La polic¨ªa australiana detiene en Brisbane a un joven que intentaba asesinar al Papa
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La sombra de un atentado al Papa se ha cernido tambi¨¦n sobre este viaje de Juan Pablo II. Ayer, en Brisbane, capital del Estado de Queensland, la polic¨ªa abort¨® un atentado contra el papa Wojtyla al detener a un joven de 24 a?os, de origen irland¨¦s, con cinco c¨®cteles molotov, quien declar¨® que su intenci¨®n era la de asesinar a Juan Pablo II "porque es demasiado rico", seg¨²n inform¨® la polic¨ªa.
Este joven, de quien los jueces no permitieron que se revelara el nombre hasta que no sea juzgado, hab¨ªa abandonado recientemente la cl¨ªnica psiqui¨¢trica North Ryde, de Sidney, la ciudad m¨¢s grande de Australia, a la que se traslad¨® posteriormente el Papa.El presunto agresor dijo al subjefe de polic¨ªa Reedmond Paid, que fue el primero que le interrog¨® tras su arresto en el Ayuntamiento de Brisbane, momentos antes de que llegara el Papa a la ciudad, que llevaba tres d¨ªas preparando el atentado y que hab¨ªa decidido arrojar los c¨®cteles molotov contra Juan Pablo II cuando ¨¦ste bendijera a la multitud, antes de abandonar la ciudad, desde una de las ventanas de la sede municipal, uno de los pocos momentos en que el Papa se presentaba en p¨²blico sin la protecci¨®n de cristales antibala.
Los jueces han decidido procesarle bajo la acusaci¨®n de intento de atentado contra el Papa, A trav¨¦s del juicio tratar¨¢ de dilucidarse si se trata del intento de un enfermo mental que act¨²a por su cuenta o si detr¨¢s de ¨¦l hay alguien m¨¢s.
Tambi¨¦n en Brisbane, la noche anterior a la llegada del Papa, fueron robados a la polic¨ªa dos uniformes y un fusil, aunque, seg¨²n inform¨® el portavoz del Papa, Joaqu¨ªn Navarro Valls, la polic¨ªa descart¨® que este hecho pueda relacionarse con la visita de Juan Pablo II.
El hecho es, sin embargo, que ya antes de que llegase ayer Juan Pablo II a Brisbane hab¨ªa sido visiblemente reforzado el servicio de seguridad.
Por primera vez en este viaje, donde el servicio policial era tan discreto que apenas se advert¨ªa, empezaron a aparecer por todas partes uniformes y metralletas.
Cuando ya todas las agencias del mundo estaban informando sobre el frustrado atentado, un ingrediente que ya nunca puede faltar en un viaje papal, sobre todo cuando decae el inter¨¦s informativo, Juan Pablo II mantuvo un encuentro con los periodistas que le acompa?an en este maratoniano viaje en la sala de Prensa del estadio Queen Elizabeth, donde celebr¨® m¨¢s tarde la misa. All¨ª le esperaba una sorpresa: cinco preciosos koalas.
El Papa cogi¨® en sus manos a unos de los animalitos, de nombre Sim¨®n, y se pase¨® con ¨¦l en brazos, haciendo las delicias de fot¨®grafos y camar¨®grafos. Los organizadores dudaban sobre si ponerlo en sus manos, porque existe el dicho popular de que si una persona le coge y ¨¦sta no le gusta al simp¨¢tico koala, el animal orina inmediatamente.
Pero el Papa tuvo suerte y su sotana blanca de seda se qued¨® inmaculada. Menos afortunado fue el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli, que no quer¨ªa cogerlo y que al final cedi¨® ante las presiones de los fot¨®grafos. El buen koala acab¨® regal¨¢ndole al vicepapa unas gotitas de protesta que ensuciaron su faj¨ªn rojo p¨²rpura.
A continuaci¨®n, el Papa habl¨® a los periodistas d¨¢ndoles una especie de dec¨¢logo que no gust¨® demasiado. Entre otras cosas, Juan Pablo II dijo que "la informaci¨®n debe ser conforme a los principios morales", que sin ¨¦stos los periodistas acaban siendo utilizados "para enga?ar, oprimir y dividir". Afirm¨® tambi¨¦n que "no se debe s¨®lo informar sobre el mal, sino que se debe tambi¨¦n contribuir a eliminarlo". Y que el periodista "no debe ser s¨®lo l¨¢mpara que Ilumina los rincones oscuros de los humanos, sino tambi¨¦n gu¨ªa, orientaci¨®n y certidumbre".
En Sidney, el Papa se present¨® ante una concentraci¨®n de 50.000 j¨®venes llegados de toda Australia. Juan Pablo II les dijo que a la injusticia deb¨ªan oponer "la purificaci¨®n del coraz¨®n; a la alienaci¨®n, la reconciliaci¨®n; al error, el poder de la verdad; a la rivalidad, el di¨¢logo, y al caos, el orden".
Al finalizar, el Pont¨ªfice se mezcl¨® entre los j¨®venes que, enlazados por las manos, danzaban al rimto de canciones sobre la paz. Juan Pablo II se situ¨® entre dos guapas muchachas que al finalizar la danza se abalanzaron sobre ¨¦l y le besaron en las mej¨ªllas. Algo sin precedentes.
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