1992
El 12 de octubre viene celebr¨¢ndose, sobre todo en Europa y en Am¨¦rica., bajo diversos nombres: "aniversario del Descubrimiento", "d¨ªa de Crist¨®bal Col¨®n", "D¨ªa de la Raza", etc¨¦tera. Dentro de media docena de a?os tendremos un 12 de octubre "muy especial". Como dicen los argentinos en una locuci¨®n tan c¨®moda como justa, empieza "desde ya" a intensificarse el clamor de m¨²ltiples supercelebraciones.?Por qu¨¦ no? Las comunidades humanas han glorificado siempre fechas juzgadas importantes para su historia, y la del 12 de octubre de 1492 es sobresaliente no s¨®lo para la "historia de Espa?a sino tambi¨¦n para la del Occidente entero. Nada m¨¢s natural que con ocasi¨®n de la misma, y no s¨®lo durante el a?o en que tenga lugar, sino ya bastante antes (y posiblemente tambi¨¦n bastante despu¨¦s), se alcen las campanas al vuelo. Adem¨¢s, los seres humanos parecen fascinados por los n¨²meros, y el hecho de que entre el a?o 1492 y el de 1992 pasen 500 es cosa particularmente atractiva. M¨¢s que 123 a?os, o que 312, o que 456; inclusive m¨¢s que 100, 200 o 300 a?os. Son 500, n¨²mero muy reducido; la mitad de un milenio. S¨®lo el milenio puede batir a su mitad, pero tiene a menudo, el inconveniente de que entonces lo celebrado est¨¦ ya muy a la espalda. A veces los milenios pasan un tanto inadvertidos.
Es tambi¨¦n natural, quiero decir comprensible, que con motivo de una fecha que ofrece tantas resonancias se produzca una verdadera org¨ªa (de ret¨®ricas, palabra que empleo en plural porque en este caso el singular parece insuficiente. Y que adem¨¢s se puedan contar por miles, si no por decenas de miles, los actos de toda clase organizados por toda suerte de instituciones en Europa y Am¨¦rica, principio y t¨¦rmino geogr¨¢ficos de la aventura colombina y de las muchas otras que se le agregaron.
No se necesita ser muy lince para prever adem¨¢s que por encima o por debajo de la ret¨®rica va a haber palabras bastante duras.
Ya comenzaron. Hace ya alg¨²n tiempo Fidel Castro lanz¨® varios sonados comentarios y hasta algunos exabruptos relativos a la colonizaci¨®n espa?ola. Los espa?oles no se limitaron a descubrir un nuevo continente -y antes varias islas pr¨®ximas al mismo-, sino que se dedicaron a expoliarlo. Fidel Castro no dijo, pero otros han dicho, que las tierras colonizadas por Espa?a no s¨®lo sufrieron muchos vej¨¢menes, sino que tuvieron que arrostrar asimismo con las consecuencias de lo que Ortega llam¨® "la tibetizaci¨®n de Espa?a". En un reciente art¨ªculo de un distinguido y moderado fil¨®sofo colombiano, Danilo Cruz V¨¦lez, se lee que Espa?a arrastr¨® a los diversos virreinatos a un aislamiento cultural de tres largos siglos respecto a la filosof¨ªa y a la ciencia modernas. "La anormalidad cultural espa?ola" producida por "la quijotesca voluntad" de "prolongar bajo su ¨¦gida la universitas christiana, ha declarado nuestro colega, "coincidi¨® con el tiempo del imperio espa?ol en las Indias". Esto fue una gran desventura que s¨®lo se ha podido corregir mucho despu¨¦s, en el pasado siglo, y sobre todo en el presente, gracias en parte -subraya Cruz V¨¦lez, a quien no se puede, acusar de f¨¢cil o demag¨®gico antiespa?olismo- al renacimiento cultural espa?ol del siglo XX as¨ª como a la llegada a Am¨¦rica de un n¨²mero considerable de exiliados representantes de este renacimiento.
Estas y otras cr¨ªticas pueden dar origen a una posici¨®n estrictamente contraria, consistente en airrojar grandes y espesas nubes de incienso sobre todo el proceso del descubrimiento y colonizaci¨®n por Espa?a del Nuevo Mundo. En medio del humo as¨ª producido no es improbable que se canten ¨²nicamente las excelencias de la hispanizaci¨®n de vastos territorios de Norteam¨¦rica y de Suram¨¦rica. En vez del tema Espa?a expoliadora aparece el tema Espa?a civilizadora sin reservas ni paliativos.
Ser¨ªa una l¨¢stima que se desaprovechara la ocasi¨®n para poner de relieve que, como tantas veces ocurre, la verdad no anda por los extremos.
En una obra reciente sobre el conflicto (econ¨®mico) entre una porci¨®n del globo (generalmente, aunque no exclusivamente, el Norte) econ¨®micamente pr¨®spera y otra porci¨®n (generalmente, pero no exclusivamente, el Sur) empobrecida y endeudada, se afirma que en lo que concierne al continente americano el florecimiento de unos se debe a que los colonizadores trataron los nuevos territorios como plantaciones (o factor¨ªas), y el atraso de otros se debe a que sus colonizadores lo consideraron como meras fuentes de riqueza para el exclusivo beneficio de la metr¨®poli. Este tipo de vastas y vagas; generalizaciones a?ade le?a al fuego de la cr¨ªtica de la colonizaci¨®n espa?ola (y, habr¨ªa que agregar, la portuguesa) con el fin de aumentar el poder y la gloria de las colonizaciones no ib¨¦ricas. Piar desgracia, para los historiadores encargados de arrojar luz sobre estos asuntos las cosas no son tan sencillas. A despecho de datos y hechos -que los historiadores pueden procurarse siempre sin grandes dificultades-, las conclusiones que se derivan son tan ret¨®ricas como las de Fidel Castro o como, en el otro lado de la barrera, las de los superpatriotas.
Se ha dicho que s¨®lo cabe una de las siguientes tres posiciones en los debates en torno al V Centenario. Para unos fue sobre todo descubrimiento. Para otros fue principalmente colonizaci¨®n (y explotaci¨®n). Para otros fue, en ¨²ltimo t¨¦rmino, encuentro de culturas. La verdad es que ninguna de las tres posiciones puede eliminarse, ya que no ser¨ªa mala idea que se estudiara con toda la serenidad que quepa en estos tumultuosos asuntos la proporci¨®n en que las tres cosas colaboraron a la situaci¨®n -humana, hist¨®rica, econ¨®mica, cultural, etc¨¦tera- en que estamos en ese ya muy pr¨®ximo quinto centenario.
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