Retos del final del siglo
El socialismo democr¨¢tico, la socialdem¨®cracia, el laborismo o, en gen¨¦rico, el socialismo europeo ha sido el movimiento pol¨ªtico dominante en los pa¨ªses desarrollados en lo que va de siglo. Cuenta en su haber con la transformaci¨®n de la organizaci¨®n social en un buen n¨²mero de pa¨ªses en. tomo a tres aspectos claves: la construcci¨®n del Estado del bienestar como Estado que asegura a todos los ciudadanos unos niveles dignos de seguridad material y oportunidades econ¨®n-¨²cas, sociales y culturales; la transformaci¨®n de la Administraci¨®n p¨²blica en un inst.rumento al servicio delal objetivo igualitario y la emergencia de nuevas formas de participaci¨®n democr¨¢tica de los ciudadanos, dirigidas a controlar la gesti¨®n de los servicios p¨²blicos.Este avance en la organizaci¨®n social fue posible debido a un pacto impulsado por el socialismo y los sindicatos, pero consensuado y aceptado por el resto de las fuerzas pol¨ªticas -conservadoras o liberales- y sociales. El pacto se bas¨® en el, respeto por el mercado y la iniciativa privada junto con la redistr¨ªbuci¨®n efectiva de la renta, beneficiando m¨¢s a los m¨¢s desfav¨®recidos.
Esta es la historia de la evoluci¨®n social reciente de pa¨ªses como Austria, Alemania Federal, Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca o el Reino Unido. Por ello se puede decir que el proceso pol¨ªtico desatado en Europa por el socialismo es uno de los fen¨®menos pol¨ªticos m¨¢s relevantes de la historia mundial del siglo XX... hasta hoy.
Porque a la fr¨ªa luz de los a?os ochenta, se dir¨ªa que el socialismo puede convertirse en un movimiento pol¨ªtico del pasado. En palabras de Ralf Dahrendorf, una voz liberal con peso en toda Europa, el ma?ana ya no es la Continuaci¨®n del ayer. Estamos asistiendo -aseguira- al final del siglo socialdem¨®crata.
Debilitamiento
Hay razones para pensarlo. En los ¨²ltimos 10 a?os ~hemos asistido a un debilitamiento pol¨ªtico claro de las opciones socialistas. En el Reino Unido, el exhausto Gabinete Callaghan hubo de dejar paso a Margaret Thatcher. En Alemania Occidental, Suecia y Noruega, los conservadores .han llegado al Gobierno durante el per¨ªodo, aunque con solidez desigual. Incluso en Austria, el futuro del socialismo aparece incierto despu¨¦s del triunfo del populismo nacionalista dentro del Partido Liberal y a causa de la consiguiente ruptura del Gobierno de coalici¨®n. Por otro lado,est¨¢ el caso de los pa¨ªses sureuropeos, donde el triunfo del socialismo democr¨¢tico en cinco pa¨ªses s¨®lo se ha consolidado en Grecia y Espa?a.
De un per¨ªodo de estabilidad e incluso de avance se ha pasado a una situaci¨®n flu¨ªda y a¨²n no clarificada, en la que el proyecto socialista ha perdido, en todo caso, su fortaleza de posguerra. Uno de los fen¨®menos que explican esta nueva situaci¨®n es la crisis econ¨®mica internacional. ?sta est¨¢ suponiendo un reenfoque ideol¨®gico del socialismo y un cambio profundo en algunos de sus modos de intervenci¨®n pol¨ªtica.
La crisis econ¨®mica est¨¢ cambiando las sociedades europeas. De la crisis, motivada por la tendencia a la p¨¦rdida de rentabili.dad del capital, est¨¢ saliendo un capitalismo mucho menos blan-. do y humano que el capitalismo de posguerra. Un capitalismo que est¨¢ dando un salto gigantesco de productividad mediante una revoluci¨®n tecnol¨®gica sin precedentes; que ya no es capaz de proporcionar trabajo a toda la poblaci¨®n activa en los pa¨ªses desarrollados; que practica la fragmentuci¨®n sistem¨¢tica de los mercados de trabajo; que tiende a concentrar en grado creciente las decisiones econ¨®micas en las corporaciones transnacionales; que agudiza la competencia en los mercados internacionales.
