Santiago amaneci¨® ayer ocupada militarmente como el 11 de septiembre de 1973
Santiago era, en la ma?ana templada del 11 de septiembre de 1986, la misma ciudad ocupada de hace 13 a?os, cuando el Ej¨¦rcito chileno tom¨® el poder y se inici¨® el per¨ªodo m¨¢s funesto de la historia de este pa¨ªs del Cono Sur latinoamericano. El general Augusto Pinochet, superviviente de un atentado perpetrado el pasado domingo, parece haber preparado todo para que esta jornada se pareciese como dos gotas de agua a aquella en que Salvador Allende muri¨® en defensa de la legalidad constitucional. El palacio de la Moneda, donde cay¨® el presidente del Gobierno de la Unidad Popular, se encontraba ayer, como aquella ma?ana, rodeado de soldados en uniforme de combate y el dedo listo en el gatillo de sus fusiles.
ENVIADO ESPECIAL
Efectivos del Ej¨¦rcito y carabineros en n¨²mero de varios cientos vigilaban todos los rincones del centro de la ciudad, por la que constantemente patrullaban veh¨ªculos militares provistos de ametralladoras, camiones cargados de soldados y autom¨®viles civiles sin matr¨ªculas que compart¨ªan uniformados y paisanos.No se recuerda, desde el d¨ªa del golpe, un 11 de septiembre con semejante despliegue. Los desfiles militares resultaban un espect¨¢culo esperp¨¦ntico en una ciudad por la que circulaban m¨¢s polic¨ªas y soldados que transeuntes.
En muchas calles de Santiago los ¨²nicos espectadores de los militares marchando al son de los himnos castrenses eran sus propios compa?eros, custodiando la ciudad, y los polic¨ªas apostados en las azoteas.
D¨ªa del Pronunciamiento
A primeras horas del d¨ªa, declarado festivo por celebrarse oficialmente el D¨ªa del Pronunciamiento, Santiago era una ciudad casi desierta. Tard¨® en salir el sol, pero despu¨¦s, como hace 13 a?os, luci¨® con fuerza.La radio, sometida a la censura y autocensura impuestas por el estado de sitio reimplantado el pasado lunes, no transmiti¨® ayer consignas en clave como aquel Llueve sobre Santiago que anunciaba el golpe de Estado, pero alguna canci¨®n de Violeta Parra y de Manuel Serrat en una emisora atrevida sonaban casi como un mensaje cifrado de libertad.
S¨®lo al mediod¨ªa se empezaron a agolpar algunos cientos de personas en los alrededores del palacio de La Moneda en una manifestaci¨®n espont¨¢nea cuidadosamente organizada por el Gobierno para aclamar a Pinochet. Cuando el general sali¨® de la sede presidencial, vestido con un uniforme de chaqueta blanca -sin la capa gris con la que antes hab¨ªa asistido a una misa de campa?a-, para subir a un Mercedes negro descubierto, los aplausos de un grupo de personas reunidas tras una pancarta de apoyo al dictador, no consegu¨ªan hacerse o¨ªr sobre las fanfarrias de la banda de la Fuerza A¨¦rea.
Otra fila de curiosos rodeaba la pretendidamente aleccionadora exposici¨®n montada por Pinochet en las puertas del palacio de La Moneda: tres de los coches da?ados en el fallido atentado del domingo. Los m¨¢s ingeniosos levantaron sobre un cami¨®n una tarta de cart¨®n para felicitar a Pinochet en su aniversario en el poder.
Otra analog¨ªa
Fue otra curiosa analog¨ªa con los coches reventados por las balas militares y aplastados por los tanques que cercaban La Moneda, un dia similar de hace 13 a?os.Algunos cientos m¨¢s de personas siguieron el cortejo presidencial a lo largo de la avenida Alameda, por la que, en su ¨²ltimo discurso, Allende esperaba que volviese a discurrir la libertad.
El de 1986 fue un 11 de septiembre de uniformes y marchas militares. El m¨¢s negro y el m¨¢s similar, por tanto, al de 113 a?os antes. Pinochet ha a?adido una coincidencia m¨¢s al sugerir la posibilidad de un pr¨®ximo plebiscito, intenci¨®n que tambi¨¦n se le atribuye a Allende cuando todos sus proyectos se vieron truncados por la intervenci¨®n militar.
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