Neruda como met¨¢fora
El martes hizo 13 a?os que Pablo Neruda muri¨® en Chile, golpeado por el c¨¢ncer y azotado por el drama de su pueblo, que acababa de sufrir el golpe militar de Augusto Pinochet. El autor de Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada y de multitud de poemas desgarrados y solidarios con el ser humano falleci¨® como hab¨ªa vivido, combatiendo con las palabras. Su testimonio, pues, no se agot¨® con su vida, sino que ha seguido vigente, como una met¨¢fora, despu¨¦s de su muerte. Esta es la tesis del autor de este art¨ªculo conmemorativo.
La primera vez que vi a Neruda fue cuando publiqu¨¦ mi primera obra, que, con juvenil irresponsabilidad, se llamaba El entusiasmo. Como la mayor¨ªa de los autores que debutaban, hice la peregrinaci¨®n de rigor a la casa del poeta, le ofrec¨ª m¨ª libro y le ped¨ª su opini¨®n. "Lo leer¨¦, muchacho", me dijo, "vuelve en dos meses y te dar¨¦ mi opini¨®n". Con ese talento para la impertinencia que daba la juventud, dos semanas m¨¢s tarde ya estaba golpeando a su puerta. Me dijo: "Le¨ª tu libro y lo encuentro bueno. Pero esto no quiere decir nada porque todos los primeros libros de escritores chilenos son buenos. Vamos a esperar el segundo".Mi simpat¨ªa por el poeta databa ya de la ni?ez, cuando cada dos d¨ªas sol¨ªa enamorarme fielmente y para toda la vida de muchachas mayores que yo a las cuales no atinaba a decirles ni una sola palabra. Manosear las letras cebolleras de las canciones del hit parade hab¨ªa s¨®lo contribuido a perfeccionar mi sentimentalismo y mi mudez. Pero un d¨ªa cay¨® en mis manos (digamos garras) Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada. Me aprend¨ª de memoria sus versos y los susurr¨¦ como si fueran propios en los l¨®bulos de las muchachas provincianas. A Pablo Neruda le agradezco haber perdido la virginidad a temprana edad.
Creo que en esta experiencia personal est¨¢ el germen de mi novela y de mi filme Ardiente paciencia. Aunque, para ser preciso, otra fuente de esta obra (donde la poes¨ªa nerudiana fagocita a todo un pueblo) fue mi presencia en un acto pol¨ªtico cuando Neruda era precandidato a la presidencia de la Rep¨²blica. La reuni¨®n ten¨ªa lugar en una poblaci¨®n extremadamente pobre. Dudo que la mayor¨ªa de los 200 trabajadores all¨ª presentes hubiera tenido la oportunidad de terminar siquiera la escuela primaria Cuando Neruda termin¨® su discurso, el p¨²blico aplaudi¨® cort¨¦smente y comenz¨® a corear: "Poema, poema, queremos poema" Neruda, sonriendo, pregunt¨® "?Qu¨¦ poema quieren que les lea?". Y de esos hombres y mujeres, que con dificultad consegu¨ªan algo para comer, salieron a gritos casi 20 t¨ªtulos nerudianos que quer¨ªan o¨ªr.
Sensualidad
No s¨®lo fue Neruda un hombre que prodig¨® met¨¢foras gracias a las cuales Latinoam¨¦rica se conoci¨® mejor a s¨ª misma, sino que su vida misma fue una met¨¢fora. ?l acompa?¨® a su pueblo, y a otros, en sus m¨¢s intensas luchas pol¨ªticas por la justicia, sin renunciar en esa empresa a toda la rica problem¨¢tica del hombre universal. Su poes¨ªa recorri¨® todos los matices, desde las oscuras ra¨ªces del hombre hasta la regocijada aceptaci¨®n de la claridad.
Su poes¨ªa, angustiada y turbia, no se deja reducir por su voluminosa obra de hombre entramado en los vaivenes de la historia. De ah¨ª que en Neruda habiten muchos Nerudas, y que cada lector encuentre en ¨¦l una o dos im¨¢genes con las cuales prefiere convivir. A los chilenos nos hizo redescubrir nuestro paisaje, nuestras comidas, la mareadora sensualidad de poseer un cuerpo destinado al amor.
Su muerte, el 23 de septiembre de 1973, pocos d¨ªas despu¨¦s del golpe militar que terminaba con la democracia en Chile, es una fluida continuaci¨®n de la met¨¢fora: muere la democracia, muere el poeta. El s¨ªmil no termina ah¨ª. Con ocasi¨®n de sus funerales, cuando los usurpadores del Gobierno hab¨ªan sembrado el terror en el pa¨ªs, el pueblo sali¨® a las calles a acompa?ar su ata¨²d, y cantando con sus pu?os en alto construyeron la primera protesta contra la dictadura.
Y la met¨¢fora contin¨²a tras su muerte. Su casa de Isla Negra -rigurosamente cerrada a los chilenos- es hoy el lugar de peregrinaci¨®n de miles de j¨®venes que han escrito en sus muros y en las verjas de su jard¨ªn versos o saludos de homenaje a su poeta. Algunas l¨ªneas son simples afirmaciones, como: "Pablo, estoy contigo". Otras son citas de sus versos. Pero tal vez ninguna es m¨¢s elocuente para hacerle comprender al lector no chileno la dimensi¨®n de su presencia en nuestra vida que aquella inscripci¨®n que, conmovido, anot¨¦ en mi cuaderno de viaje: "Neruda no es chileno, Chile es nerudiano".
escritor chileno, vive en la Rep¨²blica Federal de Alemania. Es autor del Ebro y del filme Ardiente pasi¨®n, que gan¨® el Col¨®n de Oro del ¨²ltimo Festival Internacional de Cine de Huelva.
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