La salud de la derecha francesa
EL RESULTADO de las dos elecciones parciales que se ce lebraron el domingo pasado en Francia ha confirmado la actual consistencia de la derecha en aquel pa¨ªs. Una de esas elecciones se destinaba a la renovaci¨®n de un tercio del Senado, c¨¢mara elegida por sufragio indirecto. En este caso no ha sido la masa ciudadana quien ha vo tado, sino unas 50.000 personas que tienen ese derecho por ser ya diputados, consejeros cantonales o departameritales o haber sido designados por los municipios. Se presagiaba que esta elecci¨®n indirecta reflejar¨ªa la evoluci¨®n hacia la derecha de los ¨²ltimos a?os y efectivamente, en el Senado renovado, la izquierda, que ya era minoritaria, queda debilitada. En particular, el Partido Comunista ha estado a punto de descender por debajo del l¨ªmite m¨ªnimo para tener grupo propio. El inter¨¦s de esta elecci¨®n se cifra sobre todo en que ha reflejado cierta redistribuci¨®n de influencias dentro de la mayor¨ªa guberriamental, y ha salido reforzado la Uni¨®n para la Rep¨²blica (RPR) de Chirac en detrimento de los centristas. Ello indica una evoluci¨®n significativa entre las fuerzas vivas de la provincia francesa, confirmando que la presene¨ªa de Chirac en la jefatura del Gobierno beneficia netamente a su partido.Por otra parte, en el Alto Garona, debido a la anulaci¨®n de las elecciones de marzo pasado, los ciudadanos ten¨ªan que elegir a los ocho diputados que corresponden a ese departamento. En este caso ha sido, a los seis meses del Gobierno de Chirac, una prueba directa de las actitudes pol¨ªticas de los franceses. El Alto Garona es un departamento bastante representativo, con un peso sustancial de poblaci¨®n urbana y zonas rurales con tradici¨®n de izquierda. Pero los resultados han confirmado los de marzo: la mayor¨ªa gubernamental y el Partido Socialista obtienen cuatro diputados cada uno, pero mientras los socialistas han sufrido un ligero descenso, la derecha ha aumentado sus votos desde entonces. Una parte de este ¨¦xito se debe a la personalidad del alcalde de Toulouse, Dominique Baudis que, con fuertes ra¨ªces en la regi¨®n, encabezaba como independiente la candidatura gubernamental.
La elecci¨®n del Alto Garona desbordaba los marcos locales por otra raz¨®n, determinada por problemas internos del Partido Socialista: el primer secretario de este partido, Lionel Jospin, decidi¨® encabezar la candidatura en esa elecci¨®n parcial, arriesgando su prestigio de primera figura del partido. Contra ¨¦l surgieron dos candidaturas de izquierda disidentes y susceptibles de restarle votos, pero Jospin ha pasado con ¨¦xito una prueba dif¨ªcil, y ello le dar¨¢ m¨¢s autoridad en el seno de un part¨ªdo sometido a tensiones.
A pesar de sus caracter¨ªsticas muy diferentes, las dos elecciones del domingo aportan elementos para concluir que los franceses no quieren cambiar de Gobierno y que los seis meses en el poder no han erosionado el cr¨¦dito y la autoridad de Chirac. La derecha ha podido ir introduciendo algunos de los cambios anunciados en la campa?a electoral, en una especie de continuidad con lo que hab¨ªa sido la pol¨ªtica del Gobierno de Fabius en la etapa anterior.De hecho, la cohabitaci¨®n Mitterrand-Chirac atenua las contradicciones y conflictos entre los partidos, y, de forma difusa, empuja a la ciudadan¨ªa hacia la aceptaci¨®n del poder establecido. Lo cual beneficia ahora a la mayor¨ªa de centro-derecha y al Gobierno de Chirac, aunque Mitterrand siga gozando de una simpat¨ªa superior a la de los otros pol¨ªticos franceses.
Por otro lado, el clima de unidad nacional que se ha creado, frente a la ola terrorista, en apoyo del Gobierno ha favorecido a ¨¦ste en el momento de las elecciones. M¨¢s a¨²n: el rechazo de Le Pen a esa actitud de solidaridad nacional le ha costado una importante cantidad de voto s.
Frente a algunas figuras socialistas de prestigio, como la de Michel Rocard, preocupado por promover su candidatra para las futuras elecciones presidenciales, Jospin representa la voluntad de afirmar el papel propio del Partido Socialista y es previsible que ahora disponga de mayor autoridad. En cualquier caso se tratar¨¢ de una misi¨®n dificil porque la cohabitaci¨®n, al implicar por necesidad constitucional a Mitterrand en la mayor parte de las decisiones del Gobierno, contradice las exigencias de una oposici¨®n socialista consecuente. Es imposible prever cu¨¢les ser¨¢n, para el futuro del Partido Socialista, los efectos de esta experiencia tan excepcional que est¨¢ viviendo Francia, de un presidente de la Rep¨²blica socialista y un primer ministro de derecha. Pero, con todo, la opini¨®n francesa encuentra en ella un motivo de relativa confianza.
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