Regreso al futuro
EL RESULTADO de las elecciones parciales celebradas el pasado domingo en EE UU ha constituido una importante victoria de los dem¨®cratas, pero sobre todo una derrota de Reagan. La batalla principal se libraba en tomo a la renovaci¨®n de un tercio de los esca?os del Senado. El presidente se entreg¨® a fondo en la lucha por conservar la mayor¨ªa republicana en ¨¦l. Apel¨® personal y pat¨¦ticamente a los electores diciendo que necesitaba esa mayor¨ªa para garantizar la defensa de los intereses de EE UU y la "moralidad" de la sociedad norteamericana. Con ese mensaje recorri¨® m¨¢s de 40.000 kil¨®metros en las ¨²ltimas semanas, visitando una veintena de Estados. La respuesta de los electores demuestra que el discurso reaganista ha perdido gran parte de su eficacia y que, en cualquier caso, si ha sido v¨¢lido durante los ¨²ltimos a?os para su propia fortuna electoral, no es ya f¨¢cilmente transferible a los candidatos del partido republicano.En el nuevo Senado los dem¨®cratas disfrutan de una mayor¨ªa superior a la que ten¨ªan los republicanos en el anterior. A la vez, los dem¨®cratas aumentan su mayor¨ªa en la C¨¢mara de representantes, en la que entrar¨¢ un representante de la nueva generaci¨®n Kennedy, Joseph, de 34 a?os, hijo del difunto senador Robert Kennedy. En la elecci¨®n de gobernadores, por otra parte, en la que pesan mucho m¨¢s factores personales y regionales, los republicanos avanzan, si bien menos de lo previsto por sus dirigentes que esperaban colocarse a la cabeza de la mayor¨ªa de los Estados de la Uni¨®n. El progreso de los republicanos en varios Estados del Sur parece, sin embargo, indicar una transferencia de votos del sector m¨¢s reaccionario del Partido Dem¨®crata, que tradicionalmente ha dominado en esa zona, al derechismo reaganiano.
Estos resultados apuntan a un cierto retorno a una normalidad pol¨ªtica, que Reagan logr¨® interrumpir en 1980. Un aut¨¦ntico regreso al futuro. Los dem¨®cratas perdieron entonces la mayor¨ªa en el Senado, que hab¨ªan ostentado durante casi un cuarto de siglo. Es normal que las elecciones celebradas en el sexto a?o de un mandato presidencial provoquen retrocesos en las posiciones legislativas del partido que tiene a su representante en la presidencia; sin embargo, esas p¨¦rdidas no han causado nunca -desde que en 1914 se estableci¨® la elecci¨®n del Senado por sufragio universal- un cambio de la mayor¨ªa del Senado en contra del presidente en ejercicio. Con una excepci¨®n interesante, porque subraya la importancia del Senado en pol¨ªtica exterior: en 1918, el presidente dem¨®crata Woodrow Wilson perdi¨® esa mayor¨ªa y ello provoc¨® en 1920 la dram¨¢tica decisi¨®n de EE UU de no entrar en la Sociedad de Naciones. La segunda excepci¨®n acaba de ocurrirle a Reagan el domingo pasado.
Estas elecciones permiten relativizar algunas ideas que hab¨ªan adquirido carta de naturaleza con excesiva facilidad y ninguna. inocencia. En particular, la de que Reagan inauguraba una nueva era en la historia que pon¨ªa fin a a?os de laxitud, debilidad y tolerancia ante el mal, devolviendo a los norteamericanos su orgullo nacional y el aprecio por sus valores tradicionales. Tal ha venido siendo la base ret¨®rica de una pol¨ªtica presidida por el uso de la fuerza en el exterior, el liberalismo en la econom¨ªa y el integrismo en materia de costumbres sociales. El nuevo liderazgo de EE UU en la pol¨ªtica mundial ten¨ªa que suponer, adem¨¢s, la extensi¨®n del reaganismo como fen¨®meno pol¨ªtico, e incluso moral, a Europa occidental y otras regiones. Todo un programa, que ahora viene a toparse con una realidad s¨®lidamente pendular. Los Estados Unidos de Regan no pueden ser los ¨²nicos posibles.
Pero los resultados de las elecciones aconsejan poner en entredicho muchos de esos mitos interesados. La popularidad de Reagan sigue siendo, desde luego, tan indiscutible como sus dotes de comunicador. Pero esas caracter¨ªsticas no bastan por s¨ª mismas para asentar de manera duradera una ideolog¨ªa capaz de poner en peligro lo mejor de la tradici¨®n democr¨¢tica de Estados Unidos. Reagan ha contribuido a mejorar la situaci¨®n econ¨®mica y a la superaci¨®n de una etapa de des¨¢nimo nacional engendrada por la derrota en Vietnam y por otros sucesos, como el de los rehenes de la embajada norteamericana en Teher¨¢n. Su mensaje optimista result¨® eficaz en esa l¨ªnea durante alg¨²n tiempo. Pero luego su pol¨ªtica ha ido alej¨¢ndose, en una serie de aspectos, de sentimientos populares muy arraigados, al tiempo que se aminoraba el relanzamiento econ¨®mico y comenzaban las preocupaciones por saber qui¨¦n habr¨ªa de pagar la factura de los a?os de euforia. En los ¨²ltimos meses han salido a la superficie serias limitaciones en su papel de dirigente m¨¢ximo del pa¨ªs: incompetencia en cuestiones decisivas, casos de flagrante incoherencia, falta de autoridad para zanjar discrepancias dentro de su Administraci¨®n. El fracaso de la cumbre de Reikiavik con el l¨ªder sovi¨¦tico Mijail Gorbachov ha sido el ¨²ltimo de los errores abultados que la opini¨®n le echa en cara. El deterioro de su liderazgo se ha manifestado tambi¨¦n durante los ¨²ltimos tiempos en sus relaciones con las C¨¢maras y ha tenido ahora su reflejo electoral.
