?Donde, est¨¢n los intelectuales 'progresistas' de hoy?
En la l¨ªnea de un art¨ªculo de Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz, ?D¨®nde est¨¢n los profetas espa?oles?, publicado en este mismo diario, cabr¨ªa tambi¨¦n preguntarse por los intelectuales de nuestro pa¨ªs, d¨®nde est¨¢n, qu¨¦ hacen y, sobre todo, qu¨¦ actitud adoptan ante el deterioro de nuestra sociedad. En otros tiempos fue impactante aquel c¨¦lebre alegato de Ortega, "no es esto, no es esto", denunciando una situaci¨®n. Y en los ¨²ltimos a?os del franquismo tambi¨¦n es conocida la acusaci¨®n de Aranguren, ahora, sin embargo, en plena vigencia: "Al menos que sean lo que dicen que son, que hagan lo que dicen que hacen". Hoy m¨¢s que nunca es necesaria la respuesta alarmada de los que debieran ser consciencia cr¨ªtica del pa¨ªs, los intelectuales.Aunque hay atisbos de que algo se mueve -y los encuentros de J¨¢vea o las palabras de Felipe Gonz¨¢lez en la Escuela de Verano del PSOE pueden ser significativos en este sentido- lo cierto es que de los intelectuales institucionalizados lo m¨¢s que puede esperarse es algo similar a aquel contraste de pareceres y ulterior concurrencia de criterios con que nos obsequiaba el Movimiento Nacional. Y, evidentemente, son muchas m¨¢s las cosas que hay que denunciar.
Tengo para m¨ª que tanto o m¨¢s preocupante que la inflaci¨®n, el d¨¦ficit p¨²blico y hasta el paro debiera ser este proceso de desmantelamiento de la moralidad c¨ªvica que se est¨¢ generalizando en nuestra sociedad. Y mucho m¨¢s que la reconversi¨®n industrial -y ni que decir tiene que integrarnos en la OTAN o comprar tan caro material de guerra- ser¨ªa m¨¢s necesario una pol¨ªtica de reconstrucci¨®n de ese mundo de valores convivenciales en el que tan progresivamente nos vamos degradando. Todo ello con el grave inconveniente de que desde el poder no se hace nada por remediarlo, sino que hasta se dan muy malos ejemplos.
No se trata ahora de rese?ar siquiera las m¨²ltiples pr¨¢cticas, inciviles -por no decir inmorales- que est¨¢n insertas en todos los mecanismos por los, que funciona nuestra sociedad, No s¨®lo es ¨¦sta m¨¢s an¨®mica y desintegrada, sino, lo que es peor, m¨¢s encanallada. Tampoco se pretende se?alar los numerosos ejemplos de malos comportamientos que desde el poder se ejercen. No se trata, por supuesto, de acusar. Lo verdaderamente alarmante es la pasividad, la aceptaci¨®n y, sobre todo, la impunidad con que desde todos los ¨¢mbitos de la vida nacional ello sucede. Y esto es grave. Mucho m¨¢s que el hecho en s¨ª de que ocurran es que apenas nadie se escandalice y nunca jam¨¢s tengan repercusiones pol¨ªticas. Aqu¨ª est¨¢ por ver que alguien haya dimitido o en su lugar cesado.
Fines diluidos
Reconozco que el fen¨®meno es complejo, viene de lejos, y por otra parte es generalizado a la mayor¨ªa de las sociedades del mundo occidental. Se tienen muchos medios -una enorme acumulaci¨®n tecnol¨®gica-, pero se han diluido los fines, aquellos por los que merece la pena seguir viviendo. Por lo que hay que agarrarse a disfrutar, consumir, y para. ello ganar dinero sea como sea. Incluso la utop¨ªa de un nuevo modelo de sociedad se nos ha derrumbado en los ¨²ltimos a?os. Hoy, el ideal de una sociedad socialista -una apuesta ¨¦tica, como dice Ignacio Sotelo, y, como tal, de aquellos que tengan vocaci¨®n de perdedores- se nos presenta muy lejano, muy difuso, o, por mejor decir, como inveros¨ªmil.
