El laberinto vasco
Los PARTIDOS que el domingo obtuvieron representaci¨®n parlamentaria en las elecciones auton¨®micas vascas van a encontrar serias dificultades para llegar a una f¨®rmula de coalici¨®n que garantice la gobernabilidad de Euskadi. La distancia que separa a las distintas alternativas pol¨ªticas constituye reflejo cabal de la profunda escisi¨®n que caracteriza a la sociedad vasca. La ausencia de un m¨ªnimo de referencias compartidas, de valores y s¨ªmbolos aceptados por todos, la existencia de tantas subculturas pol¨ªticas como partidos, sin apenas puntos de contacto y v¨ªas de comunicaci¨®n entre s¨ª, muestra hasta qu¨¦ punto es precaria la integraci¨®n de esa sociedad. Ello rinde cuenta del fracaso del modelo de construcci¨®n pol¨ªtica de la nacionalidad vasca intentado a lo largo de los ¨²ltimos a?os por el PNV. No ha sido derrotada la ideolog¨ªa nacionalista, que sigue creciendo en t¨¦rminos absolutos, sino un dise?o concreto puesto en pr¨¢ctica.El consenso que no se logr¨® en el momento fundacional de la autonom¨ªa, en 1980, se hace inevitable ahora. El primer rasgo de la identidad vasca es su pluralismo. Una gran mayor¨ªa de los esca?os ser¨¢ ocupada por diputados nacionalistas, y ninguna alternativa de gobierno podr¨¢ ignorar ese dato. Pero ser¨ªa falsear la realidad ignorar la diferenciaci¨®n que el tiempo ha introducido en ese campo gen¨¦rico. Adem¨¢s de la adscripci¨®n o no al campo del nacionalismo, los electores se han pronunciado en funci¨®n de factores como la posici¨®n ante la violencia, el car¨¢cter conservador o progresista de las propuestas, la aceptaci¨®n, y en qu¨¦ t¨¦rminos, del Estatuto de Gernika, el car¨¢cter m¨¢s o menos democr¨¢tico del funcionamiento interno de cada partido, etc¨¦tera.
Por ello, carecen de fundamento quienes intentan rechazar como ileg¨ªtima la hip¨®tesis de, que el pr¨®ximo lendakari pudiera ser un socialista. Si Benegas fuera elegido, querr¨ªa decir que representantes de al menos tres partidos habr¨ªan decidido apoyar esa opci¨®n en base a un determinado programa negociado, y resulta absurdo suponer que las opciones nacionalistas de semejante coalici¨®n no impondr¨ªan serias condiciones. Pero una cosa es la legitimidad del proyecto y otra su conveniencia. Los resultados electorales no abonan la euforia mostrada por el PSOE, que ha perdido esca?os respecto a las auton¨®micas de 1984 y votos respecto a las legislativas de junio, y que si supera en diputados al PNV, no as¨ª en apoyo electoral. La declaraci¨®n realizada por el candidato socialista en la noche del domingo parec¨ªa dar a entender que ya se consideraba presidente de Euskadi. Dista de serlo. Con 18 esca?os sobre 75, sigue siendo un aspirante casi modesto, como los otros. La elecci¨®n la realiza el Parlamento aut¨®nomo, y todas las fuerzas en ¨¦l representadas tienen derecho a presentar candidato. Las distancias entre uno y otro son m¨ªnimas, y las combinaciones te¨®ricas, m¨²ltiples. En cambio, la posibilidad de llevarla a la pr¨¢ctica se revela cada minuto que pasa m¨¢s dif¨ªcil.
Aunque el actual lendakari, Ardanza, ha manifestado la intenci¨®n del PNV de pasar a la oposici¨®n, es prematuro hacer hip¨®tesis al respecto. En realidad, se abre una gran interrogante sobre el futuro del propio Ardanza y de su partido, Arzalluz incluido, despu¨¦s del rosario de fracasos cosechados por ellos. En cualquier caso, si el PSOE no logra un acuerdo con el PNV, la principal alternativa ser¨ªa un pacto de los socialistas con el partido de Garaikoetxea y Euskadiko Ezkerra. Y para que esa f¨®rmula resultara viable ser¨ªa imprescindible que los tres eventuales socios aceptasen renunciar a algunas de las condiciones innegociables que, en forma de bravatas, han ido adelantando a lo largo de la campa?a.
Cualquiera que sea la soluci¨®n que acabe cuajando, la normalizaci¨®n de la vida pol¨ªtica vasca pasa por una relaci¨®n cualitativamente diferente entre el Gobierno vasco y el central. El electorado ha demostrado con su fragmentaci¨®n que el mensaje puramente negativo, contra el enemigo com¨²n causante de todos los males, no es ya suficiente para mantener la cohesi¨®n interna. Quienquiera que sea el nuevo ocupante de Ajuria Enea deber¨¢ dedicarse a gobernar, a resolver los problemas con los medios a su alcance. Ser¨¢ interesante, por cierto, si los socialistas llegan a formar Gobierno en coalici¨®n con partidos nacionalistas, cu¨¢l ha de ser el futuro de la ley antiterrorista, o de la polic¨ªa auton¨®mica, para no hablar de la pol¨ªtica del PSOE respecto a los jueces, las ikastolas o la televisi¨®n vasca. Porque se ha. hablado mucho de principios en esta campa?a, pero muy poco de propuestas concretas. Tambi¨¦n hay que saber si quienes se queden fuera del pacto de gobierno -sean quienes sean- no van a pasar a una oposici¨®n radical que haga cada vez m¨¢s dif¨ªcil la convivencia. Y, en el terreno de las hip¨®tesis, cabe preguntarse si no habr¨¢ elementos de acercamiento entre los propios partidos abertzales que permitan un Gobierno nacionalista no monocolor y dejen compuesto y sin novia al pretendiente Benegas.
Sea cual sea el final de los pactos, el Gobierno central debe renunciar a la tentaci¨®n de intervencionismo en la autonom¨ªa vasca. Nada ser¨ªa tan negativo para la estabilidad democr¨¢tica como el intento por parte del PSOE -euf¨®rico tras lo que interpreta, con ingenuidad m¨¢s que preocupante, una victoria hist¨®rica- de contraponer al modelo ensayado por el PNV una especie de contramodelo socialista. La soluci¨®n a los problemas del Pa¨ªs Vasco pasa cada vez m¨¢s por el protagonismo de los sectores y partidos nacionalistas. La comprensi¨®n de este fen¨®meno deber¨ªa ser expl¨ªcita y p¨²blica por parte de los socialistas. La fanfarria montada respecto a su triunfo o es una simulaci¨®n o es una sandez.
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