Calvi?o
He pensado a menudo que lo que una parte del cuerpo social espa?ol no ha sabido perdonar a Jos¨¦ Mar¨ªa Calvi?o es su condici¨®n de pecador. No hemos podido, ante un sector considerable del respetable p¨²blico, esgrimir en su defensa los argumentos habituales (excelente gesti¨®n, -perseverancia, capacidad dial¨¦ctica suprema, convicciones profundas, sentido del humor y capacidad para estar al corriente de la brevedad de la vida y la inconstancia de la fortuna) por la sencilla raz¨®n de que Calvi?o ha aparecido frecuentemente asociado al pecado en su manifestaci¨®n primera, no la culpa gen¨¦rica, sino la infracci¨®n de la norma.Tengo para m¨ª que ¨¦l ha superado los interdictos como nadie, o casi, en el cuatrienio pol¨ªtico-institucional que culmina; ha agitado el cotarro, ha asociado estrechamente su empresa a la perversi¨®n y ha exaltado los beneficios de la libertad sin ambages: se ha salido del cuadro de mansedumbre y piedad a que se nos invita por doquier, y eso le ha dado alg¨²n ¨¦xito social y mala reputaci¨®n. Como se dice ahora, con el lenguaje de importaci¨®n atroz y gr¨¢fico que nos gastamos todos, ha roto los esquemas.
Su envergadura no ha dejado de crecer en este tiempo y termina su per¨ªodo estatutario haciendo tres cosas imperdonables casi en la misma semana: ganarle otra vez un pleito a don Manuel Fraga, condenado adem¨¢s a pagar las costas; instalar una red de aud¨ªmetros, que son un pilar del espl¨¦ndido Plan de Informatizaci¨®n y Mecanizaci¨®n Integral de RTVE, y anunciar discretamente que en el presente a?o el holding ganar¨¢ m¨¢s, de 6.000 millones de pesetas, cuando en 1982 a¨²n recibi¨® subvenciones del Estado por m¨¢s de 7.000.
Esto es demasiado, y tanto ¨¦xito no puede ser asimilado confortablemente por el ej¨¦rcito de vociferantes y tenaces cr¨ªticos del personaje, que ha salido a flote con una resoluci¨®n envidiable y ha ganado al final por KO t¨¦cnico cuando pareci¨® m¨¢s de una vez cerca de perder a los puntos. Ya escribi¨® Charles Churchill, un tempestuoso cl¨¦rigo, ingl¨¦s del siglo XVIII, que "el peligro principal est¨¢ en actuar bien; ning¨²n crimen es tan grande como el de atreverse a sobresalir". Por cierto, el reverendo Churchill tuvo que colgar los h¨¢bitos a causa de su conducta social, que la jerarqu¨ªa de entonces y las clases instaladas no vieron con buenos ojos. He trabajado este tiempo con Calvi?o y le he visto irritado algunas veces, jubiloso a menudo, fajador, bullidor y en forma siempre. Abatido, un par de minutos. Nunca he podido imaginarme al padre Calvi?o colgando los h¨¢bitos. ?l es un estratega consumado y, sobre todo, un brillante t¨¢ctico. Su cualidad principal es la que informa la gesti¨®n de los grandes capitanes de empresa: la compa?¨ªa termina pareci¨¦ndose a su inspirador, como un buen programa de televisi¨®n termina siendo como su director.
Din¨¢mica y barroca
Descrita como cutre por el propio y demoniaco Calvi?o, la televisi¨®n hispana ha terminado por ser, por lo menos, din¨¢mica, barroca y entretenida, con m¨¢s horas de emisi¨®n que el t¨¦rmino medio europeo, un poco disparatada, mucho m¨¢s ¨¢gil, colorista y depravada que en el pasado, y eso es de agradecer. El pecador ha hecho su funci¨®n y nos ha librado de algunas acrimonias pesadas. Introduciendo factores de perturbaci¨®n cultural, ha rejuvenecido un poco el invento y ha exhortado a la gente a la vileza de ser independiente, aut¨®noma, libre (y esto se ha hecho, sagazmente, m¨¢s en programas que en informativos corno debe ser). Ha querido volver, sin exagerar la nota, al momento hist¨®rico descrito brillanteinente por mi adorado Cioran: "En el Antiguo Testamento se sab¨ªa intirnidar al cielo, se le amenazaba con el pu?o: la plegaria era una disputa entre la criatura y su creador; vino el Evangelio a reconciliarlos, y ¨¦se es el imperdonable error del cristianismo.
