Poblaci¨®n y especie
Ninguna especie animal o vegetal puede crecer indefinidamente. Si lo hiciera, el nicho que cada una ocupa en la naturaleza tendr¨ªa que modificarse en consonancia y todo el ecosistema mundial se ver¨ªa trastocado. La conocida historia de la isla donde s¨®lo hay lobos, cabras y hierba constituye un buen ejemplo. Basta que cualquiera de las tres especies aumente o disminuya m¨¢s de la cuenta para que toda esa interdependencia estricta se venga abajo.Como en el mundo natural la capacidad de reproducci¨®n es muy grande, incluso enorme -una ostra puede depositar a lo largo de su vida de 50 a 100 millones de huevos-, ?c¨®mo se logra que a la larga cada animal o vegetal que haya alcanzado la madurez deje al morir un solo descendiente? Tal condici¨®n, necesaria, claro est¨¢, para que una especie no crezca, se logra, obviamente, gracias a la gran mortalidad que, sin excepci¨®n, se registra en todas las especies antes de que sus individuos alcancen la edad de procreaci¨®n. Nacen, as¨ª, muchos, pero mueren tambi¨¦n r¨¢pidamente muchos, con. lo que el equilibrio se mantiene.
La humanidad no escapa a esa ley biol¨®gica universal. La hembra de nuestra especie puede tener te¨®ricamente muchos hijos, hasta 20 o 30, aunque, en la pr¨¢ctica, es cierto, aun en condiciones favorables, dif¨ªcilmente superar¨¢ en promedio los seis o siete. (Hoy, en Kenia, el pa¨ªs del mundo con mayor ¨ªndice de: fecundidad marital, las parejas tienen de media siete hijos.) En la historia han sido raras las poblaciones con m¨¢s de seis hijos por familia. En Espa?a, esa cifra, siempre en valores medios, era de: unos cinco hace 200 a?os; de poco m¨¢s de cuatro hace 100, y de unos dos hoy en d¨ªa, con tendencia a la baja. ?C¨®mo, en tiempos pasados, con el doble o el triple de los hijos actuales por mujer, la poblaci¨®n crec¨ªa tan poco?
Si los matrimonios (o uniones sexuales estables, como a se comienza a llamar a las parejas, a la vista del creciente despego por las justas nupcias) tuvieran por t¨¦rmino medio cuatro hijos y ¨¦stos se reprodujeran a su vez en igual raz¨®n, la poblaci¨®n se duplicar¨ªa cada 30 a?os. En tres siglos se multiplicar¨ªa por algo m¨¢s 1.000, y en seis, por un mill¨®n. El que ni de lejos haya ocurrido tal cosa se debe a que, hasta hace poco, de los hijos que nac¨ªan en un hogar, s¨®lo alcanzaban los 20 a?os de edad poco m¨¢s (de dos, es decir, los precisos para que el n¨²mero de habitantes aumentara muy despacio.
Todo esto cambi¨® cuando, con la revoluci¨®n industrial, se empez¨® a combatir con ¨¦xito dos de las tres grandes causas de mortalidad: la enfermedad y el hambre (la tercera, que es la vejez, subsiste, claro es). Hacia 1800, Malthus fue el primero en percatarse de que hab¨ªa que lograr alg¨²n nuevo ajuste, ya que el de la mortalidad comenzaba a desaparecer en algunos pa¨ªses. Al gran pensador ingl¨¦s se le ocurri¨® la soluci¨®n, un tanto chocante, de que los pobres no se casaran. La humanidad, sin embargo, encontr¨® mejor remedio: controlar, no los matrimonios, sino las concepciones.
No se sabe muy bien cu¨¢les son los factores que explican con precisi¨®n por qu¨¦ las parejas no quiere tener ya cinco hijos, ni cuatro, ni tres, y no se han desentra?ado todav¨ªa las leyes sociol¨®gicas que hacen que en todo pa¨ªs, sea capitalista o comunista, cristiano o sinto¨ªsta, cuando se alcanza cierto grado de desarrollo, la mujer s¨®lo tenga de promedio entre uno y dos hijos. El hecho, sin embargo, es indiscutible y, juntamente con la casi desaparici¨®n de la mortalidad por causas distintas de la edad, ha introducido modificaciones radicales en las sociedades actuales y a¨²n lo har¨¢ m¨¢s en el f¨²turo. Hoy, tras la explosi¨®n demogr¨¢fica mundial de 1950 a 1970, que todav¨ªa colear¨¢ algunos decenios, parece un sarcasmo afirmarlo, pero mediado el siglo XXI el gran problema de la humanidad ser¨¢ lo que ya se plantea en algunos pa¨ªses: conseguir que el n¨²mero de personas no disminuya. ?C¨®mo? ?Con modificaciones biol¨®gicas o bioqu¨ªmicas que alteren el sistema reproductivo de la especie? ?Con variaciones sociales que vuelvan a ensalzar la maternidad o a incentivarla? La soluci¨®n no es f¨¢cil, puesto que, a diferencia del anterior, el nuevo mecanismo ya no es autom¨¢tico. Anta?o nac¨ªan los que pod¨ªan y ya se encargaba la muerte de ajustar su n¨²mero. El d¨ªa de matar¨ªa, ?c¨®mo se lograr¨¢ a escala planetaria que las parejas tengan un m¨ªnimo de dos hijos y algunas tres, para compensar a los est¨¦riles y a los que no se emparejan o no lo hacen con persona de distinto sexo? La experiencia demuestra que lograr ese m¨ªnimo no es nada sencillo.
