Unamuno, la raz¨®n y la rabia de octubre
Tal d¨ªa como hoy hace 50 a?os, en el viejo Paraninfo de la universidad de Salamanca. Son ya casi tres meses de guerra civil; acto acad¨¦mico solemne para conmemorar la Fiesta de la Raza; por entonces, Franco ha instalado hace nada su cuartel general en la ciudad del Tormes; Unamuno, como rector, preside el acto y tiene a su derecha a Carmen Polo; cerca, entre otras jerarqu¨ªas del nuevo r¨¦gimen, el obispo Enrique Pla i Deniel, que: ha cedido su palacio episcopal al general¨ªsimo; otro general, Jos¨¦ Mill¨¢n Astray, ocupa tambi¨¦n un lugar destacado en la tribuna de autoridades...?Cu¨¢ntas veces a lo largo de estos inacabables a?os no habremos recordado y repetido las palabras, ya casi m¨ªticas y de leyenda, que all¨ª aquella ma?ana resonaron?: "vencer no es convencer" -habr¨ªa advertido con firmeza y con rabia Unamuno- "y hay que convencer sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasi¨®n; el odio a la inteligencia que es cr¨ªtica y diferenciadora"; luego vino su ardiente, defensa de vascos y catalanes, una vez m¨¢s motejados all¨ª como la anti-Espa?a.
Son palabras y, hechos los de aquel d¨ªa en Salamanca sobradarnente conocidos. Si hoy vuelvo yo aqu¨ª sobre todo ello es fijada mentalmente para subrayar -tambi¨¦n con testimonio de nuevos papeles de don Miguel- la profunda convicci¨®n de que lo sucedido en ese 12 de octubre no fue, en modo alguno, algo ineramente espor¨¢dico, casi anecd¨®tico o temperamental, sin gran trascendencia anterior o posterior en la vida de Unamuno, sino m¨¢s bien todo lo contrario: la culminaci¨®n de un lento proceso que hab¨ªa ido gest¨¢ndose- poco a poco a lo largo de, aquel terrible verano de 1936 y, a su vez, el punto simb¨®lico del no-retorno en una evoluci¨®ri cr¨ªtica y de revisi¨®n de fondo de su actitud hacia los sublevados del 18 de julio, a los cuales, como es bien sabido, aqu¨¦l hab¨ªa prestado (pero no incondicionalmente y sin l¨ªmites) inicial adhesi¨®n.
El alzamiento militar
En aquellos momentos de la guerra, la noticia se extendi¨® r¨¢pidamente por toda Espa?a, e incluso fuera: ?Unamuno est¨¢ con los sublevados, con los mil¨ªtares, con los facciosos contra la Rep¨²blical Y tambi¨¦n las diferentes interpretaciones circularon en seguida: muchos que todav¨ªa cre¨ªan en el viejo liberal la acogen con escepticismo e incredulidad; otros lo atribuyen provisionalmente al car¨¢cter parad¨®jico, contradictorio y exc¨¦ntrico de don Miguel; no pocos cargan la culpa sobre la misma Rep¨²blica, que, dicen, ha dejado de ser liberal y hasta democr¨¢tica; algunos, a su vez, querr¨¢n ver en esa toma de posici¨®n algo l¨®gico y natural, dado -se?alan- el trasfondo ¨²ltimo reaccionario del pensamiento unamuniano y su evoluci¨®n (involuci¨®n) de: los ¨²ltimos tiempos, fuertemente cr¨ªtico de la Rep¨²blica y, sobre todo, del Frente Popular.
