El declive de la derecha republicana
Al fin y al cabo, las tan criticadas elecciones de 1986 han tenido alg¨²n significado. Se hab¨ªa afirmado que el movimiento de la derecha radical, aupado al poder por Ronald Reagan, hab¨ªa alcanzado su cota m¨¢xima y empezaba el declive.Tan significativo como la p¨¦rdida del control del Senado es qui¨¦n ha perdido. Algunos de los m¨¢s estridentes conservadores han ca¨ªdo: Denton, de Alabama; Mattingly, de Georgia, y Hawkins, de Florida. Las p¨¦rdidas de los republicanos en Carolina del Norte pueden incluso reducir el poder de Jesse Helms hasta el punto de aterrorizar a sus camaradas de partido.
Por otra parte, los republicanos que han conseguido ganar en unas elecciones apretadas no han basado su campa?a en la ideolog¨ªa de Reagan. Los votantes no pudieron escuchar de sus labios que el libre mercado resolver¨ªa todos los problemas econ¨®micos o que la intervenci¨®n estatal es mala y debe ser reducida.
Por el contrario, los candidatos republicanos ganadores han preferido pronunciarse acerca de la necesidad de conseguir una mejor educaci¨®n, una mayor protecci¨®n del medio ambiente, o explicar las demandas que iban a plantear al Gobierno Federal de cara a los Estados o distritos que representaban.
El mensaje que se desprende de todo esto no va a ser echado en saco roto por los republicanos profesionales: la pol¨ªtica de corte ideol¨®gico comienza a perder su poder de atractivo.
Para el propio presidente Reagan, hay un precioso e ir¨®nico paralelo hist¨®rico. El hombre al que Reagan suele referirse como su h¨¦roe pol¨ªtico, Franklin Roosevelt, sufri¨® una derrota similar en 1938, en la mitad de su segundo mandato.
Durante la campa?a de 1938, Roosevelt tom¨® una parte tan activa como Reagan lo ha hecho en 1986, y con el mismo desastroso resultado. Roosevelt intent¨® llevar a cabo una purga de aquellos congresistas que se hab¨ªan opuesto al New Deal, pero la mayor¨ªa de ellos consigui¨® el esca?o. Aquellos resultados, unidos al fracaso de su plan para encorsetar el Tribunal Supremo, debilitaron la influencia de Roosevelt en cuestiones internas de cara al Congreso, cerrando el paso a las m¨¢s importantes iniciativas legislativas en los planos social y econ¨®mico.
La p¨¦rdida del control del Senado por los republicanos tendr¨¢, con toda certeza, consecuencias importantes para Reagan. Es probable que el Congreso no acepte ya en adelante nada que tenga que ver con la revoluci¨®n de Reagan, quien tendr¨¢ que acostumbrarse a verse relegado, como el patito feo del cuento.
La capacidad del Senado para llevar a cabo investigaciones puede empezar a ser tan importante como sus atribuciones legislativas, especialmente en el campo de la pol¨ªtica exterior. Parece razonable pensar que los diferentes comit¨¦s, controlados por dem¨®cratas, van a demostrar una mayor curiosidad con respecto a las implicaciones de la Administraci¨®n de Reagan en las guerras terroristas secretas que se libran en el mundo actualmente.
Los comit¨¦s del Senado, por ejemplo, podr¨ªan comenzar a investigar con seriedad sobre qui¨¦n est¨¢ realmente detr¨¢s de las misiones militares a¨¦reas que realiza la contra nicarag¨¹ense. Podr¨ªan, as¨ª, citar a declarar a Oliver North, el colaborador del Consejo Nacional de Seguridad, a quien se le suponen implicaciones con la contra. Podr¨ªan incluso emplazar a Max G¨®mez, amigo del vicepresidente George Bush.
Uno de los m¨¢s importantes papeles que desempe?ar¨¢ el nuevo Senado es el respaldo a los tribunales. Los senadores conservadores electos, sin otros afanes de promoci¨®n m¨¢s que la ideolog¨ªa, tendr¨¢n menos probabilidades de participar en comit¨¦s presididos por el senador Edward Kennedy, de Massachusetts. Por otra parte, los senadores no olvidar¨¢n que Slade Gorton, de Washington, perdi¨® su esca?o como consecuencia en gran parte de sus cambios de postura, lo que sirvi¨® para reafirmar a Daniel Manion.
Grandes perdedores
Aparte de Reagan, hay otros grandes perdedores. El senador Paul Laxalt, amigo de Reagan y una de las esperanzas republicanas de cara a 1988, se ha visto alcanzado por el retroceso republicano en Nevada. Ante este panorama, ?qu¨¦ otras posibilidades republicanas puede decirse que hayan ganado? ?Jack Kemp, Pat Robertson, George Bush?En el campo dem¨®crata, el principal ganador ha sido la regi¨®n sur del pa¨ªs. A cuatro prominentes senadores republicanos, los sure?os han demostrado de nuevo que su participaci¨®n es vital para que el Partido Dem¨®crata pueda alcanzar ¨¦xitos a nivel nacional. Podr¨ªa pensarse, en consecuencia, que un sure?o deber¨ªa tener importantes posibilidades de cara a la confrontaci¨®n electoral de 1988; hay un nombre que destaca sobre los dem¨¢s: se trata del senador por Georgia, Sam Nunn.
El gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis, que ha conseguido el 69% de los votos con una campa?a moderada, aparece como la gran figura del noreste del pa¨ªs. Mario Cuomo tambi¨¦n gan¨® con una sensible diferencia en Nueva York, pero con una campa?a pobre y estrecha de miras, campa?a que tuvo trascendencia a nivel nacional y que puede resultarle perjudicial en el futuro.
Las elecciones de 1986 han aportado, sin embargo, alguna mala noticia, mala para todos aquellos que creen en el Estado de derecho. La mala noticia no es otra que el fracaso obtenido por tres miembros del Tribunal Supremo de California a causa de una campa?a marcadamente derechista y con una fuerte financiaci¨®n. Alg¨²n d¨ªa, aquellos que se han asustado de hablar en favor de la justicia se avergonzar¨¢n. Y estar¨¢n de acuerdo con la magistrada Rose Bird, quien ha declarado dignamente tras la derrota que los tribunales deben ser "una casa de justicia, no una casa de mu?ecas".
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