Para ser m¨¢s concretos, a?adir¨¦ que muchas personas creen que Calvi?o no es meramente un rojo a la vieja usanza, m¨¢s bien jacobino y anticlerical, sino un sat¨¢n que cada ma?ana administra con una sonrisa de satisfacci¨®n el declive del viejo orden. Nada de eso. ?l sabe muy bien que la TV no sirve para la ardua tarea que es cambiar las conciencias, como lo saben los se?ores obisposque nos han honrado estos a?itos con sus pastorales y sus admoniciones. Descrito el medio como el cl¨¢sico espejo a lo largo de un camino, la labor de Calvi?o se ha limitado a la tarea -ingente, eso s¨ª- de levantar la compuerta y no escudarse en la actitud constructiva, en los viejos trucos de la contextualizaci¨®n de la informaci¨®n, en la necesidad de atender de hecho las inhibiciones que imponen tambi¨¦n por v¨ªa de hecho los poderes de este bajo mundo. En la TV calvi?ista ha habido mucha m¨¢s alegr¨ªa y holganza que en todos los ejercicios anteriores. Y encima ha ganado el dinero y se lo ha ahorrado a los contribuyentes. No es mal saldo.
El pecador, en fin, lo ha sido a partir de posiciones intelectualmente bien astin¨²das incluyendo la genial, intuici¨®n de Borges de que la teolog¨ªa es una rama de la novela. Calvi?o es existencialmente dram¨¢tico y no est¨¢ dotado para la indiferencia, es un var¨®n laico al que la funci¨®n p¨²blica impide ser directamente epic¨²reo. O sea, es como la mayor¨ªa de nosotros, pero de ¨¦l lo intuimos cada d¨ªa por lo que hace y por lo que dice. ?Si supieran lo que se calla! Pol¨ªticamente, no es un revolucionario, pero s¨ª un sincero reformista que podr¨ªa vivir c¨®modamente enmarcado en la c¨¦lebre sentencia de Bakunin (con perd¨®n): "Libertad sin socialismo es privilegio, injusticia; socialismo sin libertad, servidumbre, barbarie". Como es un gallego pr¨¢ctico y un abogado con mucho conocimiento de la vida y de la humana naturaleza, se acomoda igualmente bien al estupepdo y cabal Camb¨®, para quien hay dos maneras seguras de Regar al desastre: pedir lo imposible... y retrasar lo inevitable.
En el proyecto modernizador en el que estamos inmersos bajo el r¨¦gimen democr¨¢tico por cuyo, advenimiento se bati¨® desde su juventud universitaria el estudiante Calvi?o Iglesias, la tele de Calvi?o cre¨® empleo en plena recesi¨®n, engrandeci¨® sus activos, multiplic¨® su oferta, obtuvo beneficios, anim¨® la cr¨®nica, cumpli¨® con su esencial funci¨®n l¨²dica e informativa y fue, en el cuatrienio que acaba, controversia animosa y, junto al tiempo atmosf¨¦rico, tema gratuito de conversaci¨®m Temo que el viejo pecador impenitente ha salido indemne del trance y que a lo mejor -m¨¢s adelante, se entiende- le quedan ganas de repetir. ?Pobres de nosotros!
Por lo dem¨¢s, en la hora en que por razones puramente contractuales deja uno el invento, sepan que con la gratitud divertida de quienes nos hemos prohibido la solemnidad y lo hemos pasado bomba va el saludo al respetable, el lopesco perd¨®n por nuestras faltas y mi personal convicci¨®n de que, despu¨¦s de todo, el perspicaz Noel Coward dijo verdad cuando dijo, desde su indolente vejez, que la televisi¨®n es para garecer en ella, no para verla.
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