?Es posible renovar el pacto, que en la posguerra protagonizara el socialismo, con este nuevo tipo de capitalismo emergente? Yo creo que ¨¦ste es uno de los problemas cruciales que hoy afronta el socialismo europeo.
En primer lugar, la crisis ha supuesto la necesidad de pol¨ªticas de austeridad en el consumo p¨²blico. Los Gobiernos conservadores -con el Reino Unido como caso paradigm¨¢tico- han emprendido, en este contexto, el desmantelamiento del Estado del bienestar. Sin embargo, los Gobiernos socialistas en pa¨ªses como Austria o Suecia han sabido combinar el mantenimiento del Estado del bienestar con las pol¨ªticas de austeridad y contenci¨®n del gasto p¨²blico mediante un aumento de la racionalizaci¨®n y la eficiencia de la Admistraci¨®n. Parece posible mantener el Estado del bienestar en las condiciones de la crisis.
Ideas para la crisis
Parad¨®jicamente, la reorientaci¨®n del socialismo en el contexto de la crisis no se centra tanto en la defensa del Estado del bienestar, donde parece que triunfa, como en hacer frente a las consecuencias que puede teneir una apropiaci¨®n unilateral por parte del capital de los beneficios del nuevo sistema econ¨®mico que emerge de la crisis. Por ello comienzan a abrirse paso en el socialismo europeo una nueva serie de ideas-fuerza que suenan, probablemente, como radicales.Esta orientaci¨®n se perfila en torno a objetivos como:
- El reparto del tiempo de trabajo como la mejor soluci¨®n al desempleo causado por la revoluci¨®n tecnol¨®gica.
- La puesta en pie de un nuevo sistema educativo masivo y permanente para facilitar la cualificaci¨®n necesaria a toda la poblaci¨®n no cualificada en la nueva sociedad tecnol¨®gica.
- El control democr¨¢tico a nivel de empresa, nacional y europeo de la revoluci¨®n tecnol¨®gica.
- El control democr¨¢tico de las grandes concentraciones de poder econ¨®mico.
?Cu¨¢l es el racional que est¨¢ detr¨¢s de este tipo de objetivos? Sint¨¦ticamente, se trata de mecanismos de intervenci¨®n que f¨¢ciliten un reparto social de la productividad ganada a trav¨¦s de la crisis. En otras palabras, s¨ª en la epoca anterior el socialismo europeo protagoniz¨® un pacto sobre la redistribuci¨®n de la renta -del que naci¨® el Estado del bienestar-, en la nueva ¨¦poca se propone un pacto sobre l¨¢ redistribuci¨®n de la productividad. Sin embargo, los mecanismos de redistribuci¨®n no implican tanto una extensi¨®n del Estado como una democratizaci¨®n descentralizada de las decisiones econ¨®micas.
A nadie se le escapa quie este tipo de objetivos no pueden ser alcanzados en un solo pa¨ªs. Por ejemplo, la reducci¨®n de la jornada laboral ser¨¢ una realidad europea o no ser¨¢.
Volvamos, por tanto, a la pregunta inicial: ?es posible un nuevo pacto, en el que el capital tenga aseguradas unas nuevas condiciones de rentabilidad, pero admita un mayor control democr¨¢tico y un reparto de la productiv¨ªdad?. La respuesta, a¨²n no clara, depende de dos condiciones. En primer lugar, de que los sindicatos, el m¨²sculo de los partidos socialistas, se orienten hacia tales objetivos. En segundo lugar, de que el socialismo europeo sea capaz de llevar a los pa¨ªses de Europa hacia acciones comunes en esa direcci¨®n. Estos son los grandes retos del socialismo europeo.
Todo lo dicho aqu¨ª tiene relevancia para el caso espa?ol. Desde hace cuatro a?os, con retraso, se ha emprendido en Espa?a el camino dificil de la austeridad frente a la crisis, combinada con la construcci¨®n del Estado del bienestar. El futuro no espera y la democratizaci¨®n de la econom¨ªa, como horizonte no lejano, se plantea tan n¨ªtidamente en Espa?a como el resto de Europa.
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