Lo curioso y casi parad¨®jico del caso espa?ol es que precisamente cuando los socialistas llegan al poder es cuando se esfuman todas las posibilidades de esta sociedad socialista; precisamente entonces es cuando se ha devaluado, diluido y desaparecido el ideal y el pensamiento socialista. Y ¨¦ste se retira sin ruido, imperceptiblemente, abandonando en su huida todo bagaje ideol¨®gico. Con otra curiosa circunstancia: que ello no origina tensiones internas, crisis o desgarramientos, sino que ocurre como la cosa m¨¢s natural del mundo. Se afirma que el "capitalismo es el menos malo de los sistemas econ¨®micos" (Felipe Gonz¨¢lez) y, sin embargo, se sigue flarnando socialista, nadie se rasga las vestiduras, y aqu¨ª no pasa nada. Un fen¨®meno que exigir¨ªa un atento estudio por parte de los soci¨®logos.
A mi modo de ver, tan enorme transformaci¨®n, producida sin trauma alguno y tan f¨¢cilmente deglutida a todos los niveles -partido y sociedad civil-, s¨®lo puede explicarse porque se han dado una serie de condiciones que modifican bastante sustancialmente nuestra estructura social. No es s¨®lo porque existan m¨¢s de 40.000 cargos p¨²blicos con carn¨¦ del partido y teman no salir en la foto si en algo disienten. Hay muchos m¨¢s factores. Entre ellos, cambios en la estructura de clases de nuestra sociedad y cambios en los factores que la dinamizan.
Conciencia de clase
Ya es importante la disminuci¨®n de la conciencia de clase obrera en una sociedad cada d¨ªa m¨¢s fragmentada, m¨¢s compartimentada, con intereses m¨¢s contrapuestos dentro de cualquier sector y, por supuesto, entre los trabajadores. Dej¨¦monos de mitos y zarandajas y aceptemos que la clase trabajadora desempe?a hoy un papel m¨¢s bien conservador, sin otro inter¨¦s que obtener la mayor cuota de bienestar que le sea posible con el crecimiento -aunque sea dependiente de las multinacionales- que el capitalismo vaya consiguiendo. El proletariado como sujeto hist¨®rico ha desaparecido, si es que alguna vez existi¨®.
Y, por otra parte, hoy predomina una legitimaci¨®n t¨¦cnico-instrumental -de eficacia, de control, de poder- frente a las anteriores legitimaciones simb¨®lico-doctrinales que todav¨ªa confiaban en las ideas. Lo que cuenta es la mejor t¨¦cnica, la mayor productividad, y apenas importan los valores simb¨®lico-normativos que han conformado hasta hace poco el mundo mental de los ciudadanos. En este ambiente poco importan los fraudes ideol¨®gicos que se cometan. Poco importa que el poder se siga llamando socialista y obrero. M¨¢xime cuando, por un lado, el llamado socialismo real (pa¨ªses del Este) ha perdido capacidad ilusionante y ha cometido tambi¨¦n el fraude de convertirse en un coletivismo burocr¨¢tico; y, por otro lado, un neoliberalismo capitalista vuelve por sus fueros en el mundo, y parece marchar bien en sus aspectos tecnol¨®gico y econ¨®mico.
No tiene nada de raro, por tanto, que se admita conformistamente como mal menor esta versi¨®n seudosocialista, seudoizquierdista, tecnoburocr¨¢tica, neofranquista, que es el actual poder pol¨ªtico en nuestro pa¨ªs. Y que ella se vote en las pasadas elecciones como un -statu quo para seguir tirando. Paradojas y contradicciones de la realidad social.
Resistencia civil
Ante todo esto, ?d¨®nde est¨¢n nuestros intelectuales progresistas? Despu¨¦s de que se ha renunciado al ¨¦lan socialista, consagrado el capitalismo, potenciado nuestra industria militar y ratificado nuestra pertenencia a uno de los bloques (OTAN), al menos debiera quedarle a ¨¦stos -los intelectuales- el consuelo de considerarse ilusos, idealistas, ut¨®picos o marginales, pero no abandonar el derecho a protestar, resistir y defender unos valores -una normativa ¨¦tica- para nuestra vida social y pol¨ªtica. Desde mi modesta opini¨®n, habr¨ªa que resistir y desenmascarar.
Habr¨ªa que crear n¨²cleos de resistencia civil organizada. Volver a los centros culturales, los encuentros, los foros, las revistas. Una actitud m¨¢s social que pol¨ªtica, m¨¢s cultural que institucional, m¨¢s ¨¦tica que legal. Lo que evidentemente no ha calado en la conciencia de nuestros intelectuales, resignados a un preocupante silencio.
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