Bomba sin mecha
Para entendernos, ah¨ª va una simplota met¨¢fora culinaria. En un bocadillo ortodoxo, la parte buena, el manjar, est¨¢ en el centro, cubierto por dos rebanadas de pan; pues bien, Uribe, en su Adi¨®s, peque?a, ha hecho una especie de heterodoxo bocadillo al rev¨¦s: dos manjares flanquean, uno al principio y otro al final del filme, a una rebanada de pan mendrugo, que llena con su insipidez todo el centro de la pel¨ªcula, su materia, su desarrollo, su l¨®gica, su transcurso.En efecto, Adi¨®s, peque?a comienza con una secuencia muy eficaz, que en unos cinco minutos desencadena con agilidad una trama de intriga policiaca que tensa la atenci¨®n del espectador en su butaca y le prepara para lo mejor. Dicha trama se despliega y, despu¨¦s de hora y media, conduce a otra secuencia, la ¨²ltima de la pel¨ªcula, no menos ¨¢gil y eficaz que la primera pero enriquecida por la ayuda de ese ¨¢spero aliento que llevan dentro los actos humanos al mismo tiempo ambiguos y expeditivos. Es decir, Adi¨®s, peque?a comienza bien y acaba no menos bien. Pero ?qu¨¦ hay en medio de ambas bondades?
Adi¨®s, peque?a
Direcci¨®n: Imanol Uribe. Gui¨®n: Ricardo Franco e Imanol Uribe. Fotograf¨ªa: Angel Luis Fern¨¢ndez. Montaje: Eduardo Biurr¨²n. M¨²sica: Alberto Iglesias. Producci¨®n: Javier Inch¨¢ustegui. Espa?ola, 1986. Int¨¦rpretes: Ana Bel¨¦n, Fabio Testi, Marcel Bozzuffi, Jos¨¦ Manuel Cervino, Juan Echanove, Nacho Mart¨ªnez, Antonio Valero, Miguel Ortiz, Marisa Tejada, Juan Antonio Bardem, Carlos Lucena. Estreno en Madrid en cines Lope de Vega, Benlliure, Novedades, Juan de Austria y Cartago.
Torpeza y oficio
Hay un desarrollo argumental y r¨ªtmico torpe, lleno de huecos de inexpresividad, desordenado y sin el menor sentido de la jerarqu¨ªa y de la graduaci¨®n de las emociones, que s¨®lo el buen oficio de Imanol Uribe -que es un cineasta con sentido del ritmo interno del plano y con olfato para situar la c¨¢mara en el ¨¢ngulo adecuado- salvan de un aparatoso naufragio. La pel¨ªcula se sostiene, como se sostienen los castillos de naipes, gracias al andamio de una habilidosa puesta en escena hecha con hilvanes, que protege al endeble tinglado de un inoportuno soplo que lo eche por tierra.La pel¨ªcula se abre en clave negra y se cierra en clave negr¨ªsima. Desencadena una dura an¨¦cdota y remata esta dureza con una explosi¨®n tr¨¢gica: el estallido mort¨ªfero de una pasi¨®n. Y ah¨ª le duele al filme, ah¨ª est¨¢ su herida incurable: se cierra con una conmoci¨®n pasional de una pasi¨®n que no existe por ning¨²n lado, de una pasi¨®n que no es nunca representada e interpretada, sino ¨²nicamente enunciada y fingida a trav¨¦s de floj¨ªsimos soportes situacionales y de dibujos de personajes en los que no hay sangre, ni vida, ni energ¨ªa emocional alguna. Puros mu?ecos que simulan un amor loco que no se ve nunca construido y visualizado en la pantalla y que sabemos que existe, s¨®lo porque ellos mismos nos lo dicen.
La supuestamente desenfrenada historia de amor entre Ana Bel¨¦n y Fabio Testi es tan s¨®lo un mortecino idilio de mala fotonovela, interpretado por ambos sin ning¨²n poder de convicci¨®n, porque no logran en ning¨²n momento del filme transmitir al espectador el supuesto e invisible hurac¨¢n sentimental que justifica la ¨²ltima y terrible escena. Una escena como ¨¦sta, un delirante estallido tr¨¢gico, para ser cre¨ªble tiene que representarse como desembocadura matem¨¢tica de una poderos¨ªsima ecuaci¨®n po¨¦tica soterrada, de esas que convierten a la pantalla en una bomba de acci¨®n retardada, llena de una intensa y vibrante sensaci¨®n de la inminencia paso a paso, de una fatalidad, de una convocatoria a un destino irremediable.
Pero, en lugar de eso, Adi¨®s, peque?a discurre sobre im¨¢genes y situaciones completamente arbitrarias, alica¨ªdas y sin energ¨ªa interior, en las que los dos amantes se tocan, se miran, se dicen banalidades, simulan que fornican y simulan que disfrutan fornicando, pero que no encarnan entre s¨ª una relaci¨®n mutua de flujos sentimentales y que no alcanzan a echar el uno sobre el otro esas llamaradas invisibles de atracci¨®n rec¨ªproca que justifiquen la existencia de esa terrible escena final.
Esta escena final queda as¨ª reducida a una incre¨ªble especie de bomba sin mecha, vomitada por lo que le precede. Proviene de un esquema argumental previo y no incorporado al tiempo f¨ªlmico.
Es una deducci¨®n aprior¨ªstica del argumento, pero no de su conversi¨®n en im¨¢genes. ?sta no originan la idea de que son necesarias, de que eso terrible qu ocurre al final es una consecuencia inevitable de lo que ocurre antes.
?Y qu¨¦ hace una resoluci¨®n tr¨¢gica en una pel¨ªcula que ni tangencialmente toca las alturas de la tragedia? Nada. Una simple intromisi¨®n en forma de gancho morboso, de resultoner¨ªa negra dentro de una pel¨ªcula rosa. Es decir, la apariencia de dureza de un asunto blando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.