Viena, despu¨¦s de Reikiavik
LAS DOS reuniones que Shevardnadze y Shultz han celebrado en Viena permiten calibrar mejor las posiciones respectivas despu¨¦s de la cumbre de Reikiavik. Los dos ministros conceb¨ªan su encuentro de modo distinto: Shultz lleg¨® con todo su equipo de expertos con la idea de iniciar de nuevo, a partir de las propuestas de EE UU, las negociaciones interrumpidas en la capital islandesa. La delegaci¨®n sovi¨¦tica era mucho menos numerosa; los sovi¨¦ticos consideran que en Reikiavik, el presidente Reagan ha aceptado no s¨®lo la eliminaci¨®n de los misiles de alcance medio en Europa, sino la supresi¨®n, en un plazo de 10 a?os, de todas las armas nucleares. Esta versi¨®n ha ganado terreno en los medios occidentales, y las versiones dispares dadas en EE UU han contribuido a ello. Por eso los sovi¨¦ticos no quieren entrar en discusiones que signifiquen volverse atr¨¢s de ese nivel, completamente nuevo en las discusiones sobre desarme nuclear, que fue alcanzado en las conversaciones entre Reagan y Gorbachov.Ese acuerdo no se formaliz¨® en Reikiavik porque, una vez m¨¢s, las discrepancias fueron insuperables en torno a la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI), la llamada guerra de las galaxias. La exigencia de Gorbachov de un "reforzamiento" del tratado ABM (antimisiles bal¨ªsticos) fue interpretada por EE UU como una enmienda asesina que, al limitar las investigaciones a los laboratorios, tend¨ªa a eliminar la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica. En Viena, el inter¨¦s de Shevardnadze era mantener los t¨¦rminos de la cuesti¨®n igual que quedaron en Reikiavik; y si Shultz no se ablandaba en el tema de la guerra de las galaxias, insistir en que era la posici¨®n de EE UU en esa cuesti¨®n lo ¨²nico que imped¨ªa que se formalizase el acuerdo de supresi¨®n de las armas nucleares.
Los sovi¨¦ticos han acogido el fracaso de Viena con m¨¢s frialdad que los norteamericanos, ya que parecen considerar que el tiempo trabaja a su favor. La cumbre de Reikiavik ha significado un cambio profundo en toda la discusi¨®n sobre los problemas de desarme y control de armamentos; en el plazo de unas horas, a?os de negociaciones sofisticadas sobre el equilibrio o la paridad quedaron superados por propuestas de un orden distinto, de disminuciones radicales, incluso de supresi¨®n de las armas nucleares. Y aunque fue Reagan quien adelant¨® algunas de las propuestas m¨¢s revolucionarias, la Uni¨®n Sovi¨¦tica la que est¨¢ sacando un mayor fruto pol¨ªtico de esta situaci¨®n. Entre otras cosas, porque influyentes sectores de la misma Administraci¨®n norteamericana -y de sus aliados europeos- se oponen a la supresi¨®n de todas las armas nucleares, e incluso a la de los misiles bal¨ªsticos, que es la tesis que el presidente Reagan reconoce como propia. Hay que se?alar que ¨¦ste ha tenido que hacer declaraciones confusas sobre lo que dijo y no dijo en Reikiavik.
En cuanto a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, es lamentable la rigidez con la que ha restablecido el v¨ªnculo entre la SDI y los otros aspectos del desarme: si no hay acuerdo sobre la SDI, no hay acuerdo sobre nada. Se abandona cierta flexibilidad manifestada en ocasiones anteriores; en concreto, cuando Gorbachov acept¨® la idea de un acuerdo no condicionado sobre euromisiles. Quiz¨¢ lo que sucede es que Gorbachov conf¨ªa en lograr cierto cambio en la posici¨®n norteamericana -presionada por la opini¨®n p¨²blica- que supondr¨ªa por lo menos dar largas al proyecto de guerra de las galaxias. Los senadores dem¨®cratas, como Edward Kermedy y Sam Nunn -cuyo papel ser¨¢ ahora mucho mayor-, acent¨²an sus cr¨ªticas a la SDI despues de Reikiavik. "Estamos convencidos", ha dicho Shevardnadze en Viena, "de que, m¨¢s pronto o m¨¢s tarde, Washington entender¨¢ nuestras razones".
Ahora, las negociaciones van a seguir en Ginebra, pero su papel ha quedado muy desvalorizado. El problema del desarme es sobre todo un problema de voluntad pol¨ªtica. En este orden, resulta bochornosa la carencia europea. No se trata solamente de su ausencia risica en discusiones decisivas para su futuro: m¨¢s grave a¨²n es la incapacidad de los Gobiernos de los pa¨ªses europeos de tomar una posici¨®n conjunta sobre los problemas nuevos surgidos en la cumbre de Reikiavik. Muchos de ellos son contrarios a un desarme nuclear radical porque consideran que Europa quedar¨ªa indefensa ante la superioridad en armas convencionales de la URSS. Y les preocupa que Reagan haya podido ir tan lejos en Islandia sin haberles consultado antes.
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