Crisis pol¨ªtica en Austria
LA ELECCI¨®N de un nuevo presidente en el congreso de? Partido Liberal ha provocado un peque?o terremoto en el mundo pol¨ªtico de Viena. El canciller Franz Vranitzky ha anunciado que quedaba rota la coalici¨®n socialista-liberal en la que se basa su Gobierno y ha convocado las elecciones generales para el 22 de noviembre, adelant¨¢ndolas en unos seis meses. Aunque hasta esa fecha el Gobierno seguir¨¢ en funciones, es obvio que se ha abierto una crisis pol¨ªtica seria, algunas de cuyas caracter¨ªsticas se insertan en fen¨®menos m¨¢s generales que aparecen en otros pa¨ªses europeos.El vuelco que ha dado el Partido Liberal refleja el crecimiento de una derecha cerril, inclinada al racismo y al pangermanismo, que no oculta cierto parentesco con el fascismo de otras ¨¦pocas; corriente que en Austria ha sido estimulada por la elecci¨®n de Kurt Waldheim para la presidencia de la Rep¨²blica.
El Partido Liberal es el resultado de la fusi¨®n, en los a?os cincuenta, de un Partido Liberal tradicional y de la Uni¨®n de los Independientes, creada en 1949 para canalizar los votos de los antiguos miembros del partido nazi, privados hasta entonces de sus derechos pol¨ªticos. Por eso ha albergado en su seno dos sensibilidades poco compatibles entre s¨ª. El antiguo presidente, Steger, pretend¨ªa dar al partido un sesgo moderno, de centro izquierda, para incorporar las nuevas capas que emergen en la sociedad posindustrial. Su derrota ha sido la revancha de los sectores m¨¢s anacr¨®nicos, con una carga fuerte de nostalgia del pasado. Aunque relativamente joven, el nuevo presidente, Joerg Haider, es el campe¨®n de las posiciones m¨¢s reaccionarias.
Sin embargo, la ruptura de la coalici¨®n socialista-liberal no era una consecuencia descontada de la elecci¨®n de Haider. ?ste, que articula la frase superdemag¨®gica con el pragmatismo en las combinaciones pol¨ªticas, aspiraba a que el Partido Liberal permaneciese en el poder. En cuanto a los socialistas, hab¨ªan tragado ya culebras de gran calibre en su colaboraci¨®n con los liberales. Por ejemplo, cuando en febrero de 1985 tuvieron que defender al ministro de Defensa Frischlager, que fue a dar la bienvenida personalmente al criminal de guerra Reder, liberado de las c¨¢rceles italianas. En la decisi¨®n del canciller Vranitzky de romper ahora la coalici¨®n con el Partido Liberal han pesado otros factores, adem¨¢s de la incoherencia de gobernar con un partido tan derechizado.
Esta crisis pol¨ªtica austriaca es una nueva etapa en el proceso de desgaste y degradaci¨®n que est¨¢ sufriendo el Partido Socialista, desde la entrada de los a?os ochenta. La hegemon¨ªa de ese partido durante casi tres lustros, dirigido por la gran figura de Bruno Kreisky, alimentado por las ra¨ªces te¨®ricas del austromarxismo, permiti¨® crear uno de los modelos m¨¢s acabados del socialismo democr¨¢tico.
En 1983, el Partido Socialista perdi¨® la mayor¨ªa absoluta y Kreisky se retir¨®, si bien recomendando la coalici¨®n con los liberales. Pero el deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica se ha acentuado en los ¨²ltimos a?os, y en el Partido Socialista se enfrentan dos tendencias: una, fiel a las soluciones estatalistas del pasado, y otra, representada por el canciller Vranitzky, dispuesta a afrontar medidas de austeridad y reconversi¨®n, sin temor al coste social que ello implique.
En este marco, el Partido Socialista est¨¢ perdiendo votos en todas las elecciones parciales. La pr¨®xima primavera ser¨¢ probablemente un momento particularmente agudo en cuanto a las consecuencias sociales de la pol¨ªtica r¨ªgida que est¨¢ aplicando el Gobierno, y, por tanto, una coyuntura p¨¦sima para los socialistas en caso de elecciones. Al reaccionar con energ¨ªa frente al triunfo de una derecha semifascista en el Partido Liberal, Vranitzky obtiene una base para agrupar a las diversas corrientes socialistas en la batalla electoral. De esta manera, acaso podr¨¢ presentarse menos centrada en los problemas sociales y m¨¢s orientada a alejar el peligro de que Austria caiga en manos de una coalici¨®n de la Democracia Cristiana -marcada a¨²n por su apoyo a Waldheim- y de los liberales de Haider. En todo caso, el Partido Socialista ya no es el de la ¨¦poca de Kreisky, y, ante la muy probable victoria en noviembre de la Democracia Cristiana, tendr¨¢ que escoger entre la oposici¨®n -hecho ins¨®lito en su historia de posguerra- o un intento de gran coalici¨®n con sus adversarios tradicionales.
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