Sanidad, la gran sacrificada
El autor considera que si en los pr¨®ximos Presupuestos Generales del Estado no existe un fuerte aumento de los gastos destinados a la sanidad, ¨¦sta continuar¨¢ en una clara desventaja respecto a la alta medicina europea. De nada servir¨¢n, afirma, los esfuerzos del nuevo ministro mientras su departamento contin¨²e siendo el gran sacrificado en el reparto de los recursos p¨²blicos.
Los datos conocidos hasta ahora indican que las partidas presupuestarias destinadas a Sanidad, adem¨¢s de no variar, contin¨²an tendiendo a la baja. Es decir, se repite la experiencia de los ¨²ltimos cuatro a?os, en los que qued¨® patente la falta de voluntad pol¨ªtica de los responsables econ¨®micos del Gabinete de Gonz¨¢lez para considerar la sanidad como uno de sus objetivos prioritarios.Que la sanidad espa?ola est¨¢ muy distante de la europea lo confirma el hecho de que en 1982, a la llegada al poder del PSOE, la OCDE situara nuestro porcentaje de gasto sanitario sobre el PIB en un 3,84%, mientras en Holanda se alcanzaba el 16,6%, y en Francia y, Aleman¨ªa, el 6,2%. Nuestras cifras eran, por tanto, las m¨¢s bajas del entorno occidental, s¨®lo comparables a las de Grecia, Portugal e Italia.
Pues bien, aun a pesar de esta situaci¨®n de inferioridad, estos ¨²ltimos cuatro a?os se han caracterizado por la imposici¨®n al Ministerio de Sanidad de una continua reducci¨®n del gasto, que ahora parecen intentar repetir los pesos pesados de la econom¨ªa del Estado.
Los administradores sanitarios, dotados de un presupuesto cada vez menor en pesetas constantes, se vieron obligados a actuar bajo criterios economicistas. Y as¨ª no s¨®lo baj¨® el gasto respecto al PIB (3,43% en 1986, frente al 3,84% en 1982), sino respecto al gasto total de la Seguridad Social (26,52% frente al 31%) y por persona protegida (19.957 pesetas, frente a 23,461). El logro que para los economicistas supuso que las liquidaciones del Insalud crecieran por debajo de las tasas de inflaci¨®n trajo, sin embargo, negativas consecuencias sanitarias.
Deterioro
El sistema sanitario ha sufrido un creciente deterioro, plasmado en la falta de calidd asistencial y el descr¨¦dito ante el usuario. Las listas de espera, el envejecimiento tecnol¨®gico, la falta de innovaciones o las crisis de las industrias sanitarias no son sino meros exponentes del retraso a que ha llevado la imposici¨®n del ahorro. No es de extra?ar que, en estas circunstancias, el Ministerio de Sanidad se granjeara el descontento de los enfermos y la oposici¨®n de la pr¨¢ctica mayor¨ªa de las fuerzas sociales, am¨¦n de la desincentivaci¨®n profesional y laboral del personal sanitario.La pol¨ªtica sanitaria no la decide, en definitiva, el titular del correspondiente ministerio, sino el propio Gobierno. Y la decide en momentos como los actuales, en que asigna el presupueto con el que ha de trabajar el ministro de Sanidad. Los inspiradores de los presupuestos deben considerar que, junto a la racionalizaci¨®n y rentabilizaci¨®n de los gastos a que obliga la crisis, los cambios cient¨ªficos, sociales y poblacionales conllevan inevitablemente una mayor dotaci¨®n de recursos, m¨¢s a¨²n cuando adem¨¢s ha de abordarse una reforma. De hecho, en gran parte de los pa¨ªses desarrollados la moderaci¨®n de los gastos sanitarios no ha supuesto su congelaci¨®n, ni mucho menos su disminuci¨®n.
Es el momento de ver si la estrategia global del Ejecutivo se ha modificado, si la salud va a continuar o no siendo un objetivo secundario para el Gobierno, y si la Administraci¨®n es capaz de dotar suficientemente unos servicios sociales b¨¢sicos, entre los que la sanidad, como la educaci¨®n o la justicia, ocupa los primeros lugares. De lo contrario, muy poco se le podr¨¢ exigir al ministro de Sanidad, si el sector econ¨®mico del Gabinete no le concede un suficiente margen de maniobra.
Gesto valiente
En este sentido, no cabe olvidar el proyecto del nuevo ministro, Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas, por el que una nueva secretar¨ªa general absorber¨¢ las actuales funciones del Insalud. Un loable y valiente gesto del ministro, quien, al gestionar directamente la asistencia, puede acabar con duplicidades y burocracias, adem¨¢s de evitar el peligro econ¨®mico de una posible reconversi¨®n de la primera empresa del pa¨ªs. Y todo ello sin aumentar el gasto. Pero la actitud del ministro de poco puede servir si en los pr¨®ximos presupuestos no encuentra la correspondiente contrapartida econ¨®mica del Gobierno. Se ha dicho, refiri¨¦ndose a la justicia, que una aut¨¦ntica reforma pasa por la dotaci¨®n de medios suficientes. Pues bien, mucho m¨¢s ocurre con una reforma que, como la sanitaria, ampl¨ªa la cobertura asistencial a cuatro millones m¨¢s de ciudadanos.
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