Muertos estad¨ªsticas
LA NOTICIA de que Espa?a ha solicitado su ingreso en el denominado grupo de los 10, integrado por los pa¨ªses m¨¢s desarrollados de Occidente, comparte estos d¨ªas los titulares con las informaciones -sobre el n¨²mero de muertos en accidentes de carretera registrados en los desplazamientos vacacionales. As¨ª, un pa¨ªs que aspira a colocarse en el club de las grandes potencias industriales del mundo, se codea con los m¨¢s atrasados en punto a morbilidad de su sistema de comunicaciones. Las cifras son espectaculares, pero cabe dudar de que su mera repetici¨®n o el invento de nuevos adjetivos para comentarlas constituyan argumentos suficientes para conjurarlas. Existe el peligro de un acostumbramiento social a esta sangr¨ªa, a que la muerte en la salida y regreso de vacaciones ocupe el subconsciente de los ciudadanos como algo de naturaleza estad¨ªstica, no cualitativamente diferente de la fatalidad.Las? primeras reacciones oficiales ante el incremento de accidentes producido este verano son desalentadoras, y no dejan de constituir un s¨ªntoma de que quiz¨¢ sean los propios responsables de esa ¨¢rea de la Administraci¨®n las primeras v¨ªctimas del s¨ªndrome del fatafismo estad¨ªstico. Contentarse con considerar la posibilidad de reducir los l¨ªmites legales de velocidad en las carreteras y aumentar la cuantila de las multas a los infractores es una actitud que recuerda a la de quien quisiera evitar los - terremotos a base de sism¨®grafos. Es posible que esas medidas resulten ¨²tiles, pero ¨²nicamente si forman parte de un plan orientado no tarito, o no ¨²nicamente, a los usuarios y v¨ªctimas potenciales como a las condiciones materiales de la infraestructura que se ven obligados a utilizar.
Las culpas humanas -exceso de velocidad, adelantamientos indebidos, no respeto de las se?ales de tr¨¢fico que en retah¨ªla conocida se nos enumeran cada a?o no bastan para explicar que, por ejemplo, el n¨²mero de accidentes mortales en los d¨ªas punta sea en Espa?a el doble que en pa¨ªses de similares h¨¢bitos automovil¨ªsticos, pero incluso m¨¢s poblados, como Francia. La red espa?ola de autopistas es claramente insuficiente para un territorio con m¨¢s de 3.000 kil¨®metros de costa, 38 millones de habitantes y una afluencia de turistas extranjeros superior a la de cualquier otro pa¨ªs del continente. El estado del piso y el propio trazado de esas autopistas desdice muchas veces de la condici¨®n de tales. La red de carreteras es simplemente deleznable. Responde a una larga historia de especulaci¨®n y enriquecimiento de los sectores que se beneficiaron del desarrollismo franquista y a un abandono culpable de los Gobiernos de UCD y PSOE, que no invirtieron en infraestructura porque no creaba empleo. La dejadez administrativa frente al problema del transporte en Espa?a es un aut¨¦ntico crimen pol¨ªtico en un pa¨ªs que vive del turismo. Y comienza a ser un crimen a secas cuando se leen las cifras de muertos en las carreteras.
La disminuci¨®n de accidentes depende seguramente en importante medida de la educaci¨®n c¨ªvica de los conductores. Pero m¨¢s eficaz que lamentarse de la escasa receptividad por ellos mostrada ante las estad¨ªsticas escalofriantes o los consejos televisivos ser¨ªa desarrollar con car¨¢cter de urgencia el plan viario y realizarlo con racionalidad y previsi¨®n de futuro.
Una medida para aliviar la congesti¨®n ser¨ªa estimular el uso del transporte p¨²blico, pero tal opci¨®n choca con la insolvencia de la oferta. La campa?a publicitaria de Renfe: no ha servido para mejorar la imagen de la compa?¨ªa, pero mucho menos todav¨ªa para modernizar el servicio. La sorpresa que a¨²n hoy experimentan muchos compatriotas que viajan por el extranjero al comprobar que es posible viajar en tren en condiciones de limpieza, seguridad, comodidad y puntualidad inexistentes en Espa?a sirve para meditar en qu¨¦ cosas y en cu¨¢les no hemos ingresado en Europa.- Mucha gente organizar¨ªa de manera m¨¢s racional sus vacaciones, y contribuir¨ªa a hacer menos dram¨¢ticas las estad¨ªsticas, si los ciudadanos tuvieran la oportunidad de elegir el medio de transporte. Esa posibilidad casi no existe en la pr¨¢ctica y, tal como est¨¢n las cosas, decidirse a viajar supone en la abrumadora mayor¨ªa de los casos aceptar la carretera y la desproporcionada amenaza que hoy conlleva.
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