?Transici¨®n hacia d¨®nde?
"La izquierda europea se encuentra ante una encrucijada hist¨®rica: por una parte, intenta un nuevo modelo de organizaci¨®n de la vida econ¨®mica que sea capaz de incrementar sensiblemente las dosis de igualdad y libertad; pero, por otra parte, corre el riesgo de convertir su contestaci¨®n al orden existente en una cr¨ªtica moralista y a la postre irresponsable".Esta frase de Lucio Pellicani ole hace ya algunos a?os enmarca acertadamente, a mi. juicio, el fondo de una pol¨¦mica que se ha ido desarrollando desde hace tiempo en el seno del pensamiento socialista europeo, aceler¨¢ndose y generaliz¨¢ndose conforme se ha ido haciendo realidad el triunfo de los partidos socialistas en las elecciones generales y, en consecuencia, en el gobierno de diferentes pa¨ªses. El debate sobre el modo concreto de organizar el sistema econ¨®mico, y no s¨®lo econ¨®mico, que rige a partir de ese instante es comprensible si constatamos que la alternativa socialista que se propugna se puede mover dentro de una extensa banda que tiene como l¨ªmites, por un lado, la econom¨ªa centralizada m¨¢s o menos convencional y, por otro, la socialdemocracia de tipo tradicional, aderezada en los ¨²ltimos tiempos con algunas gotas de cierto liberalismo bien entendido. Probablemente es la constataci¨®n de este hecho lo que puede llevar a afirmar a algunos que el socialismo europeo camina rumbo a lo desconocido, y tambi¨¦n por ello no son pocos los que de entre las filas del propio socialismo han propuesto un n¨²mero nada despreciable de modelos alternativos que proporcionen salida al impasse te¨®ricamente producido. Lejos de mi ¨¢nimo y del espacio de que dispongo entrar en una pol¨¦mica que considero fruct¨ªfera desde muy diversos puntos de vista y, en cualquier caso, inevitable, dado el sofisticado nivel de divisi¨®n del trabajo que se ha alcanzado en los ¨²ltimos tiempos tambi¨¦n entre los intelectuales de la izquierda. Pero s¨ª me gustar¨ªa llamar la atenci¨®n sobre el peligro de par¨¢lisis y de pesimismo hist¨®rico en que se incurre en bastantes ocasiones al esforzarse, gastando una buena parte de energ¨ªas, en definir modelos globales y casi siempre est¨¢ticos de sociedad-objetivo a la que se intenta llegar en el futuro, a la vez que pretendiendo conseguir una imagen definitiva y diferenciadora de la marca socialista; modelos, por lo dem¨¢s, que, casi por definici¨®n, se acepta que son en la mayor¨ªa de los casos ut¨®picos, pero que, se dice, sirven de punto necesario de referencia, de meta ¨²ltima que gu¨ªe nuestros actos.
Y, ciertamente, parte de verdad existe en tales afirmaciones; sin embargo, y en contra de lo que generalmente se cree, tales modelos a menudo corren el riesgo de mostrarse incapaces para dise?ar caminos concretos y precisos que conduzcan a ellos, con el agravante adem¨¢s de que al convertirse en esquemas simplificados han resultado en el pasado extremadamente ¨²tiles a las fuerzas pol¨ªticas de la derecha y de la izquierda del socialismo para dise?ar sus ataques tanto en per¨ªodo electoral como fuera de ¨¦l, mostrando la distancia que media entre los objetivos ideol¨®gicos ¨²ltimos y la realidad de la pol¨ªtica efectivamente aplicada.
Modelo
A pesar de la relativa irrelevancia de este ¨²ltimo tipo de cr¨ªticas, es cierto que, si no se es consciente de las limitaciones que ello comporta, la definici¨®n precisa y detallada de un modelo para la futura sociedad puede ser el hecho m¨¢s trascendente que normalmerite le acontece a un socialista en su juventud, pero tambi¨¦n puede convertirse en el m¨¢s est¨¦ril e in¨²til.
