Monta?as sagradas
Las civilizaciones primitivas sacralizaban sus monta?as, pero no se atrev¨ªan a escalarlas. Las civilizaciones avanzadas escalan sus monta?as, y con ello las desacralizan. En Catalu?a seguimos una v¨ªa original: escalamos nuestras monta?as, con las m¨¢ximas autoridades al fuente, pero para volverlas a. sacralizar. Esto no pasar¨ªa de ser una an¨¦cdota mas o menos curiosa si en el fondo del asunto no existiese un problema pol¨ªtico y cultural muy serio.Digo que el asunto es serio porque no se trata s¨®lo de las monta?as escaladas como romer¨ªas, con actos religiosos en. la cumbre y arengas sobre el aut¨¦ntico patriotismo. Se trata tambi¨¦n del enfoque que se est¨¢ dando a cuestiones tan tr¨¢gicas como los incendios y muy especialmente los del macizo de Montserrat.
Los incendios de Montserrat -como todos los dem¨¢s que hemos, sufrido a lo largo del verano- son una tragedia de grandes dimensiones para Montserrat y dem¨¢s lugares afectados, y tambi¨¦n para el pa¨ªs en general. Ante un hecho de estas caracter¨ªsticas lo l¨®gico en un pa¨ªs sereno y seguro de s¨ª mismo ser¨ªa analizar las causas de la cat¨¢strofe, tornar medidas eficaces para evitar su repetici¨®n y para superar sus efectos econ¨®micos, sociales y ecol¨®gicos, exigir claramente las responsabilidades administrativa y pol¨ªticas que, sin duda, existen y, evitar las manipulaciones pol¨ªticas. Algo ha empezado a hacerse con posterioridad y es bueno se?alarlo. Pero, junto a los intentos de cal mar los ¨¢nimos y de tomar medidas concretas, predominan toda v¨ªa actitudes demag¨®gicas. Altos responsables de la Generalitat siguen cultivando la idea de que los incendios son obra de los tradicionales enemigos de Catalu?a, y desde diversos sectores laicos y religiosos se ha desatado una campa?a de convocatorias patri¨®tico-religiosas para denunciar al Gobierno central, como siempre, y solventar el problema con mentalidad de juegos flora les decimon¨®nicos.
Lo preocupante es, que detr¨¢s de todo esto se extiende una determinada idea de Catalu?a y un determinado estilo de hacer pol¨ªtica, una idea y un estilo parciales, unilaterales, excluyentes y, a mi entender, m¨¢s orientados hacia el pasado que hacia el futuro. Parece como si los m¨¢ximos responsables de CiU intentasen, a finales del siglo XX, hacer realidad la Catalu?a que propugn¨® hace 100 a?os el obispo Torras y Bages.
Unos de los aspectos m¨¢s importantes y positivos de la transici¨®n a la democracia ha sido el esfuerzo por desvincular la pol¨ªtica de la religi¨®n y el Estado de la Iglesia, sin volver a caer en enfrentamientos sangrientos ni en nuevas querellas entre clericales y anticlericales. Pero ahora parece que los m¨¢ximos responsables de la Generalitat tienden a mezclar nuevamente las cosas, convirtiendo sus leg¨ªtimas y muy respetables creencias personales en elementos pol¨ªticos que definen el aut¨¦ntico patriotismo catal¨¢n. Parece como si se quisiera negar la legitimidad hist¨®rica de tantos a?os de catalanismo laico de la izquierda catalana y se pretendiese convertir la l¨ªnea divisoria entre laicismo y confesionalismo en una nueva l¨ªnea de separaci¨®n entre catalanes aut¨¦nticos y catalanes dudosos o falsos.
Pero, por encima de todo, estos episodios revelan un estilo, una forma de entender y de practicar la pol¨ªtica que, a mi entender, son extremadamente peligrosos para Catalu?a. En vez de gobernar y administrar con eficacia, los dirigentes de la Generalitat hacen ideolog¨ªa y propaganda; en vez de soluciones eficaces y operativas, nos proponen actos de m¨ªstica colectiva. Con ello se enmascaran los errores y las insuficiencias de la propia Generalitat, y sus dirigentes se desv¨ªan los tiros hacia afuera, se difuminan las responsabilidades y se acallan las cr¨ªticas. En vez de una cultura democr¨¢tica se difunde una cultura de identificaci¨®n acr¨ªtica con un l¨ªder carism¨¢tico e intocable -el presidente de la Generalitat- que encarna personalmente a una patria m¨ªstica y confesional.
Lo ocurrido en el caso de Montserrat es altamente significativo. Al aparecer las primeras cr¨ªticas fundadas contra la gesti¨®n de la Generalitat, sus dirigentes cerraron filas sin admitir cr¨ªtica alguna y hasta los m¨¢s altos exponentes de la comunidad montserratina tomaron cartas en el asunto con llamamientos a la serenidad y a la cordura, pero con argumentaciones pol¨ªticas totalmente desorientadoras.
Tengo un enorme respeto personal por el abad de Montserrat, y desde este mismo respeto debo expresar mi total desacuerdo con sus opiniones cuando llama a hacer pi?a en torno al presidente de la Generalitat y tacha a los que le critican de personas ajenas a Catalu?a. La democracia no elimina las discrepancias, sino que las reconoce, las legitima y establece reglas para su resoluci¨®n pac¨ªfica. Desde dentro y desde fuera de Catalu?a tenemos todos el derecho y el deber de criticar a la Generalitat y a su presidente cuando estamos convencidos de que no est¨¢ a la altura de sus responsabilidades, y no por esto somos ni mejores ni peores catalanes ni nos convertimos en enemigos de Catalu?a.
De no ser as¨ª, no habr¨ªa m¨¢s que una Catalu?a aut¨¦ntica, la que representa el presidente de la Generalitat; no habr¨ªa m¨¢s que una voz, y el pluralismo de nuestra sociedad quedar¨ªa reducido a la m¨¢s artificial de las unanimidades. Y dado el talante confesional de los gobernantes actuales de la Generalitat, dados sus planteamientos m¨ªsticos del ser y sentir de Catalu?a, todos los que no compartimos ni una cosa ni otra y defendemos otra idea plural, laica y democr¨¢tica de Catalu?a ser¨ªamos excluidos como enemigos.
Como tantos miles de catalanes amo mucho la monta?a, pero para hacer deporte. Otros la aman de distinta manera y es su derecho.
Reconozco el alto valor simb¨®lico y religioso de algunas de: nuestras monta?as, y muy especialmente la de Montserrat. Nadie duda de la trascendental importancia de Montserrat en la historia pol¨ªtica y en la cultura de, Catalu?a como nacionalidad. N? creo que los s¨ªmbolos colectivos de un pa¨ªs se puedan despreciar o ignorar. Pero no me gusta que ninguno de estos s¨ªmbolos se ponga al servicio de una deterininada pol¨ªtica, sobre todo cuando ¨¦sta es excluyente y unilateral. Y como ciudadano quiero, adem¨¢s, que los, gobernantes gobiernen y administren bien, y tengo el derecho de exigirles responsabilidades si entiendo que no lo hacen.
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