Menos que un debate teol¨®gico
La nota de la comisi¨®n permanente del episcopado sobre el VI Congreso de Teolog¨ªa es dura y extensa. Los obispos reiteran, no obstante, "su prop¨®sito de sostener un di¨¢logo eclesial y pastoral con los organizadores del congreso". Y muestran el deseo de "esclarecer estas graves cuestiones de manera que esta y otras actividades semejantes puedan ser acogidas sin recelo dentro de la Iglesia". La r¨¦plica de la comisi¨®n gestora termina tambi¨¦n aceptando ese "di¨¢logo eclesial y pastoral con nuestros obispos por los cauces que estimen m¨¢s oportunos".No puedo enjuiciar el congreso. Lo segu¨ª a trav¨¦s de las rese?as de prensa, necesariamente incompletas. Le¨ª atentamente el texto ¨ªntegro de uno de los ponentes, cedido amablemente porque se relacionaba con el tema de la mesa redonda en la que yo ten¨ªa que intervenir sobre Pluralismo y comuni¨®n en la Iglesia espa?ola. La hora y media que permanec¨ª en la sala me sirvi¨® para captar el ambiente y me ofreci¨® la ocasi¨®n de sugerir algunas de las ideas que ahora me propongo explicar. Una de ellas, quiz¨¢ central, ha quedado ya suficientemente ilustrada por los hechos. La expresan as¨ª los mismos obispos: "El di¨¢logo que debe existir entre el magisterio y los te¨®logos en Espa?a no ha logrado a¨²n cauces y frutos adecuados".
Me resisto a admitir que cualquier discrepancia dentro de la Iglesia tenga que ser traducida al gran p¨²blico en t¨¦rminos de desobediencia. Ni creo que un foro de millar y Medio de personas pueda ofrecer las condiciones m¨ªnimas para un di¨¢logo estrictamente teol¨®gico. Desafortunadamente, la historia del catolicismo espa?ol est¨¢ salpicada de lo que yo all¨ª llam¨¦ desencuentros culminantes, que han contribuido a confirmar el pesimismo y a generar silencios y aton¨ªa. Ser¨ªa f¨¢cil ilustrar con ejemplos esta afirmaci¨®n. Pero no quiero desviarme por el camino del pasado siempre discutible. Prefiero aportar modestamente mi punto de vista con el ¨¢nimo exclusivo de ayudar a crear las condiciones que faciliten ese di¨¢logo o comuni¨®n tan necesario.
Opciones pol¨ªticas
Los sectores cr¨ªticos en nuestra Iglesia, y este congreso es un buen ejemplo, no formulan discrepancias estrictamente doctrinales o teol¨®gicas. Se llega a la teolog¨ªa, e incluso a los aleda?os del dogma, despu¨¦s de haber recorrido otros caminos trazados por opciones pol¨ªticas, juicios sobre la realidad social y concepciones gen¨¦ricamente culturales. El debate sobre la cultura cristiana sale al paso de cualquier intento bienintencionado de evangelizar. La fe s¨®lo puede vivirse en una forma coherente y concreta de organizar la realidad. Lleva en s¨ª misma la exigencia de relacionarse con los dem¨¢s seg¨²n el precepto del amor y de la justicia. Cualquier modelo de ciudadan¨ªa, del papel de la mujer, de familia, de opci¨®n pol¨ªtica, etc¨¦tera, est¨¢ sometido a las mediaciones culturales de cada tiempo. Coexisten mezcladas diversas experiencias y memorias colectivas. Las nuevas culturas emergentes en los pa¨ªses de tradici¨®n cristiana abren continuamente interrogantes. Me parece un error grave conceder la categor¨ªa de premisa cierta y adquirida a una determinada percepci¨®n del contexto sociocultural. Es una forma de absolutizar lo relativo, de fijar posiciones y actitudes intolerantes como si ¨¦stas determinaran apod¨ªcticamente las cuestiones de la fe.
El di¨¢logo entre la fe y las culturas se convierte m¨¢s bien en un di¨¢logo entre las culturas bajo la mirada cr¨ªtica de la fe. El futuro del cristianismo no est¨¢ encadenado al futuro de formas y modelos en los que ¨¦ste logr¨® encarnarse hist¨®ricamente.
La vitalidad con que se discuten en muchos sectores de la Iglesia espa?ola modelos del ejercicio de la autoridad dentro de ella, de su organizaci¨®n interna y las estrategias para llegar a una sociedad m¨¢s justa, demuestra hasta qu¨¦ punto est¨¢ surgiendo una laicidad interesada por lo religioso. Las condiciones de vida y de acci¨®n ser¨¢n probablemente m¨¢s dif¨ªciles que en el pasado. Pero todo esto no constituye un problema de sobrevivencia o de menor vitalidad del cristianismo.
