La cat¨¢strofe anunciada
ACABAMOS DE perder 500 hect¨¢reas de bosque por el fuego, y ahora llega el agua. Las inundaciones de este oto?o arramblan campos, ganado y vidas humanas. Pero no es esto todo. Cuando se produce la sequ¨ªa -que en algunas zonas espa?olas es simult¨¢nea a la inundaci¨®n de otras- suele tener el car¨¢cter de una cita concertada con la adversidad. En todo ello, aunque la desgracia sea siempre inaceptable, es dif¨ªcil seguir encontrando los elementos de una sorpresa. Ya no hay sorpresas: el ciclo sequ¨ªa-incendio-inundaci¨®n como triple flagelo en las causas de desertizaci¨®n de Espa?a nos persigue desde hace siglos. La sequ¨ªa borra la humedad del suelo y favorece el incendio, y el incendio allana las tierras que ensanchan el camino de las riadas.El ciclo de los incendios se suele saldar con la inevitable culpabilizaci¨®n al ciudadano -campesinos que queman rastrojos, paelleros de fin de semana, colillas tiradas por los turistas, pir¨®manos, intereses criminiales sobre los terrenos...-, pero el de las inundaciones disminuye los argumentos de los inculpadores oficiales, aunque no los elimina del todo. En su af¨¢n de culpabilizar, todav¨ªa encuentran en las v¨ªctimas a algunos culpables de serlo cuando tienen sus viviendas por donde llega el agua. Pero adem¨¢s queda el azar o su representaci¨®n en la acechante gota fr¨ªa, que llega por los aires sin que nadie pueda detenerla, y a veces ni preverla.
Las cat¨¢strofes naturales que viene padeciendo nuestro pa¨ªs mal pueden considerarse de la misma categor¨ªa que la explosi¨®n de un volc¨¢n o el acontecimiento de un terremoto, que irrumpen con una frecuencia irregular y con el car¨¢cter de episodios en largos intervalos hist¨®ricos. Las cat¨¢strofes espa?olas se repiten con una cadencia temporal y una coincidencia espacial tan alta que hay un derecho a exigir que el conocimiento experimental inspire las medidas pol¨ªticas y administrativas necesarias para atajarlas. La pol¨ªtica hidr¨¢ulica de los sucesivos reg¨ªmenes espa?oles, incluyendo el actual, no ha tenido el desarrollo ni la generalidad necesarios. La construcci¨®n de canales, encauzamiento de r¨ªos, edificaci¨®n de represas y de pantanos en los lugares id¨®neos, obras seguras de trasvase, protecci¨®n adecuada de las zonas repetidamente afectadas son algunas de las obras m¨¢s elementales que apenas se han abordado.
Actualmente, incluso planes y previsiones se contradicen entre s¨ª por las diferencias entre los organismos encargados de llevarlos a cabo y, sobre todo, por las enfermedades infantiles de las autonom¨ªas. Cuando se recuerda el ingenio y el dinero, las tensiones tambi¨¦n, derrochados en el trasvase Tajo-Segura por los megal¨®manos del franquismo, y se contemplan ahora las tierras de Orihuela y Murcia anegadas por el agua, cabe el derecho a preguntarse c¨®mo se administran los fondos p¨²blicos en este pa¨ªs. C¨®mo se administraron en el pasado y c¨®mo se utilizan ahora. O, en definitiva, cu¨¢les son las prioridades del gasto y la eficacia administrativa en el cumplimiento de las normas.
El Estado destina muchas veces m¨¢s a indemnizaciones que a obras de infraestructura que eviten ¨¦stas, al evitar los da?os. La pol¨ªtica de obras p¨²blicas sigue siendo incoherente, y la distribuci¨®n presupuestaria, alicorta y falta de planeamiento a medio plazo. Dispuesta a ahogar millones para tapar agujeros financieros de grandes tinglados y enana a la hora de resolver cuestiones imperiosas que nos anuncian el retorno de la cat¨¢strofe.
Este editorial ha podido ser pr¨¢cticamente el mismo desde hace d¨¦cadas. Como el de los accidentes de tr¨¢fico en las carreteras, la insuficiencia de los aeropuertos, la ausencia de servicios o el maltrato a los ciudadanos por parte de la Administraci¨®n. Pero el mismo no: han crecido la intermediaci¨®n burocr¨¢tica, el hast¨ªo y la perplejidad. Han crecido las urbanizaciones prohibidas y sin saneamiento, las ramblas edificadas, las estad¨ªsticas poblacionales y el n¨²mero de cargos a discutir, lucubrar y explicar. Mientras tanto, el pueblo espera, como en una tragedia griega, que el ciclo fatal contin¨²e.
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