?Negociar con ETA?
Leo cotidianamente su peri¨®dico, aunque es la segunda. vez que escribo por alg¨²n art¨ªculo que me llama la atenci¨®n. Negociaci¨®n con ETA: hace 11 a?os llegu¨¦ a Espa?a huyendo del horror instaurado por la Junta de Gobierno militar argentino, de la locura mortal que opone un calibre a la raz¨®n. Creo que tengo derecho a opinar sobre mis dos pa¨ªses por nacimiento y adopci¨®n, y deseo que mi experiencia pudiese servir, aunque m¨¢s no sea, para un instante de reflexi¨®n.Las circunstancias son totalmente diferentes; por tal motivo es imposible hacer ninguna comparaci¨®n. Pero los actores de la tragedia s¨ª son iguales. Hombres, mujeres y ni?os son v¨ªctimas, de la capacidad demostrada por el hombre en no pensar m¨¢s all¨¢ de su boina, visera, sombrero o cejas. ?Tanta sangre es necesaria para demostrar la diferencia? ?Cu¨¢nta sangre ser¨¢ precisa para no mostrar debilidad?
Hace tiempo que he perdido la confianza en los ideales. Considero a todos los que hablan de ellos enga?ados o mentirosos. Decir patria en mi caso personal es risible, puesto que la sociedad en la que nac¨ª me dio a elegir entre morir o marcharme (elecci¨®n obvia) y la que me adopt¨® me llamar¨¢ extranjero siempre, lo que tambi¨¦n es una forma de morir o marcharte. No es un reproche. Igual ocurrir¨ªa en cualquier pa¨ªs del mundo. Mi elecci¨®n es aceptarlo, comprenderlo.
El ser humano no elige el lugar donde nace, pero s¨ª puede elegir donde morir, y es un dilema dif¨ªcil de resolver, pues parece que hay Pasa a la p¨¢gina 12
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