La actitud de Unainuno en Salamanca el 19 de julio de 1936 no puede desvincularse, claro est¨¢, del sentido general de su evoluci¨®n intelectual y, m¨¢s en concreto, de su pensamiento pol¨ªtico tal y como, casi desde el principio, se va manifestando cr¨ªticamente respecto de la II Rep¨²blica, instaurada, en buena medida gracias tambi¨¦n a ¨¦l, en 1931. En un libro m¨ªo de 1968 sobre el pensamiento pol¨ªtico unamuniano conclu¨ªa yo, de acuerdo con otros int¨¦rpretes, en que la ¨²nica explicaci¨®n posible de toda esta triste peripecia que le conduce a la adhesi¨®n a los militares sublevados es la de un Unamuno, viejo liberal del siglo XIX, que ha ido perdiendo el contacto con la compleja realidad espa?ola de su tiempo, con una realidad social sumamente conflictiva y una historia entendida desde esas coordenadas, dando una imagen sumamente idealizada y hasta ideologizada de ambas y de la misma guerra civil que se preparaba (y que, desde luego, ¨¦l desea siempre como pac¨ªfica guerra civil-civil, nunca violenta guerra civil-incivil).
El tr¨¢gico verano de 1936
Partiendo de ah¨ª, y matizando en ello todo lo que haya que mat¨ªzar, la principal sugerencia en esta vuelta m¨ªa a sus ¨²ltimos meses de vida es que precisamente la guerra civil, sus miserias morales y su sangrienta realidad, vividas en seguida y muy de cerca por Unamuno (empezando por el fusilamiento, a los pocos d¨ªas del alzamiento, de su buen amigo el catedr¨¢tico y alcalde Casto Prieto Carrasco), van a ir produciendo en ¨¦l, y progresivamente hasta su muerte, una verdadera "toma de conciencia" que, con caracteres de una muy profunda crisis final, le va a llevar -dice ¨¦l misino- a la necesidad de repensar de nuevo toda su obra, tanto en sus repercusiones personales como colectivas.
No hubo ya tiempo para ello. Pero en esos ¨²ltimos meses (de julio a diciembre de 1936) lo que hay, junto al rechazo impotente, e incluso incoherente, de la tragedia, es la plena y total comprensi¨®n acerca de lo innoble y degradante de cuanto est¨¢ aconteciendo; y, a su vez, un alejamiento y hasta enfrentamiento con los poderes y las personas (no todas) en quienes un tanto ligeramente -seg¨²n posterior confesi¨®n propiaaqu¨¦l hab¨ªa m¨¢s o menos confiado en los primeros momentos. La guerra civil, puede decirse, reabre la conciencia (¨¦tica, democr¨¢tica) y la consciencia (intelectual, m¨¢s racional) del viejo liberal que siempre fue Unamuno.
Ese proceso de toma de conciencia ha de analizarse a trav¨¦s de las intervenciones p¨²blicas, las declaraciones period¨ªsticas, las cartas u otros escritos, algunos decisivos, que en esos meses va produciendo Unamuno: muy fundamentalmente (casi los ¨²nicos textos de esos momentos con seguridad escritos directamente por ¨¦l) las cartas de diciembre al escultor Quint¨ªn de Torre y las p¨¢ginas, todav¨ªa in¨¦ditas, a las que ¨¦l mismo pone como t¨ªtulo El resentimiento tr¨¢gico de la vida. Notas sobre la revoluci¨®n y guerra civil espa?olas.
Sobre ese trasfondo tr¨¢gico y degradante de la guerra civil, tres hechos concretos, tres muertes, tres cr¨ªmenes, influyen decisivamente en esa toma de conciencia de Unamuno, en ese profundo cambio de actitud a que me estoy refiriendo. Son las muertes de tres muy buenos amigos suyos a quienes no pueami de salvar: el ya inencionado Casto Prieto Carrasco, su discl¨ªpulo Salvador Vila, rector de la universidad de Granada, 31, como gota final (en torno precisamente: al 12 de octubre), el pastor evang¨¦lico de Salamanca, Atilano Coco. Hubo -tambi¨¦n para Unamuno- muchas m¨¢s muertes, no pocas de otros buenos amigos y personas cercanas, pero esas tres -por sus especiales circunstancias marcaron fuertemente su lento pero profundo e irreversible cambio de actitud.
