Niall Macdermott
Un entusiasta de los derechos humanos y de la paz al frente de la Comisi¨®n Internacional de Juristas
A Niall Macdermott, dublin¨¦s de 70 a?os, le va mucho llevar encima de su alargado y elegante cuerpo una toga de abogado y sobre sus huesudas manos las historiadas pu?etas de los jueces. Desde 1970 es secretario general de la Comisi¨®n Internacional de Juristas, una organizaci¨®n no gubernamental de defensa de los derechos humanos. Su mirada transparente es la de un hombre combativo que ha dedicado media vida a la extensi¨®n y a la exigencia de respeto a los derechos humanos en los cinco rincones del mundo.
Niall Macdermott, ha repartido su vida en numerosos escenarios: el foro, el Parlamento brit¨¢nico, donde ha sido diputado varias veces, el Gabinete de Londres, donde fue ministro de Hacienda y de Planificaci¨®n; tambi¨¦n el Ej¨¦rcito -jefe de Inteligencia del 21 Ej¨¦rcito de Montgomery en Normand¨ªa-, y numeros¨ªsimas salas de justicia (o de injusticia), del primero, segundo o tercer Mundos, en las que exigi¨® a tribunales y reg¨ªmenes de todo pelaje: el respeto al hombre y a la ciudadan¨ªa.Al alto irland¨¦s que cobija Macdermott se le ilumina la mirada cuando habla de la reuni¨®n madrile?a a la que asiste. Se trata de un coloquio entre letrados de la Comisi¨®n Internacional de Juristas, organizaci¨®n considerada prooccidental, y miembros de la Asociaci¨®n de Juristas Sovi¨¦ticos, para continuar un di¨¢logo sobre la paz, los derechos humanos, y la libertad de expresi¨®n.
Es reconfortante para ¨¦l saber que sovi¨¦ticos y occidentales conf¨ªan en la palabra y en la amistad para llegar a la paz. En su rostro hay, empero, una sombra de preocupaci¨®n. "Unos y otros estamos alarmados por esta atm¨®sfera de guerra fr¨ªa que vivimos ahora". No obstante, cree de veras que encuentros como ¨¦ste que celebran en Madrid pueden ayudar a la causa de la paz.
Se muestra contento al comprobar que sus colegas sovi¨¦ticos han estado dispuestos no s¨®lo a aceptar el documento de trabajo trazado, sino tambi¨¦n a rubricar un ansiado manifiesto final conjunto.
Busca elementos para el optimismo y los encuentra: "Es muy satisfactorio contemplar c¨®mo en Am¨¦rica Latina muchos reg¨ªmenes militares autores de terribles violaciones de los derechos humanos han dado paso a reg¨ªmenes civiles democr¨¢ticos, como Argentina, Bolivia y Uruguay. En ?frica", se?ala Macdermott, "han desaparecido los sanguinarios dictadores Amin, Bokassa y Mac¨ªas, entre otros. El respeto a los derechos humanos avanza".
En la personalidad y la planta de Macdermott, en su hechura de hombre bueno y justo, parece hallarse un talism¨¢n que ha servido en muchas ocasiones para recordar a numerosos dictadores que la justic¨ªa es ¨²nica y que el respeto a los hombres no puede ser nunca escamoteado.
La fe que muestra en la democracia y su firmeza de irland¨¦s son dos obst¨¢culos infranqueables para la arbitrariedad.
A cualquier hombre sometido a condena gratuita, aferrarse a la fuerza de las convicciones de Niall Macdermott ha de parecerle una suerte de bendici¨®n salvadora. "Necesitamos m¨¢s que nunca la paz para extender los derechos humanos por nuestro mundo", dice sonriendo.
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