'La voz' que fue para¨ªso
No llovi¨®, cosa que hubiera sido l¨®gica despu¨¦s del bochorno de los preparativos. Tambi¨¦n contra pron¨®stico, Sinatra no cant¨® el repertorio con el que algunos amenazaban, sino su gran repertorio, el de Cole Porter, el de Harold Arien, el de Rodgers y Hart.
Hasta las concesiones estuvieron bien. Que las propinas fueran Strangers in the night y My way resulta explicable; por m¨¢s que a algunos nos gusten mucho o poco, son sus grandes ¨¦xitos y la segunda canci¨®n constituye en la voz de Sinatra -la voz de La Voz- una declaraci¨®n de principios que cuadra bien con el personaje.Y no olvidemos que el cap¨ªtulo de propinas empez¨® con una versi¨®n maravillosa de All the way, con s¨®lo el pianista como acompa?ante. New York, New York es una buena continuaci¨®n de la serie de canciones dedicadas por Sinatra a las ciudades de su vida, al igual que LA -por Los ?ngeles- is my lady; esta ¨²ltima es, adem¨¢s, la pieza fuerte de un ¨²ltimo disco que es muy bueno.
La versi¨®n de Et maintenant, privada de todo su dramatismo raveliano y llevada al terreno del swing, funciona estupendamente; tambi¨¦n lo hace La chica de Ipanema, transformada con astucia en balada suave, souvenir de lujo para turista caro. Incluso tiene defensa la concesi¨®n al marco, Granada, aunque s¨®lo sea porque la letra en ingl¨¦s resulta sublime de puro kitsch.El mejor repertorio
Pero no merece la pena hablar de las concesiones porque la parte principal del recital de Sinatra la compusieron algunas de sus canciones m¨¢s brillantes y evocadoras. Y no es que Sinatra las cantara excepcionalmente o haciendo esos alardes extempor¨¢neos con que nos castigan tantos tenoires; no, Sinatra -en parte por orgullo, en parte porque respeta al otrora llamado respetable y en parte por amor a un repertorio donde hay joyas que, como Witchcraft o Without a song, le pertenecen- cant¨® esas canciones simplemente como hay que cantarlas. Y no se olvid¨® de esas introducciones que casi todos los dem¨¢s cantantes menosprecian, de esos matizados pr¨®logos musicales que son indispensables para comprender monumentos de la m¨²sica popular como My heart stood still, I get a kick out of you o Bewitched, bothered and bewildered.
Esas canciones y las presentaciones del propio Sinatra -que tambi¨¦n sabe ser perfecto en esos cometidos- trajeron el recuerdo del desaparecido Nelson Riddle, maestro de los arreglos orquestales.
Para ejecutar esos arreglos, y los de Quincy Jones, y todos los dem¨¢s, vinieron cuarenta y tantos m¨²sicos brit¨¢nicos, lo cual parece un lujo innecesario, salvo por lo que respecta a la secci¨®n r¨ªtmica -formidable sobre todo el contrabajista-; para los dem¨¢s papeles, hab¨ªa aqu¨ª m¨²sicos que hubieran cumplido perfectamente, sobre todo con un director de orquesta tan bueno como Bill Miller.
Fue una representaci¨®n tal vez peque?a de un grand¨ªsimo repertorio, pero la introducci¨®n de I get a kick out of you nos hizo sospechar que quiz¨¢ no hab¨ªa lugar para m¨¢s. Dijo Buda que tambi¨¦n los para¨ªsos se marchitan y eso reza tambi¨¦n para aquel para¨ªso que fije La voz.
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