Esencias de comedia
El cine independiente norteamericano, el que se escapa por las pocas rendijas que deja abiertas la apisonadora de las grandes marcas -hoy envilecidas por el negocio de las series televisivas y las superproducciones rutinarias- est¨¢ recuperando con buenas; ma?as las mejores tradic¨ªones, casi todas perdidas, del cine cl¨¢sico de Hollywood y con frecuencia extrae de ellas filmes menores, pero alentadores para quienes consideramos que en esas tradiciones se encuentra lo m¨¢s afinado y lo m¨¢s gozoso de la historia del cine.Sweet Liberty es ni m¨¢s ni menos que eso, la recuperaci¨®n de uno de los juegos m¨¢s -divertidos y gratificantes a que liemos pod¨ªdo jugar los pobladores de los tiempos sombr¨ªos: el juego de la comedia, ese tipo de pel¨ªculas que -cuando aciertan y no es nada f¨¢cil acertar en la. combinaci¨®n de tipos y de situaciones que desatan por dentro los nudos de la sonrisa y de la hilaridad retenidas- es porque convierten a una insulsa s¨¢bana blanca en un ¨¢mbito plet¨®rico de ingenio e inventiva.En Sweet Liberty hay esencias de comedia. Personajes como el de Lillian Gish -una de las ni?as eternas del cine resucitada en forma de gracios¨ªsima ni?a anciana- son uno de esos ha llazgos que deciden (le un plu mazo la cuestion fundamental: aqu¨ª hay, detr¨¢s de ese personaje, como lo hay detr¨¢s del de Mi chael Caine o el de Bon Hos kins, un aut¨¦ntico urd¨ªdor de comedias: ese c¨ªnico y larguirucho cirujano militar de la serie televisiva MASH llamado Alan Alda.
Sweet Liberty (Dulce libertad)
Director y guionista: Alan Alda.Fotograf¨ªa: Frank Tydy. M¨²sica: Bruce Brougliton. Producci¨®n: Martin Bregman. Norteamericana, 1986. Int¨¦rpretes: Alan Alda, Michael Caine, Michelle- Keiffer, Lillian Gish, Bob Hoskins, Lise Hilbolt. Estreno en Madrid: cines Renoir.
Este curtido actor, pero director primerizo, lo tiene casi todo, salvo experiencia. Y se nota. Las gracias de Sweet Liberty son muchas, pero entre todas ellas est¨¢n lejos de acercarse a la perfecci¨®n. Hay escenas -como la de la batalla entre otras- en que la inexperiencia de Alda canta: de all¨ª podr¨ªa haber extra¨ªdo un cineasta avezado riadas de risas, pero Alda se queda corto, sin dominio de la medida, lejos del sentido del crescendo, el toque de la maestr¨ªa.
Pero m¨¢s vale recordar s¨®lo lo que hay de bueno de Sweet Liberty, que es inolvidable, y apartar de la memoria lo que no es bueno, que es f¨¢cilmente olvidable. El filme relaja, divierte, nos hace jugar. Eso busca y eso encuentra. No pasar¨¢ a la historia, pero su autor, si aprende lo que tiene que aprender, lo har¨¢.
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