Un rancio pastel
Se acab¨® el pastel es un t¨ªtulo que hace referencia tanto a los talentos gastron¨®micos de Nora Ephron -autora y protagonista, en la vida real, del libro en que se basa el filme- como a un gesto que pone fin a una serie de trapisondas, en este caso de orden conyugal, una vieja y cl¨¢sica historia de enga?os.?Cu¨¢l es la raz¨®n por la que Nichols, Streep y Nicholson han aceptado meter sus caras, nombres y barrigas al servicio del ornato de tan rancio pastel?. Probablemente la respuesta haya que buscarla en las revistas del coraz¨®n neoyorquinas o en el cotilleo entre intelectuales de la ciudad de los rascacielos. A partir de ah¨ª nos har¨ªamos una idea de la popularidad de los h¨¦roes; ella, ya definida como una de las m¨¢s importantes autoras de la literatura gastron¨®mica estadounidense; ¨¦l es un periodista del Post y nada m¨¢s y nada menos que mitad de la pareja Woodward y Bernstein, desenmascaradora de ministros nixonianos y del propio presidente en lo que se dio en llamar el caso Watergate. La pel¨ªcula nos cuenta que no existe un correlato entre la honestidad profesional del caballero y la muy escasa que aplica a su vida sentimental, sobre todo respecto a su mujer, v¨ªctima de la tendencia del periodista a descansar en camas ajenas y olvidar el embarazo de su leg¨ªtima esposa.
Se acab¨® el pastel
Director: Mike Nichols. Int¨¦rpretes: Meryl Streep, Jack Nicholson, Jeff Daniels, Maureen Stapleton, Stockard Channing, Richard Masur. Gui¨®n: Nora Ephron. Fotograf¨ªa: N¨¦stor Almendros. M¨²sica: Carly Simon. Estados Unidos, 1986. T¨ªtulo original: Heartburn. Estreno en cines Palafox, El Espa?oleto y La Vaguada M-2. Madrid.
Que el argumento sea trivial -que no idiota- no deber¨ªa servir para descalificar el filme. El repertorio de historias es limitado -y m¨¢s a¨²n cuando se habla de matrimonios-, y eso no nos priva de nuestro deseo de contar, leer o vivir ficciones. Pero hay que contar las cosas de manera que sepan distinto y hacerlo con convicci¨®n. Nichols no hace ni una cosa ni la otra. Su f¨®rmula -el naturalismo, privilegiando lo obsceno de la intimidad- no da una apariencia distinta a la tarta, y la convicci¨®n descansa en dos factores: el hecho de jugar con nombres de personas conocidas y el elegir para encarnarlas a actores muy populares.
Repetirse
Nicholson, desde que se descubri¨® divertido como el ex astronauta de La fuerza del cari?o, se empe?a en repetirse, independientemente de que sus risotadas, ojos extraviados y propensi¨®n a rascarse en p¨²blico no sean las caracter¨ªsticas m¨¢s adecuadas para un asesino a sueldo, como en el caso de los Prizzi, o para un distinguido periodista.En Se acab¨® el pastel Nicholson debiera estar m¨¢s cerca del pulcro Redford de Todos los hombres delpresidente que del maniobrero Walter Mathau de Primera plana, pero no es as¨ª y todo va en detrimento de la pel¨ªcula. En cuanto a Meryl Streep, lo suyo, abriendo las barreras del metro con su enorme barriga de encinta, entra dentro de otra forma de irrealidad.
Se acab¨® el pastel es otra muestra de la crisis en que se encuentra el cine norteamericano. El redescubrimiento de los cuentos de hadas de la mano de George Lucas se ha convertido en programa de computadora, sin ingenio ni imaginaci¨®n; los viejos g¨¦neros andan en manos de los actores, y no de los personajes y las situaciones. Una comedia de cuernos y celos como Se acab¨® el pastel reposa exclusivamente sobre las dotes histri¨®nicas de sus actores protagonistas. Un hallazgo, como el de Nicholson cantando, se prolonga hasta la n¨¢usea, fatigando a miss Streep, pero m¨¢s a¨²n al espectador. La elipsis y el delirio visual son elementos borrados de entre los que puede utilizar un director para seducir a su p¨²blico. Se prefiere la redundancia, de manera que ese juego sutil en el que se debiera fundar el atractivo de la cinta, la distancia entre lo que se dice, lo que se hace y lo que se piensa, no requiere dote adivinatoria o perspicacia alguna. Nichols es ligero como un tanque o ambiguo como una declaraci¨®n de guerra.
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