Es un proceso de identidad y calidad que puede situar a los cat¨®licos en condiciones de minor¨ªa num¨¦rica, pero con mayor capacidad de donaci¨®n de sentido. De ah¨ª la necesidad de no confundir la laicidad con el laicismo, aunque determinados gestos y apariencias hagan dif¨ªcil el discernimiento.
Dije a los congresistas, y lo vuelvo a repetir aqu¨ª, que la gran tentaci¨®n de los cat¨®licos espa?oles fue y sigue siendo el mimetismo. Se echa en falta la originalidad del an¨¢lisis, probablemente por falta de reflexi¨®n teol¨®gica. Nos fijamos en las deficiencias del di¨¢logo de los te¨®logos con los obispos. Y estamos al mismo tiempo solapando la ausencia casi total de debate entre los te¨®logos. Basta leer las recensiones complacientes con que los mismos profesionales de la teolog¨ªa enjuician en las revistas las publicaciones de sus colegas te¨®logos. No es alentador que la asociaci¨®n de te¨®logos Juan XXIII sea tan homog¨¦nea y que emerja en la opini¨®n p¨²blica espa?ola una vez al a?o, ofreciendo plataforma a personalidades extranjeras que nos hablan m¨¢s de otras situaciones y problemas, por muy entra?ables y vecinos que sean a los nuestros.
La increencia y la irreligiosidad espa?ola ofrecen m¨¢s que materia suficiente para la denuncia prof¨¦tica original. Es m¨¢s que sospechoso que se dedique el esfuerzo a la cr¨ªtica contra la misma Iglesia y se silencien las injusticias de nuestro propio contexto sociocultural y pol¨ªtico. Detr¨¢s del af¨¢n de poner nuestra teolog¨ªa al nivel de otras iglesias se puede estar escondiendo una carencia de originalidad y, por qu¨¦ no decirlo, de libertad frente al poder pol¨ªtico gobernante. Coincido plenamente con la cr¨ªtica que hac¨ªa en estas mismas p¨¢ginas Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz (v¨¦ase EL PAIS de 19 de septiembre), y por eso me ahorro hacer m¨¢s concreciones. El di¨¢logo y aun el debate cient¨ªfico entre los te¨®logos ayudar¨ªan a descubrir el rigor de la cr¨ªtica, oculta quiz¨¢ en la hojarasca de tanta ret¨®rica demag¨®gica.
Enfrentamiento partidista
No veo en el horizonte espa?ol tanto pluralismo teol¨®gico como enfrentamiento partidista. No veo posible la articulaci¨®n del di¨¢logo entre los diversos estamentos de la Iglesia si no damos a luz un discurso teol¨®gico menos mim¨¦tico y m¨ªnimamente visceral. Las tareas concretas de una reflexi¨®n teol¨®gica desde Espa?a y sobre los problemas de los pueblos de Espa?a no han llegado a ser claramente formuladas, ni casi siquiera debatidas. Apenas se han ensayado procedimientos de colaboraci¨®n entre el episcopado y los te¨®logos espa?oles. No acierto a ver las dificultades doctrinales que impiden a los obispos elaborar sus declaraciones magisteriales en una confiada colaboraci¨®n con los expertos en teolog¨ªa, en econom¨ªa, en biolog¨ªa, en derecho, en politolog¨ªa y hasta en opini¨®n p¨²blica. Pongo como ejemplo al episcopado norteamericano, que ha sometido su documento sobre Democracia econ¨®mica a m¨¢s de un centenar de expertos con nombres conocidos y no ha tenido inconveniente en hacer p¨²blicos ya tres borradores del mismo.
La transparencia es una virtud evang¨¦lica. Con la opacidad y la desinformaci¨®n s¨®lo maduran los malos entendidos y las distancias. La integraci¨®n interna de la comunidad cat¨®lica espa?ola es uno de los principales desaf¨ªos a que nos somete el contexto pluricultural, social y pol¨ªtico dentro de nuestras fronteras. Pero esto no se va a lograr si prevalecen las actitudes arrogantes o excluyentes, si nos dejamos llevar por la sospecha o el prejuicio.
De estos pecados tenemos que acusarnos todos, especialmente los que hemos hecho profesi¨®n de nuestro servicio a la Iglesia y a los hombres de nuestro tiempo. Me figuro que m¨¢s de uno me tendr¨¢ por ingenuo, si llega a leer estas reflexiones espont¨¢neas. En el mejor de los casos habr¨ªa conseguido hacerme como ni?o para entrar en el reino de los cielos.
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