Pese a ello, no son probables grandes cambios en un plazo breve. Reagan tiene a¨²n bazas a jugar y los dem¨®cratas est¨¢n todav¨ªa demasiado divididos. Hay senadores dem¨®cratas muy conservadores a los que corresponder¨¢ presidir ciertas comisiones del nuevo Senado. Sin embargo, la nueva mayor¨ªa de ¨¦ste tendr¨¢ la posibilidad de imponer modificaciones en la pol¨ªtica exterior de Reagan. Esas modificaciones pueden afectar en particular a Nicaragua (renovar la ayuda a la contra resultar¨¢ muy dif¨ªcil el a?o pr¨®ximo), a Sur¨¢frica y a la pol¨ªtica de defensa y control de armamentos. Todo indica que el nuevo Senado presionar¨¢ fuertemente en pro del respeto de los tratados SALT II y ABM, de una reducci¨®n del programa de guerra de las galaxias, as¨ª como tambi¨¦n a favor del cese de las pruebas nucleares.
En la pr¨¢ctica, las elecciones presidenciales de 1988 empiezan a prepararse a partir de ahora. Reagan aprovechar¨¢ para colocar al Partido Republicano en las mejores condiciones; ello puede traducirse en esfuerzos para lograr con Mosc¨² ciertos acuerdos sobre control y disminuci¨®n de armamentos. En todo caso, los republicanos ya no pueden esperar que la ola Reagan les garantice la sucesi¨®n en la presidencia, como parec¨ªa perfectamente posible en los momentos de mayor euforia reaganiana.
Retrato de una sociedad
Simult¨¢neamente a las elecciones de senadores, representantes y otros cargos, se han celebrado en EE UU 226 referendos en 43 Estados. Su an¨¢lisis aportar¨¢ un retrato mucho m¨¢s complejo de esa sociedad que el que permite el rudo bipartidismo pol¨ªtico. Se conocen ya resultados de algunos que se consideran muy significativos, y que dibujan una sociedad conservadora: California adopta por mayor¨ªa abrumadora el idioma ingl¨¦s como oficial (si se acepta como conservadora una discriminaci¨®n para las minor¨ªas ¨¦tnicas); Oreg¨®n no acepta la legalizaci¨®n de las peque?as plantaciones privadas de marihuana (lo cual equivaldr¨ªa a legalizar el tr¨¢fico y el consumo); Florida por segunda vez niega la legalizaci¨®n del juego (por la suposici¨®n, como en Montana, de que el dinero debe proceder del trabajo, pero tambi¨¦n por miedo a la extensi¨®n de mafias y corrupciones). En cambio, aparecen respuestas favorables a la continuaci¨®n del aborto legal (en Oreg¨®n se ha rechazado la disminuci¨®n de los fondos sociales para esa atenci¨®n) y destaca la negativa del Estado de California a establecer la cuarentena, o un aislamiento prolongado, a los enfermos de SIDA o a los sospechosos de poderlo contagiar, lo cual hubiera supuesto una discriminaci¨®n de grandes sectores de la poblaci¨®n, adem¨¢s de someter a una estrategia del p¨¢nico a todos los pacientes potenciales.
La oficializaci¨®n del ingl¨¦s en California es un acto deplorable que denota sentimientos discriminatorios y racistas. Como razonamiento a favor se esgrime el desmigajamiento de los idiomas, las corrupciones del ingl¨¦s ocasionadas por minor¨ªas en las que, adem¨¢s de las hisp¨¢nicas, est¨¢n las de procedencia asi¨¢tica (en los ¨²ltimos a?os, las de Indochina, adem¨¢s de las chinas, tradicionales en esa costa). Pero la oficializaci¨®n del ingl¨¦s supone un apoyo b¨¢sico a las intenciones de Reagan de suprimir la ense?anza biling¨¹e, que, sentenciada favorablemente hace a?os por el Supremo -en la ¨¦poca del juez Douglas-, estimaba que era el ¨²nico camino para la igualdad de oportunidades establecida por la Constituci¨®n y la ley de Derechos Civiles. La supresi¨®n del biling¨¹ismo puede retrasar, y hasta anular, la escolarizaci¨®n de millones de ni?os que no tienen m¨¢s lengua que la materna. La cifra m¨¢s alta de analfabetismo en Estados Unidos la dan los hisp¨¢nicos -el 56% de su poblaci¨®n-, pero no es s¨®lo el analfabetismo total el que ataca a este enorme grupo, sino el semianalfabetismo y la continuidad del fracaso escolar, que en una sociedad donde el ascenso es cada vez m¨¢s dependiente de los conocimientos les condena al gueto hereditario. Con la oficializaci¨®n del ingl¨¦s se erige una barrera social de gran magnitud.
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