En mi opini¨®n, y con la perspectiva hist¨®rica que hoy tenemos, el debate sobre el presente y el futuro del socialismo debe replantearse de manera sustancial. La insistencia casi obsesiva por considerar el socialismo como lo que los economistas llamamos un stock, es decir, como algo est¨¢tico, perfectamente definido, que no existe antes de llegar a ¨¦l y que, una vez conseguido, parece que la historia pr¨¢cticamente se detiene, constituye un serio error de planteamiento. Se trata, eso s¨ª, de una propuesta contundente y que permite clasificaciones a favor o en contra de, pero que en la realidad no ha hecho m¨¢s que dar paso a ingenuas estratagemas intelectuales tales como las del "socialismo imperfecto", el "socialismo como paso al comunismo" y otros t¨¦rminos afines que se han presentado como segundos ¨®ptimos cuando en rigor no son m¨¢s que sistemas de organizaci¨®n social que pretenden autoperpetuarse, y en donde, como tem¨ªa ya hace bastante tiempo Paul Baran, a la postre no se hace otra cosa que eliminar la soberan¨ªa del consumidor para sustituirla por las decisiones de un comisario.
Es por ello por lo que parece m¨¢s razonable y honesto considerar la alternativa socialista como un flujo -siempre dentro de la terminolog¨ªa econ¨®mica-, es decir, como un camino asint¨®tico en t¨¦rminos de mayor igualdad, mayor solidaridad, mayores libertades, mayor bienestar colectivo e individual. Este modo de ver las cosas define una alternativa menos trascendente, menos filos¨®fica, e incluso, probablemente, menos est¨¦tica en t¨¦rminos intelectuales, pero tiene la gran ventaja de que se disponen de algunos indicadores para seguir su eficacia, a la vez que hace hincapi¨¦ en la solidez del carnino m¨¢s que en el incierto y lejano punto de llegada. As¨ª, aunque no tengamos una referencia futura e inamovible, sabemos siempre si avanzamos respecto al pasado.
Lejos de mi argumentaci¨®n presentar las utop¨ªas -al menos algunas- como paralizantes e in¨²tiles, entre otras razones porque sustentan principios ¨¦ticos y orientaciones sociales positivas que proporcionan una buena vacuna contra el vulgar pragmatismo. Pero la apelaci¨®n constante a la utop¨ªa no puede convertirse ni en coartada de administradores incompetentes de la que los ciudadanos no tienen culpa alguna ni en la causa de interminables series de etapas necesarias en las que los medios, en un marco de ausencia total de libertad, se suelen justificar por unos fines que nunca llegan.
Derecha irritada
La irritaci¨®n de la derecha -en la que por cierto existe una pobreza alarmante de intelectuzles org¨¢nicos-, pero no s¨®lo de la derecha, al ver que el modo de gobernar de los socialistas se aparta de maximalismos est¨¦riles s¨®lo tiene paralelismo con su incapacidad para dar respuesta efectiva a las demandas sociales.
Lo que para ellos represeata una contradicci¨®n entre la aut¨¦ntica ideolog¨ªa socialista y la pol¨ªtica realmente aplicada no esconde otra cosa que la desesperanza de unos y otros al constatar que el PSOE concita en la mayor¨ªa de los ciudadanos la sensaci¨®n de que su Gobierno tiene un inter¨¦s efectivo por resolverle sus problemas concretos; entre otras cosas porque se halla alejado de conexiones o complicidades con la mara?a de grupos de presi¨®n que ha sido tradici¨®n en la econom¨ªa y la sociedad espa?ola.
Es evidente que s¨®lo quien cumple este ¨²ltimo requisito puede establecer racionalidad en un sistema econ¨®mico como el espa?ol, convirti¨¦ndolo en una m¨¢quina de producci¨®n y distribuci¨®n moderna y solidaria, en l¨ªnea con las restantes sociedades europeas desarrolladas. Y eso el ciudadano lo sabe.
En definitiva, lo que es relevante analizar para los socialistas no es tanto el a d¨®nde vamos, sino m¨¢s bien qu¨¦ hacemos para superar las situaciones presentes. Y, en este sentido, hora es ya de abandonar ciertos prejuicios y decir que socialismo es tambi¨¦n lo que hacen los Gobiernos socialistas y no s¨®lo dise?os ideol¨®gicos. Cada vez debe aparecer m¨¢s clara la impresi¨®n de que al socialismo no se llega, sino que m¨¢s bien se ejercita.
Y si alg¨²n d¨ªa, por aquellas cosas de la vida, la utop¨ªa se nos presentara de s¨²bito, al rnenos que nos encuentre trabajando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.