Maestro de historiadores
Palentino de nacimiento, sevillano de adopci¨®n, europeo por su formaci¨®n y el ¨¢mbito de su obra, la producci¨®n hist¨®rica de Ram¨®n Carande revela esta triple ra¨ªz, andaluza, espa?ola y europea. A principios de este siglo, la hegemon¨ªa alemana no era s¨®lo militar; irradiaba tambi¨¦n con gran fuerza en todas las ¨¢reas de investigaci¨®n, y harto notoria es su influencia en el pensamiento filos¨®fico espa?ol y en la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Flores de Lemus, Francisco Giner de los R¨ªos, el ambiente del Centro de Estudios Hist¨®ricos orientaron los pasos de Ram¨®n en una direcci¨®n que era el polo opuesto a la verbosidad brillante y superficial que imperaba entonces en las aulas universitarias. Quiso acudir a la fuente, y en Alemania recibi¨® las lecciones de hombres como Gustav von Schinoller, uno de los fundadores de la historia econ¨®mica; aprendi¨®, entre otras cosas, a compaginar el detalle preciso, producto de una s¨®lida base documental, con la amplitud de miras y la aptitud para las grandes s¨ªntesis, una doble cualidad que pocos alcanzan, y sin la cual se puede ser, seg¨²n los casos, un brillante ensayista o un probo erudito, pero no un aut¨¦ntico historiador.En 1918 accedi¨® a la c¨¢tedra de Econom¨ªa de la universidad de Sevilla, ciudad que desde entonces fue su segunda patria. No estaba Ram¨®n acuciado por los motivos que impulsan a tantos futuros profesores a publicar obras juveniles y, con frecuencia, prematuras; s¨®lo en el a?o 1926, cuando rozaba los 40, apareci¨® su primera obra importante: Sevilla, fortaleza y mercado, una visi¨®n de la ciudad medieval, en cierto modo pionera, pues contrastaba con el tipo de historia pol¨ªtica y anecd¨®tica que entonces sol¨ªa hacerse. Siguen largos a?os de docencia, en los que su pluma s¨®lo se ejercita en trabajos de menor cuant¨ªa. En 1931 pide la excedencia, es nombrado consejero de Estado y tambi¨¦n de uno de nuestros primeros bancos nacionales. La guerra le sorprende en Madrid, y, cuando en 1939 pide el reingreso en su c¨¢tedra de Sevilla, las m¨¢ximas autoridades docentes congelan el expediente, que no se resolver¨ªa hasta 1945.
Elecci¨®n imperial
Ram¨®n aprovech¨® estas vacaciones forzosas para dar cuerpo a una idea que de mucho antes rondaba su mente. Uno de los libros alemanes que m¨¢s le hab¨ªan interesado era La ¨¦poca de los Fugger, de Richard Ehienberg, en la que, a trav¨¦s de la carrera de los famosos banqueros de Augsburgo, se dibujaba toda la vida europea, centrada en la figura de Carlos V, cuya elecci¨®n imperial financiaron los Fugger. Pero en ¨¦sta, como en otras obras germ¨¢nicas, Carlos aparec¨ªa sobre todo como el emperador alem¨¢n, no como el soberano espa?ol que fue ante todo y sobre todo. Castilla y sus Indias fueron el soporte material de sus empresas, y las inagotables series hacend¨ªsticas de Simancas guardan el secreto de sus empe?os, de sus deudas, de sus esfuerzos por obtener recursos, de los asientos o contratos que concert¨® con sus banqueros. Carande se sum ergi¨® en este oc¨¦ano, entonces virgen, de documentos; el fruto fue una obra mundialmente famosa: Carlos Vy sus banqueros, t¨ªtulo que parece ambicioso y que, sin embargo, ofrece menos de lo que contiene, pues su protagonista, m¨¢s que el emperador, es la Espa?a del Renacimiento. En el primer tomo (1943, ampliamente refundido en 1965), no s¨®lo se delinea la figura del emperador, sino que se ofrece una panor¨¢mica de la vida econ¨®mica espa?ola, que, por supuesto, no se agota en el estudio de la producci¨®n: est¨¢n muy presentes los afanes de los hombres, que son el verdadero y ¨²nico sujeto de la histor¨ªa. En este sentido, H. Lapeyre destac¨® como ejerriplar el cap¨ªtulo "Reba?os y vellones", magn¨ªfica visi¨®n de la vida pastoril en la vieja Castilla. Hay tambi¨¦n un muy extenso cap¨ªtulo sobre las Indias en el mismo tomo. El segundo (1949) concierne a La hacienda real de Castilla, un aparato inmensamente complicado y en r¨¢pida evoluci¨®n, en contraste con el relativo inmovilismo de las instituciones hacend¨ªsticas de la Corona de Arag¨®n.
Rigor y claridad
Aparecidos en una ¨¦poca en que la historiograf¨ªa espa?ola atravesaba horas bajas, estos dos vol¨²menes causaron fuerte impresi¨®n dentro y fuera de Espa?a por el amplio alcance del tema, su apoyatura documental, el rigor y claridad de la exposici¨®n. Tanto m¨¢s larga se hizo la espera del tercer y ¨²ltimo volumen, que no apareci¨® hasta 1967. La demora estaba justificada por la enorme complejidad y n¨²mero (cerca de 500) de los asientos concertados por Carlos V con sus banqueros, en condiciones cada vez m¨¢s onerosas, hasta llegar a una situaci¨®n de bancarrota que debi¨® influir en su decisi¨®n de renunciar al trono.
Aunque fue Carlos V y sus banqueros la obra que ciment¨®. su fama, no se agota con ella la obra hist¨®rica de Ram¨®n; nos ha regalado- con trabajos menores, en los cuales compagina su saber con la amenidad, incluso a veces, una soterrada vena de humorismo y, siempre, su profundo conocimiento del alma humana, dote- esencial a un historiador. Quiz¨¢ por ello ha querido cerrar su producci¨®n con una curios¨ªsima Galer¨ªa de raros, colecci¨®n de semblanzas de ¨¢grafos ilustres, de hombres de gran cultura a los que acecha el olvido por no haber dejado una obra escrita. Vuelca en este ¨²ltimo libro Ram¨®n sus vivencias personales con las de los personajes a quienes ha rescatado para la posteridad, y en este sentido es, al mismo tiempo, obra autobiogr¨¢fica y contribuci¨®n no desde?able a la historia de nuestro tiempo.
Ram¨®n no s¨®lo nos ha ayudado a todos con su pluma; su magisterio oral y escrito, su trato personal, sus consejos, su labor en la Acad¨¦mia y en muchas otras instituciones, su tremenda vitalidad f¨ªsica e intelectual lo han constituido en prototipo del intelectual que no s¨®lo escribe historia, sino que la vive y la hace con su ejemplo permanente y su esfuerzo de cada d¨ªa. ¨ªQue Dios prolongue a¨²n mucho tiempo su fecunda ancianidad!
A. Dom¨ªnguez Ortiz es historiador.
Babelia
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