La "democratizaci¨®n" de la coca¨ªna
Aislado de su contexto cultural andino, el consumo de la coca¨ªna ha adoptado caracter¨ªsticas de sorprendente relaci¨®n con los sistemas sociales de Occidente. La explosi¨®n de la contracultura de: los sesenta -sexo, drogas y rock and roll- foment¨® inicialmente el consumo de drogas que idealizan la realidad -marihuana, LSD-, cuyos cons¨²midores asum¨ªan modos de vida claramente marginales. Pero los vertiginosos cambios sociales posmodemos han acentuado, la fugacidad de usos que parec¨ªan imperecederos. H¨¢bitos en su momento vanguardistas se han convertido hoy en d¨¦mod¨¦s.
Una poblaci¨®n asediada por la exaltaci¨®n de valores de vitalidad energ¨ªa y juventud, hiperactiva y emergente -yuppies-, no pod¨ªa escapar f¨¢cilmente a los cantos de sirena de una droga integradora que de alguna manera propicia la inserci¨®n en sistemas de producci¨®n basados en la ambici¨®n y el individualismo.A pesar de los cinco millones de consumidores habituales de coca¨ªna en Estados Unidos, la fat¨ªdica princesa de las drogas no dejaba de ser un problema c9niparativamen te menor. Su alt¨ªsimo precio, alrededor de 80-90 d¨®lares (entre 10.000 y 12.000 pesetas) el gramo, exclu¨ªa de su consumo a su m¨¢s amplio mercado potencial: la juventud de las grandes urbes. Es precisamente el cambio radical de esta circunstancia la causa de la alarma actual.
El proceso normal para la producci¨®n del clorhidrato de coca¨ªna, listo para su inhalaci¨®n, requiere una primera elaboraci¨®n de pasta b¨¢sica. Obtenida a trav¨¦s de la maceraci¨®n de las hojas de coca en un compuesto de ¨¢cido sulf¨²rico y queroseno, la pasta es, en Colombia, Per¨² y Bolivia, una droga al alcance de cualquier persona con dinero suficiente para ir al cine.Peligrosidad
Por cierto, la coca¨ªna impura que contiene eleva extraordinariamente su peligrosidad. Al ser fumada, los productos de su combusti¨®n tienen muy graves consecuencias sobre los tejidos pulmonares y el organismo en general. En estos pa¨ªses, la pasta ha creado una cultura subterr¨¢nea de econom¨ªa paralela con devastadores efectos sociales por la r¨¢pida dependencia que provoca. El ef¨ªmero efecto de un cigarrillo de pasta conduce a una inexorable avidez de seguir fumando para vencer la angustia de la bajada.
Parece ahora obvio que el aparato de tr¨¢fico il¨ªcito, que maneja la producci¨®n, el mercado y el transporte de la droga, estaba esperando el momento apropiado para introducir en Estados Unidos una variante de la pasta y as¨ª expandir a¨²n m¨¢s lo que es, sin duda, la mayor estructura de crimen organizado de la historia.
El crack, como se le conoce en EE UU, se obtiene mediante la adici¨®n de amon¨ªaco en la pasta b¨¢sica, y se puede fumar de modos distintos. En corto tiempo ha tomado por asalto los barrios m¨¢s pobres de Los ?ngel es, Detroit, Chicago y Nueva York. La droga de los ricos, a la puerta del gueto.
La situaci¨®n creada por el crack se ha convertido r¨¢pidamente un asunto de inter¨¦s pol¨ªtico y moral en EE UU. Varias comunidades religiosas protestantes, que viven hoy un vigoroso resurgimiento pol¨ªtico por medio de organizaciones como la Moral Majority, de Jerry Falwell, han denunciado lo que consideran una conspiraci¨®n para "disgregar la familia", vinculando el fen¨®meno con la pornograf¨ªa y el comunismo. El presidente Ronald Reagan ha tomado personalmente un papel protagonista en el problema, comprometiendo al Ej¨¦rcito y las fuerzas de seguridad de EE UU fuera de sus fronteras, en Bolivia.
Desgraciadamente, una justificada presi¨®n social puede caer en el simplismo para disponer de elementos manejables pol¨ªticamente, divorci¨¢ndolos de sus condicionamientos culturales.
Ralph Bolton, del Instituto de Antropolog¨ªa Social de la universidad de Trondheim, de Boston, dijo en 1981 que las presiones extranjeras sobre los Gobiernos andinos para declarar fuera de la ley la producci¨®n y el uso de las hojas de coca no toman en consideraci¨®n los deseos e intereses de millones de ind¨ªgenas andinos, "para quienes la coca es sagrada y una parte integral de su diario vivir". Tales presiones son, para Bolton, "una violaci¨®n de los derechos del pueblo quechua y aimara para su supervivencia biol¨®gica y cultural. El programa extremado de la erradicaci¨®n de la coca es, una forma desarrollada de etnocidio".
