La carne que comemos
Como prueba del desconocimiento que de la naturaleza se tiene hoy d¨ªa se cita el caso real sucedido en una escuala del cintur¨®n industrial de Par¨ªs donde el maestro pidi¨® a los ni?os que dibujaran una gallina: algunos representaron una masa envuelta en un higi¨¦nico saquito de pl¨¢stico. No obstante, si a los adultos se nos preguntase c¨®mo ha sido criado el pollo que vemos en la cesta de la compra, quiz¨¢ responder¨ªamos de acuerdo con la imagen de los corrales que anta?o exist¨ªan en nuestros pueblos, lo cual es un error tan craso como el de los ni?os citados.La visita a una,nave en que se practica la avicultura o ganader¨ªa modernas constituye un espect¨¢culo alucinante y una muestra de c¨®mo se les puede negar a los seres vivos el espacio y las m¨¢s obvias necesidades, con consecuencias tales como que las aves no puedan estirar un ala, que los mam¨ªferos no puedan girarse, que a las gallinas, sin el desgaste de escarbar, les crezcan las u?as de tal forma que formen un cuerpo con la jaula, de la que hay materialmente que arrancar en vivo para llevar al animal al matadero, etc¨¦tera.
El sistema vigente fuerza el consumo de carne en los pa¨ªses ricos, de modo queja tercera parte de los cereales del mundo es absorbida por la avicultura y ganader¨ªa de dichos pa¨ªses. He aqu¨ª los rendimientos medios de la transformaci¨®n de prote¨ªnas vegetales en prote¨ªnas animales: pollo, 20%; cerdo, l2%; buey, del 3% al 6%. En tal despilfarro de prote¨ªnas, en ese tr¨¢nsito que muchas veces se da desde los pa¨ªses pobres hacia los pa¨ªses ricos, en esos sufrimientos causados a los animales con la avicultura y ganader¨ªa intensivas... existen intereses ocultos. Los gigantes del consumo de granos (Cargill, Continental, Bunge, Dreyfus) hacen cifras impresionantes, pr¨®ximas a los 50.000 millones de d¨®lares. Todo ello sin contar con los intereses de la industria farmac¨¦utica mundial, ya que a los animales se les atiborra de antibi¨®ticos, hormonas, preparados y f¨¢rmacos.
En zonas de Europa, por razones de salud humana, por humanitarismo e incluso por gastronom¨ªa, se empieza a exigir y vender carne de animales en cuya crianza se han respetado sus m¨¢s elementales exigencias vitales. En cuanto a nuestro pa¨ªs, en parte por la debilidad del movimiento ecol¨®gico, todav¨ªa no somos del todo conscientes de que cada vez que demandamos un ins¨ªpido pollo de avicultura intensiva estamos aumentando el sufrimiento de los animales y lanzando un golpe bajo al Tercer Mundo.-
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