En esos meses del largo y tr¨¢gico verano de 1936, Unamuno va a alegar como causa justificatoria de la guerra, la lucha -dice- contra el caos y la anarqu¨ªa; pero tambi¨¦n su muy personal concepci¨®n de la defensa de la civilizaci¨®n cristiana y occidental, t¨®pico que la Espa?a franquista har¨¢ suyo, aunque distorsionando y falseando todo lo mejor de lo que Unamiano -liberal y luterano- comprend¨ªa en ¨¦l. Asimismo, alude por entonces al Ej¨¦rcito como ¨²nica fuerza que puede poner orden para despu¨¦s intentar lograr esos objetivos. Unamuno, quiz¨¢ esperaba -y quiso confiar en ello durante bastante, tiempo- que el Ej¨¦rcito sirviera para contener y hacer dism¨ªnuir al menos los cr¨ªmenes y las represiones indiscriminadas llevadas a cabo -y ¨¦l lo sab¨ªa muy bien- por individuos particulares y por otras facciones pol¨ªticas de la Espa?a nacional.
La ruptura: repensarlo todo
Mi opini¨®n es que poco a poco fue desenga?¨¢ndose de esa posibilidad, e incluso intencionalidad, que poco a poco fue saliendo de su error inicial, comprobando a su vez los escasos resultados obtenidos en su colaboraci¨®n con los sublevados. As¨ª, desde finales de septiembre, hay indicios, fuertes indicios, de que Unamuno est¨¢ cans¨¢ndose de todo aquello, de su papel de colaborador ben¨¦fico y utilitarista, comprendiendo que est¨¢ siendo utilizado por gentes e instituciones que no merecen realmente su apoyo y su confianza.
En ese contexto, su protesta del 12 de octubre no fue, pues, en modo alguno, una salida extempor¨¢nea del viejo luchador, un acto irreflexivo y aislado, sino expresi¨®n (y explosi¨®n) de algo que hab¨ªa ido amasando dentro: descontento consigo mismo, amargura, horror y desesperanza. Franco, a petici¨®n del claustro, le destituye como rector; despu¨¦s, el vac¨ªo cuando no la enemiga de no pocos conciudadanos y colegas universitarios; voluntariamente recluido en su "hogar, hoy", dice, "c¨¢rcel desdichosa", tendr¨¢ todav¨ªa un, tiempo, varias seinanas, de tristeza y de lucidez.
Ya ha perdido toda su fe en que de la guerra, de la guerra civil, vaya a salir la paz, una aut¨¦ntica paz; pero no la ha perdido en una Espa?a futura entendida -escribe all¨ª- como "un valor comunal hist¨®rico, pero dial¨¦ctico, din¨¢rnico, con contradicciones ¨ªntimas. La que los hotros llaman la anti-Espa?a, la liberal, es", dice, "tan Espa?a como la que corribaten los hunos". Y en esas mismas Notas deja constancia del que habr¨ªa sido en el futuro su necesario plan de trabajo: "La experiencia de esta guerra", esribe, "me, pone ante dos problemas, el de comprender, repensar, mi propia obra empezando por Paz en la guerra", es importante y muy sintom¨¢tico que sea ¨¦l mismo quien aluda a esta obra de manera expl¨ªcita, "y luego", concluye, "comprender, repensar Espa?a". Una nueva, renovada, conciencia (y consciencia) est¨¢ surgiendo a trav¨¦s de la guerra en el viejo Unamuno.
Pero todo este trabajo, este plan de vida y de lucha, va a quedar definitivamente inacabado de manera abrupta e inessperada; va a quedar truncado por la muerte, en la Salamanca b¨¦lica, en aquella tarde fr¨ªa, triste y plomiza del 31 de diciembre de 1936. Enesos d¨ªas, en esos momentos inmediatos a su muerte, en que -tal vez como todav¨ªa hoy se cuestiona y se discute con pasi¨®n con qui¨¦n estuvo al final don Miguel de Unamuno, un hombre que como gran poeta siempre vio claro en todo lo Fundamental -me refiero a Antonio Machado- escrib¨ªa: "Unamuno ha muerto repentinamente como el que muere en guerra. ?Contra qui¨¦n? Contra s¨ª mismo; acaso, tambi¨¦n, aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a Espa?a y traicionado a su pueblo. ?Contra el pueblo mismo? No lo he cre¨ªdo nunca ni lo creer¨¦ jam¨¢s".
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