiesta sigui¨® adelante, y no hab¨ªa transcurrido ni un mes cuando un hermano del infortunado diestro, S¨¢nchez Cubero triunfaba clamorosamente en su presentaci¨®n ante la c¨¢tedra de Madrid. Otros tambi¨¦n obtuvieron se?alados ¨¦xitos. Sin embargo, nadie ha llenado a¨²n el hueco que dej¨® Yiyo en la profesi¨®n torera, y todo en el mundillo taurino contin¨²a igual que antes de aquel fat¨ªdico 30 de septiembre de 1985.
Cientos de toreros pelean por ganar un puesto digno en sus escalafones o para darse a conocer. Alguno consigue romper apenas el duro cerco de incomprensi¨®n que tiende un abismo entre sus ilusiones y la gloria. A muchos apenas les vale para nada su valor y torer¨ªa, y a veces ni siquiera los triunfos les despejan el camino.
Yiyo, triunfador indiscutible en San Isidro y en la mayor¨ªa de los cosos, ten¨ªa problemas para obtener contratos con la remuneraci¨®n adecuada. A la corrida donde le llegar¨ªa la muerte, acudi¨® para sustituir a un torero que se cay¨® caprichosamente del cartel; no estaba anunciado en esa feria.
Una mara?a de intereses corrompe el normal desarrollo del espect¨¢culo. Son pocos los que lo manejan, y mandan demasiado. En el caso de aquel Yiyo esforz¨¢ndose por defender un puesto para el que estaba de sobra dotado hay otros, y lo peor es que a¨²n habr¨¢ m¨¢s, a?os adelante, si las estructuras socioecon¨®micas de la fiesta no cambian. Al torero tr¨¢gicamente desaparecido se le llor¨® con sincero y profundo dolor. Sin embargo, el trato injusto que estaba recibiendo no constituy¨® una lecci¨®n para nadie.
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