?Flamenco? No, gracias
El alcalde del pueblo belga de Fourons es un h¨¦roe para los franc¨®fonos
Jos¨¦ Happart, el alcalde rebelde de Fourons, es, para una mayor¨ªa de flamencos, un provocador, el jefe de una pandilla de gamberros y hasta a veces un terrorista, mientras para los valones se trata de un valiente defensor de sus intereses leg¨ªtimos e incluso, seg¨²n alguna carta al director publicada en la Prensa, es "el ¨²nico pol¨ªtico franc¨®fono que no se ha dejado castrar".
A juzgar por el correo de los lectores, por las declaraciones de personalidades pol¨ªticas de uno y otro bando y por la amenaza de crisis gubernamental que no logra disiparse, Jos¨¦ Happart ha logrado reavivar el latente conflicto ling¨¹¨ªstico entre las comunidades flamenca, de habla flamenca (55% de la poblaci¨®n), y valona, franc¨®fona (44%), de una B¨¦lgica que esperaba haberlo superado desde que en 1980 el Gobierno concluy¨® la regionalizaci¨®n del pa¨ªs.El conocimiento insuficiente del flamenco por Happart provoc¨® a finales de septiembre su destituci¨®n por el consejo de Estado -una decisi¨®n recurrida por el Ministerio del Interior-, y desde entonces, el primer ministro Wilfried Martens s¨®lo parece poder salvar su coalici¨®n gubernamental si enqpentra a tiempo a un sustituto del alcalde que no, se retracte en el ¨²ltimo momento.
No siempre la localidad de Fourons fue un foco de conflictos. Sus 4.175 habitantes, franc¨®fonos en un 70%, pero enclavados en Flandes, cerca de la frontera holandesa, vivieron en paz y armon¨ªa hasta que, en 1963, los socialistas, que compart¨ªan el poder con los democristianos, aceptaron por oscuros motivos electorales que los seis pueblos que componen el Ayuntamiento fuesen desvinciulados de la provincia de Lieja y formasen parte del Limburgo flamenco.
Empieza la batalla
Esa decisi¨®n, que los valones querr¨ªan ahora modificar, pero a la que los flamencos se aferran, va a cristalizar en ese pueblo hasta entonces desconocido la batalla que libran los nacionalistas de ambos bandos, que m¨¢s de una vez llegar¨¢n a las manos, a pesar de la masiva presencia de la gendarmer¨ªa y de la prohibici¨®n de cualquier concentraci¨®n de m¨¢s de tres personas.Cuando empez¨® la guerra, Happart acababa justamente, a sus 17 a?os, de instalarse en Fourons, donde sus padres hab¨ªan comprado una granja y unos terrenos. Dosa?os antes, el colegio cat¨®lico de Lieja donde estudiaba bachillerato le hab¨ªa concedido el priner premio por su conocimiento del flamenco, un idioma que se apresurar¨ªa a olvidar en su nuevo lugar de residencia.
Al ritmo de los, enfrentamientos callejeros entre manifestantes llegados en autob¨²s, la vida cambia r¨¢pidamente en Fourons. Los bares y caf¨¦s dejan de ser mixtos para ser catalogados como flamencos o valones; los ni?os de una y otra comunidad siguen frecuentando el mismo colegio, pero las horas de recreo no coinciden para evitar trifulcas, y hasta la salida se efect¨²a a horas diferentes. Incluso los vecinos se pelean intentando arrancar los s¨ªmbolos nacionalistas que exhiben en las ventanas.
Despu¨¦s de un breve aprendizaje pol¨ªtico en las filas del sindicalismo agr¨ªcola, Happart se incorporar¨¢ a la lucha nacionalista valona fundando, junto con su hermano gemelo, Jean-Marie, el grupo de resistencia Herisson (erizo), y m¨¢s de una vez la Prensa belga publicar¨¢ en los a?os setenta, fotograf¨ªas suyas enfrent¨¢ndose con sus adversarios flamencos o apaleado en el suelo por varios gendarmes.
Para serenar los ¨¢nimos y mejorar el nivel de vida de los vecinos de Fourons, la Administraci¨®n regional flamenca no ahorra entonces esfuerzos, construyendo en la localidad un nuevo campo de f¨²tbol, un colegio e instalando tambi¨¦n una moderna central telef¨®nica. En vano.
En 1982, los militantes de Herisson se presentar¨¢n, bajo el nombre de Retorno a Lieja, a las elecciones municipales, cosechando nada menos que el 62% de los sufragios y 10 de los 15 puestos de concejal. Alentados por su ¨¦xito, los hermanos Happart aceptan a continuaci¨®n la oferta de los socialistas valones de incluirles en la lista de candidatos a las elecciones al Parlamento Europeo, y su victoria, es entonces a¨²n m¨¢s arrolladora.
La firma del rey
En absoluto impresionado por el triunfo de Jos¨¦ Happart y consciente de las dificultades que suscitar¨¢ su acceso al cargo, el ministro del Interior Charles Ferdinand Nothomb, tarda casi cuatro meses en atreverse a presentar a la firma del rey Balduino el decreto con el nombramiento del nuevo alcalde, que ser¨¢ inmediatamente denunciado ante el Consejo de Estado por dos concejales flamencos del Ayuntamiento de Fourons.El veredicto de destituci¨®n de Happart por no dominar el idioma de la tercera parte de sus administrados y de la regi¨®n que rodea a su pueblo y la testarudez de un alcalde que se niega a pronunciar una sola palabra en una lengua que aprendi¨® en su dolescencia plantean, en realidad, un problema que rebasa los l¨ªmites del peque?o municipio y que puede extrapolarse a la periferia de Bruselas, inicialmente flamenca, pero hoy en d¨ªa poblada por una mayor¨ªa de franc¨®fonos.
Al jefe del Gobierno, Wilfried Martens "le hubiese gustado", seg¨²n el diario Le Soir "entrar en los libros de historia como el hombre que puso fin a un largo per¨ªodo de dificultades entre comunidades", y para lograr su prop¨®sito es probable que este astuto abogado de Gante encuentre a tiempo una soluci¨®n ingeniosa al caso Fourons.
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