Gritos nibelungos
Este doble concierto de rock duro germano reuni¨® a miles de adeptos en el recinto vallecano. Es el estilo rockero que goza de mayor n¨²mero de simpatizantes que los siguen y adoran en cada una de sus manifestaciones, locales, nacionales o internacionales. Muchos son militantes, no se sabe si alienados y distorsionados o decepcionados, e incluso airados, de la realidad que el medio social dispone. Uno de sus desahogos m¨¢s personales es la m¨²sica a todo volumen, briosa y muy visceral, en la que una voz poderosa, gritona, y un sonido estruendoso de guitarras son indispensables. Estos requisitos se cumplen perfectamente en el caso de Scorpions, banda creada hace ya 15 a?os por Klaus Meine y Rudolph Schencker.Dicha f¨®rmula es la que ha parecido comprender el guitarrista Michael Schenker, hermano mayor de Rudolph, cuya carrera desigual y accidentada se resuelve ahora con su asociaci¨®n al cantante Robin McAuley. Los Schenker son t¨ªpicos guitarristas heavies, llenos de energ¨ªa y despecho sonoros, seguros y dominantes del instrumento y que corretean casi sin pausa por el escenario. Michael, guerrero impetuoso, quiz¨¢ menos comedido que su hermano, aborda esta nueva etapa con apenas variaci¨®n respecto a la l¨ªnea que adopt¨® ya desde sus tiempos en Ufo.
Concierto de Scorpions (104 minutos)
Klaus Meine, voz solista; Rudolph Schenker, guitarra; Francis BuchhoIz, bajo; Mattias Jabs, guitarra, y Hermann Rarebeli, bater¨ªa. Actuaci¨®n previa de McAuley-Schenker Group (59 minutos). Estadio de Vallecas. Madrid, 5 de septiembre.
Y McAuley ha contribuido a una m¨¢s precisa y clara exposici¨®n de los temas ante el p¨²blico. Es la voz apropiada para el repertorio popular que Michael ha ofrecido tantos a?os, temas brutales y baladas ceremoniosas de ritmos muy simples y establecidos. Los asistentes enardecieron sus ¨¢nimos desde el primer tema, pero no se molestaron porque el grupo no hiciera ning¨²n bis.
Grito de guerra
El rock duro, mejor cuanto m¨¢s duro y mejor interpretado. Parece el car¨¢cter alem¨¢n id¨®neo para este rock, que se presenta como grito de guerra sonora, cual herencia nibelunga. Como Wagner no pod¨ªa haber sido sino alem¨¢n, as¨ª se puede decir del quinteto Scorpions. Cuerpos grandes, cabellos rubios y lacios y brazos fornidos que tocan la bater¨ªa sin vacilar en los golpes bien descargados y piernas largas que saltan incansables. Se trata, desde el punto de vista musical, de reafirmarse en unos pocos compases. No importa la riqueza de ritmos.Scorpions salieron del podio construido en escalerillas y que soportaba la doble bater¨ªa de Hermann Rarebell. Los alaridos de la gran voz de Meine y los quejidos de la guitarra de Rudolph ya no cesar¨ªan. Y Rudolph Schenker, en un instante, se agit¨® en danza an¨¢rquica y empez¨® a dar vueltas de locura a su guitarra, que se pasaba en juegos malabares de una mano a otra, asidas siempre a la base del clavijero. Los efectos de bombas luminosas, los focos blancos y cegadores mezclados con el humo blanco ensalzaron el bronco espect¨¢culo.
Babelia
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