Al lado de eso, en el Congreso norteamericano, representantes como Charles Rangel y Paula Hawkins presentan a su sociedad como agredida por g¨¢nsteres tratados con indulgencia suma por corruptos Gobiernos latinoamericanos. Exigen el corte de la ayuda estadounidense hasta que los Gobiernos suramericanos no muestren su voluntad de erradicar las plantaciones de coca. Estos puntos de vista reflejan claramente el clima de emociones encontradas y trampal dial¨¦cticas que encierra el terrible dilema sociopol¨ªtico del binomio coca-coca¨ªna.
?as estimaciones actuales sit¨²an el n¨²mero de hect¨¢reas cultivadas de coca en las 120.000 o 150.000, en su mayor parte dedicadas a la elaboraci¨®n ilegal de estupefacientes. En los pa¨ªses andinos se subraya el efecto distorsionador de la magnitud econ¨®mica que representa la demanda del mercado norteamericano y, en menor escala, el europeo. Las narices ¨¢vidas, de, b¨¢sicamente, los hijos del baby boom norteamericano piden y pagan por la coca¨ªna precios que hacen saltar las econom¨ªas legales andinas, socavando simult¨¢neamente las estructuras mismas de la vida nacional. Como se ve, ambas posiciones cargan unilateralmente la responsabilidad de la lucha contra el tr¨¢fico de droga en la otra parte, con dosis de cinismo y oportunismo.
Como resalta el neur¨®logo peruano Fernando Cabieses: "Es f¨¢cil culpar al ind¨ªgena de la tragedia del drogadicto.' Es f¨¢cil culpar a los norteamericanos por la triplicaci¨®n de los cultivos clandestinos de coca. Pero es necesario preguntarnos seriamente si la meta ut¨®pica e incierta de la eliminaci¨®n de la drogadicci¨®n en EE UU justifica una agresi¨®n cultural contra un pueblo oprimido".
Apocalipsis andino
Es que, para Cabieses, est¨¢ claro que el hombre que chaccha coca no realiza nada patol¨®gico, ni expresa escapismo ni desadaptaci¨®n. Por ello cree que la erradicaci¨®n de la coca ser¨ªa condenar el coraz¨®n ritual del mundo andino. "Significar¨ªa el apocalipsis", dice Pacha Tikray, "de la forma de ser de la sociedad milenar¨ªa del Per¨² profundo, el desborde de la occidentalizaci¨®n indiscriminada a los m¨¢s hondos estratos de nuestra cultura aut¨®ctona".
Aunque los programas de erradicaci¨®n en Per¨² se han concentrado en los 10.000 kil¨®metros cuadrados del Alto Huallaga, donde el narcotr¨¢fico domina cada aspecto de la vida local, es potencial el peligro de arremeter contra los agricultores ind¨ªgenas, lo que es, desde luego, m¨¢s f¨¢cil y menos costoso que atacar al traficante encumbrado en las ciudades.
La inyecci¨®n de los narcod¨®lares en el sistema financiero y bancario de Per¨² representa, seg¨²n la revista lime?a Caretas, un monto superior al de todas las exportaciones no tradicionales juntas, superior, de lejos, al petr¨®leo. Con una caracter¨ªstica adicional: que mientras casi todos los campos de la econom¨ªa legal se encuentran en crisis, la salud econ¨®mica del narcotr¨¢fico ha permanecido en plena robustez.
Las ayudas concedidas por la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (AID) unos ocho millones de d¨®lares anuales para sustituci¨®n de cultivos y apoyo policial, "es como querer desaguar una piscina con cucharita", apunta un funcionario de Agricultura peruano vinculado con programas de erradicaci¨®n. Los ataques armados han cobrado las vidas de 24 trabajadores dedicados a la exfoliaci¨®n de arbustos de coca en la selva alta. A pesar de que la efectividad policial se ha incrementado notablemente con las operaciones C¨®ndor, lanzadas por el presidente Alan Garc¨ªa, que incluy¨® el bombardeo de aeropuertos clandestinos, todo indica que el tr¨¢fico de droga no ha cesado de crecer. En este sentido, el problema planteado es esencialmente econ¨®mico, y la guerra contra ¨¦l es tambi¨¦n b¨¢sicamente econ¨®mica. Mientras la coca¨ªna mantenga sus niveles actuales de rentabilidad es ilusorio enfrentarla con el actual nivel de medios.
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