La paradoja de la ciudad sin bibliotecas
Que los espa?oles no leen es una de las afirmaciones m¨¢s manejadas en el sector del libro; pol¨ªticos, editores, bibliotecarios, libreros, etc¨¦tera, se llenan la boca con la frase, que, como todo t¨®pico, tiene algo de verdad pero supone una deformaci¨®n de la realidad. ?Por qu¨¦ no leen los espa?oles? o ?por qu¨¦ leen menos que los alemanes o los ingleses? Las explicaciones que se suelen dar son de ¨ªndole totalmente idealista: pereza racial, influjo de la Inquisici¨®n, clima y otras lindezas por el estilo. La causa de que no se lea -o, por el contrario, la demanda de lectura- est¨¢ ¨ªntimamente ligada a la extensi¨®n y a la calidad de la educaci¨®n. En el momento actual existe un desfase: mientras el Estado, especialmente en los ¨²ltimos a?os, ha realizado un gran esfuerzo en materia educativa para extender la escolarizaci¨®n, no ha habido un desarrollo bibliotecario paralelo. Esto no es s¨®lo fruto de una Administraci¨®n tradicionalmente de espaldas al libro; tambi¨¦n el profesorado ha tenido gran responsabilidad, al perpetuar una ense?anza, de libro de texto y apuntes. Bien es verdad que se observa un cambio de mentalidad en los educadores, que paulatinamente van sustituyendo el m¨¦todo unilineal del texto por otros m¨¦todos.La conjunci¨®n de estos dos factores -extensi¨®n de la educaci¨®n y una cierta mejora en la calidad de la ense?anza- ha provocado una demanda importante de los servicios de bibliotecas. Frente a los an¨¢lisis de lectura de distintos medios y organismos, los bibliotecarios hemos comprobado en el trabajo diario que aquellas bibliotecas donde se dan unas condiciones m¨ªnimas de local, horario, cantidad y variedad de fondos bibliogr¨¢ficos y personal atento a las necesidades del p¨²blico no dan abasto para atender a los usuarios, en tanto que hay otros centros tambi¨¦n llamados bibliotecas, vac¨ªos, que o tienen un n¨²mero irrisorio de vol¨²menes o un personal absolutamente burocr¨¢tico, por no decir hostil a la cultura.
Es curioso se?alar que Espa?a es el quinto pa¨ªs del mundo productor de libros y que comparativamente con otros pa¨ªses desarrollados el volumen de compras de libros por los particulares es bastante aceptable; sin embargo, es, con Grecia y Portugal, uno de los pa¨ªses de Europa con menor desarrollo bibliotecario.
Ci?¨¦ndonos al caso de Madrid capital, por parad¨®jico que resulte, es, en proporci¨®n al n¨²mero de sus habitantes, la capital de provincia peor dotada de servicios bibliotecarios, pues si bien es verdad que cuenta con bibliotecas tan importantes como la Biblioteca Nacional, el Ateneo, la Biblioteca del Palacio, las de las Reales Academias y las distintas bibliotecas del CSIC y de la Universidad, estas bibliotecas son para un p¨²blico muy determinado y no pueden ser tenidas en cuenta a la hora de medir el servicio p¨²blico de bibliotecas.
De hecho, el n¨²mero de vol¨²menes por habitante de las bibliotecas p¨²blicas de Madrid capital es de 0,13, y en Madrid provincia, de 0,08. S¨®lo pueden considerarse peor equipadas Huelva y Sevilla, ambas con 0,07.
El centralismo ha perjudicado mucho a Madrid. Los directores generales de Bibliotecas de turno siempre hicieron bibliotecas en sus pueblos y provincias natales, pero debieron considerar que Madrid ya ten¨ªa bastante con la Nacional.
Hasta mediados del siglo XIX no surge en nuestro pa¨ªs el concepto de biblioteca p¨²blica, y es en 1912 cuando se crean expresamente las bibliotecas populares de Madrid. El objetivo primitivo fue establecer una biblioteca en cada distrito, y sabemos que en 1937 hab¨ªa ya siete, con un fondo de 60.900 vol¨²menes.
En 1941 -despu¨¦s de los expurgos consiguientes, que reducen el fondo a 35.000 vol¨²menes- estas bibliotecas se reorganizan bajo una direcci¨®n ¨²nica, con una estructura de red o sistema. Son peque?as bibliotecas en pisos de comunidad de los distritos de la zona Centro que a lo largo de los a?os se debaten por ofrecer unos servicios sin contar con los medios adecuados.
En la d¨¦cada de los sesenta hubo un conato de colaboraci¨®n entre Ayuntamiento y Administraci¨®n central que dio como resultado la construcci¨®n de la Central de Bibliotecas Populares, ¨²nica biblioteca p¨²blica de Madrid con edificio independiente, aunque mal situada y nada funcional. En los a?os setenta, con el movimiento ciudadano, las asociaciones de vecinos empiezan a tener conciencia de la importancia de la lectura y piden bibliotecas y ceden locales a la Administraci¨®n en escuelas, parroquias y barracones prefabricados, y as¨ª se crean las bibliotecas populares con que hoy cuenta la periferia. As¨ª, las antiguas bibliotecas populares de principio de siglo se asientan en los distritos de poblaci¨®n decreciente de la zona Centro, y los grandes barrios dormitorio de la periferia, con una poblaci¨®n juvenil y estudiantil elevada, no tienen bibliotecas o son inadecuadas.
Bibliobuses
En 1953 se inici¨® el servicio de bibliobuses, que, si bien no supone una soluci¨®n, ha evitado la desasistencia de los barrios obreros. A pesar de tan triste realidad, la respuesta es evidente: la peque?a red de bibliotecas populares, con una oferta tan limitada (ya que para cerca de cuatro millones de habitantes cuenta con unos 450.000 vol¨²menes, distribuidos en 18 bibliotecas y cinco bibliobuses), cada a?o expide unos 50.000 carn¨¦s. En cuanto a la utilizaci¨®n de los servicios, en 1985 se realizaron 1.800.000 lecturas en sala y se prestaron un mill¨®n de vol¨²menes.Por su parte, el Ayuntamiento mantiene una red de bibliotecas con un fondo global de 255.000 vol¨²menes, aunque 180.000 corresponden al fondo hist¨®rico-local de la Biblioteca Central y por lo tanto carecen de inter¨¦s para el p¨²blico en general. En cuanto a la utilizaci¨®n de esta red, en 1985 las 17 municipales atendieron 153.256 lecturas en sala y 33.000 pr¨¦stamos. La desproporci¨®n del grado de utilizaci¨®n de ambas redes es evidente y obedece, entre otras causas, a la exig¨¹idad de los fondos bibliogr¨¢ficos modernos de las municipales.
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