Pese a que se desconozca c¨®mo y cu¨¢ndo se combinan, s¨ª es f¨¢cil comprender algunas de las causas de la baja de natalidad en un pa¨ªs avanzado. El que todos los hijos vivan, la mayor demanda de educaci¨®n, con el consiguiente coste, la urbanizaci¨®n y el menor espacio familiar disponible, el escaso o nulo valor econ¨®mico del ni?o en una sociedad industrial y de servicios, el hecho de que la mujer no acepte ya la maternidad como misi¨®n principal o casi ¨²nica de su vida, la convicci¨®n de que la salud de la madre y de los ni?os se resiente a menudo cuando hay muchos partos y, parad¨®jicamente, el querer dedicar m¨¢s atenci¨®n y efecto a los hijos son, entre otros, los factores que contribuyen a ese descenso del n¨²mero de hijos. Descenso que, junto a la disminuci¨®n de mortalidad, constituye la llamada transici¨®n demogr¨¢fica.
Esta, en realidad, es una variaci¨®n fundamental en la lucha por la supervivencia de nuestra especie y supone uno de los hechos m¨¢s importantes de la historia de la humanidad. Como todos los grandes cambios, ha suscitado grandes resistencias. El que Marx s¨®lo viera en Malthus sus recetas m¨¢s que discutibles y no el acierto genial de su an¨¢lisis global ha hecho que los marxistas tardaran m¨¢s de un siglo en entender el problema. Por ello, la China de los 1.000 millones de habitantes tuvo que esperar a que muriera Mao Ze Dong para lanzar la campa?a del hijo ¨²nico e incluir en su Constituci¨®n la obligaci¨®n de frenar el crecimiento de la poblaci¨®n. A la Iglesia cat¨®lica tambi¨¦n le ha costado Dios y ayuda aceptar la sustituci¨®n de la v¨ªa natural del ajuste mediante la mortalidad por el mecanismo m¨¢s artificial pero m¨¢s civilizado, esto es, m¨¢s humano, de la menor natalidad.
Espa?a, por causa de su retraso econ¨®mico, hizo la transici¨®n demogr¨¢fica m¨¢s tarde que otros pa¨ªses europeos y est¨¢, en consecuencia, poco poblada. Sin embargo, ya ha culminado el proceso y se encuentra con el problema de todo pa¨ªs desarrollado, a saber, que al nacer muchos menos ni?os y al morirse poco la gente antes de los 70 o los 80 a?os, su pir¨¢mide de edades envejece. con sus inconvenientes, tal cosa tiene sus ventajas. Por ejemplo, en el a?o 2000 acudir¨¢n a la Universidad la mitad de los estudiantes que lo hacen ahora, con lo que, a iguales medios, podr¨¢ duplicarse la calidad de la ense?anza, lo que no estar¨¢ de m¨¢s.
La demograf¨ªa es una ciencia ¨²til, muy poco cultivada en Espa?a. Existen un par de asociaciones de profesores e investigadores, pero del centenar largo de facultades universitarias s¨®lo en una o dos se estudia de modo sistem¨¢tico, y de los organismos oficiales, ¨²nicamente el Instituto Nacional de Estad¨ªstica publica regularmente datos sobre poblaci¨®n, aunque insuficientes y con asombrosa lentitud. Dos conferencias recientes, con apoyos oficiales, celebradas en Barcelona y Madrid, parecen augurar un posible cambio de esa actitud. Tambi¨¦n algunas comunidades aut¨®nomas han empezado a interesarse por el pasado, presente y futuro de sus poblaciones, cosa l¨®gica y natural, ya que Espa?a presenta graves desequilibrios espaciales en su poblamiento.
En el plano cient¨ªfico, tanta reforma universitaria y tanta ley de la ciencia, ?servir¨¢n para que progresemos en esta y otras esferas y empiece a haber por fin m¨¢s nueces que ruido? En el pol¨ªtico, ?por qu¨¦ el Senado, que hasta ahora no ha demostrado mayormente su utilidad, no establece, como en otros pa¨ªses, una comisi¨®n parlamentaria permanente que coordine e impulse los estudios de poblaci¨®n, en particular los auton¨®micos, y rinda un informe anual o bienal?
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