La reforma 'superstar'
APROBADA POR las c¨¢maras, la reforma fiscal norteamericana aguarda la firma del presidente para entrar en vigor, lo cual se producir¨¢, previsiblemente, dentro de unos pocos d¨ªas, cuando se incorporen algunas enmiendas de car¨¢cter t¨¦cnico. Comenzar¨¢ entonces una etapa que va a modificar profundamente la vida econ¨®mica de Estados Unidos.Los rasgos esenciales de la reforma consisten en la abolici¨®n de los 14 tramos de la escala progresiva actual y su sustituci¨®n por dos tarifas b¨¢sicas (15% y 28%) y en la supresi¨®n de casi todas las desgravaciones. Tambi¨¦n se modifica el impuesto de sociedades, reduciendo la tarifa y suprimiendo todas las desgravaciones, incluida la del 6% para las nuevas inversiones. La reforma es, pues, sustancial, y sus efectos ser¨¢n duraderos, ya que afectan a casi todas las decisiones cotidianas de los norteamericanos. Por ejemplo, a partir del 1 de enero no podr¨¢n deducirse los intereses pagados por la adquisici¨®n a cr¨¦dito de bienes de consumo, lo cual afecta, entre otras muchas cosas, a los autom¨®viles, que la mayor¨ªa de los norteamericanos compran a cr¨¦dito. Tambi¨¦n afectar¨¢ a las instituciones financieras, al devolver a los tipos de inter¨¦s un protagonismo mayor en las decisiones de endeudamiento. Y afectar¨¢ al volumen de inversiones de capital norteamericano en el extranjero, y concretamente en Europa, que pueden verse beneficiadas.
Todas estas modificaciones permiten plantear la cuesti¨®n central de qui¨¦nes se benefician y qui¨¦nes salen perjudicados por la reforma. Seg¨²n los numerosos estudios que se han realizado sobre este punto, los principales beneficiarios de la reforma son los pobres y los ricos: ambas categor¨ªas pagar¨¢n menos impuestos. La clase media se quedar¨¢ pr¨¢cticamente como estaba hasta ahora. Tambi¨¦n pagar¨¢n m¨¢s las empresas, a pesar de la disminuci¨®n de la tarifa, como consecuencia de la supresi¨®n de las desgravaciones. Sin embargo, todo el mundo saldr¨¢ ganando por la sencillez del nuevo impuesto. Cualquier ciudadano podr¨¢ rellenar, sin ayuda de nadie, su declaraci¨®n de la renta, con lo cual, quienes sufrir¨¢n las primeras consecuencias de la nueva ley ser¨¢n las legiones de asesores fiscales que pueblan Estados Unidos. Para el Estado, y a medio plazo, la mayor¨ªa de los analistas coinciden en afirmar que la reforma ser¨¢ neutra, puesto que la disminuci¨®n de ingresos que va a procurar la reducci¨®n de tarifas se ver¨¢ compensada por el aumento de la recaudaci¨®n debido a la supresi¨®n de la mara?a de desgravaciones actuales. Tambi¨¦n existe un acuerdo casi general para pronosticar, a medio plazo, unos efectos ben¨¦ficos sobre la inversi¨®n, pues la reducci¨®n de la tarifa para las rentas elevadas deber¨ªa favorecer el ahorro.
La discusi¨®n de la reforma ha durado m¨¢s de dos a?os. El problema fundamental que ha planteado, y que plantea, es el de la equidad. El paso de los a?os y la tradici¨®n socialdem¨®crata europea han inscrito firmemente en el subconsciente colectivo que el impuesto sobre la renta de las personas f¨ªsicas debe ser progresivo para que pague m¨¢s quien m¨¢s tiene. Este principio se ha visto y se ve burlado constantemente por el juego de las desgravaciones y por el fraude fiscal. La administraci¨®n de un impuesto m¨¢s simple permitir¨¢ restablecerla transparencia fiscal y liberar recursos para perseguir a los defraudadores. Por su parte, la supresi¨®n de las desgravaciones contribuir¨¢ a desterrar el espect¨¢culo de los favorecidos de la fortuna que no pagan impuestos legalmente porque saben aprovechar los resquicios de la ley. En el debate sobre estas cuestiones, los principios absolutos suelen ser compa?eros de viaje de un cierto cinismo, cuando no de la demagogia, necesit¨¢ndose una conciencia democr¨¢tica madura para abordarlos con serenidad y rigor. Tanto m¨¢s cuanto que en el fondo de la cuesti¨®n subyace la necesidad de detraer recursos del consumo para fomentar el ahorro y la inversi¨®n. La acumulaci¨®n de capital es indispensable a la hora de financiar el crecimiento econ¨®mico, y el problema que se plantea permanentemente es el de c¨®mo fomentar el ahorro preservando al mismo tiempo el principio de la equidad. La negativa a discutir abiertamente estas cuestiones lleva a aceptar la inflaci¨®n como m¨¦todo de acumulaci¨®n de capital, con lo cual, son los m¨¢s desfavorecidos quienes soportan el peso del esfuerzo sin poder intervenir en el control de unos recursos que, mayoritariamente, proceden de su ahorro.
La reforma fiscal norteamericana ha planteado abiertamente estas cuestiones, y por ello ha suscitado un gran inter¨¦s dentro y fuera de Estados Unidos. En casi todos los pa¨ªses occidentales comienza a debatirse la cuesti¨®n de si conviene o no seguir el ejemplo. Tambi¨¦n en Espa?a, aunque con el inconveniente de que la tradici¨®n de nuestro impuesto sobre la renta se remonta a menos de una d¨¦cada. Pero en tan corto espacio de tiempo ha sido capaz de acumular casi tantas distorsiones como los impuestos europeos en medio siglo, y a nadie har¨ªa ning¨²n da?o el discutir abiertamente quienes ganan y quienes pierden con el actual sistema.
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